La adrenalina me invadía y la excitación aumentó considerablemente en cuanto sentí ese duro mástil enterrándose en mi cuevita, invadiéndola y ensanchándola. Mantuve la calma tanto como pude y me dediqué a disfrutar de esa maravillosa sensación teniendo siempre presente que esa no era cualquier v***a… era la de mi hermano. El vaivén comenzó lento y constante. Supuse que él intentaba que el pene no abandonara aquel nido que lo acogía, luego comenzó a clavarme con mayor intensidad y yo apreté y estrujé las sábanas manteniendo mis ojos cerrados e intentando no jadear muy fuerte. Me dejé coger por unos minutos hasta que me decidí a dar un paso más adelante en el mundo del sexo incestuoso. Le pedí a Magnus que se aparte y me puse en cuatro patas sobre la cama, dejando mi cola apuntando directame