Era muy bajita. Debido a su exuberante cuerpo, por momentos me olvidaba de ese detalle. Apenas le llevaba algunos centímetros a Mimi. Se puso frente a mí. Me miró seria, aunque no con la seriedad fingida de cuando recordó el día en el que nos conocimos, sino con una seriedad con la que me pareció que intentaba reflejar una férrea determinación. Se acercó tanto a mí, que sus pechos hicieron contacto con mi cuerpo. Sus enormes tetas presionándome… Retrocedí unos pasos, solo para encontrarme con la mesada. Ella avanzó esa misma distancia y de nuevo pude sentir sus senos en mi cuerpo. No pude evitar pensar que esa actitud avasalladora era la misma que había tenido la que me palpó la v***a y la que me hizo el pete en la oscuridad. —¿Fuiste vos? —pregunté. Ella arrimó más sus tetas. Ahora est