Permanecí acostada, con los ojos cerrados, permitiendo que mi hijo hurgara dentro de mi v****a con total libertad. Sus dedos parecían haber adquirido cierta destreza, o tal vez él había ganado un poco de seguridad. Los toqueteos no se limitaban a las paredes internas de mi sexo sino que también estaba su pulgar haciendo un trabajo maravilloso sobre mi clítoris. Él era demasiado bueno conmigo y yo comprendía sus celos a la perfección, es más, si yo hubiera estado en su lugar me habría puesto igual de celosa. No es agradable saber que todos a tu alrededor pueden disfrutar del sexo, mientras que a vos te toca quedarte mirando o, peor aún, irte sin siquiera poder ver lo que van a hacer. No tenía idea de que Magnus aún seguía siendo virgen y, para empeorar las cosas, ni siquiera le habían chup