Mi mamá y yo estábamos en el living debatiendo sobre las posibles remodelaciones que podríamos hacerle a la casa. Su opinión era que, al tener un marido y un hijo dedicados a la construcción, no sería tan costoso edificar un segundo piso, con más habitaciones y baños. Así estaríamos más cómodos. Esto podría ser posible si ella lograba cerrar un importante negocio en su trabajo. —Si tengo que dejarme coger por los dos empresarios con los que estoy negociando, lo voy a hacer —me dijo convencida—. Hace unos años no hubiera hecho una cosa así, pero ahora… Sonó el timbre. Eran las diez y media de la noche. Nos miramos la una a la otra, preguntándonos quién podría ser a esta hora. Magdalena miró por la rendija de la puerta y se calmó. —Es la vecina —me dijo en un susurro. Abrió la puerta