—Porque a todos les dan desafíos muy zarpados. —Ahí estaba el problema, habíamos llegado muy lejos—, y a mí me dan puras boludeces —me quedé con los ojos como platos—. A Gabriela le llenaron la concha de leche y ninguno se quejó. Las dos tuvieron que meterse cosas por el orto —nunca la habíamos escuchado hablar de esa manera, estaba indignada y muy enojada—. Cuando me toca a mí me piden que solamente se la toque al tío, como si yo fuera una nena estúpida. No lo podía creer, Valeria estaba enojada porque le parecía poca cosa tener que pajear a su tío. Pero en algo tenía razón: nuestras pruebas estuvieron muy cargadas de sexo. Caí en la cuenta de que a Valeria sólo la habíamos mandado a “tocar” o a bailar. Estas cosas parecían un tanto sosas, luego de todo lo que había ocurrido. Recordé su