Narra Ethan
Termino de cocinar los huevos y los pongo en el plato grande. Mi cocinera, Michelle, mira desde el mostrador, sonriendo y bebiendo su café.
—Esta es la primera vez—dice mientras termino—.Tú cocinas y yo observo.
—Estás disfrutando demasiado de esto— digo.
Ella se encoge de hombros. Michelle tiene cincuenta y tantos años, y posiblemente mi persona favorita en el mundo. Ella ha estado trabajando para mí desde que comencé a ganar mucho dinero, unos dos años antes de que llegara Jason. No sé cómo podría manejar mi vida sin ella. Es muy raro que realmente quiera cocinar para mí, pero cuando lo hago, ella siempre está cerca para conversar y algunos consejos. Sin embargo, no he cocinado nada en un par de años. He estado demasiado ocupado.Sin embargo, hoy se siente diferente. Son alrededor de las seis de la mañana y sé que Astrid probablemente esté dormida, así que quiero sorprenderla. No estoy seguro de por qué. Solo quiero consentirla.
—Ha pasado un tiempo desde que te vi cocinar, eso es todo—dice ella
—.Cocinar es bueno para ti. Bueno para el espíritu.
—Por supuesto que dirías eso— respondo, sonriendo.
—Mírate. Estás prácticamente resplandeciente—ella se inclina hacia mí sobre el mostrador—.Supongo que todo esto es por ella— me da una mirada de complicidad.
—Los chismes se mueven rápido, ya veo—digo, frunciendo el ceño.
—¿Qué puedo decir, Ethan? Trajiste a una mujer a casa.
—Traigo mujeres a casa todo el tiempo.
—Pero no se quedan hasta la mañana siguiente. Y definitivamente no obtienen la segunda mejor habitación de la casa.
Suspiro, no queriendo involucrarme en esto, pero necesito decir algo. Astrid estará en la casa durante el próximo mes y el personal sentirá curiosidad. Confío en todos ellos. Han tenido oportunidades de difundir chismes en el pasado, pero nunca lo han hecho. Los que eran más discretos fueron despedidos hace mucho tiempo, y las cosas están en un muy buen lugar en este momento. Pero aun así, tengo que decirles algo.
—Su nombre es Astrid— digo—.Y se va a quedar aquí por un mes.
Michelle se ve sorprendida, sus cejas levantadas en pequeños arcos.
—¿Un mes?
—Un mes. El personal debe tratarla como si fuera la dueña del lugar. Cualquier solicitud será concedida. ¿Comprendido?
Ella asiente, con una sonrisa desconcertada en su rostro.
—Sí, señor.
Yo suspiro.
—Solo sé bueno con ella, ¿de acuerdo?
Ella asiente, su rostro se suaviza.
—Me aseguraré de que se sienta bienvenida.
—Gracias—dejo una taza de café en la bandeja y la levanto en mis brazos. Lo llevo a un pequeño carrito, lo dejo y me dirijo al ascensor. Oigo a Michelle empezar a lavar los platos, lo que me hace sonreír. Hay algunas buenas ventajas de ser rico.
Entro en el ascensor de servicio y subo hasta el tercer piso. Me siento como un botones mientras conduzco el carrito por mi propio pasillo, deteniéndome frente a la puerta de Astrid. Llamo suavemente y luego abro la puerta. Empujo el carrito adentro y cierro la puerta detrás de mí.
Astrid está sentada en la cama, envuelta en sábanas, y me detengo por un segundo. La noche anterior se arregló para la subasta y estaba absolutamente hermosa, pero esta mañana se ve simplemente como ella misma. Su cabello está un poco desordenado y no lleva maquillaje. Y ella es hermosa. Jodidamente hermosa. Sonríe levemente, lo que hace que mi corazón se acelere mientras llevo la comida a la habitación principal, deteniéndome junto a su cama.
—Buenos días—dice ella.
—Buena mañana—señalo la bandeja—.Desayuno en la cama.
Su sonrisa se hace más grande.
—¿Esto va a ser algo normal?
Me encojo de hombros y cruzo los brazos.
—Puede ser, si quieres—ella me mira extrañada.
—No entiendo esto.
—¿Qué tiene de confuso el desayuno?
—Quiero decir...—ella se apaga—.Todo esto—ella hace un gesto hacia la habitación—¿Por qué me das esto?
Le sonrío y me siento en el borde de la cama. Extiendo la mano y suavemente paso mis dedos por su cabello. Ella me mira con sus hermosos ojos muy abiertos.
—Te lo dije —digo en voz baja—.Quiero consentirte.
—No me importa que me mimen— sonríe.
—Voy a mantenerte aquí. En ésta habitación. Y voy a mimarte tanto como pueda.
—Si eso es lo que quieres—dice en voz baja, mirándome.
—Eres mi mía ahora, Astrid —digo—.Te mantendré en esta pequeña jaula y te usaré como yo quiera.
—Está bien—dice ella, prácticamente en un susurro. Puedo sentir la excitación recorriendo mi cuerpo y mientras la miro, me pregunto si ella siente lo mismo. Su cara se ve emocionada. Puedo ver un ligero rubor en sus mejillas y su respiración se acelera. Pero no sé si es porque ella me quiere tanto como yo la quiero a ella, o si es porque es buena en lo que hace.
—¿Tienes hambre?—pregunto.
—Huele muy bien—dice.
—Lo hice yo mismo, en realidad.
—¿De verdad?—ella se ríe levemente y toma la taza de café de la bandeja—.Un hombre rico que cocina y se ve bien por la mañana.
Me río y tomo la segunda taza, bebiendo el café.
—Hago lo que puedo.
—Podría acostumbrarme.
—Bien. Eso es lo que quiero—asiento con la cabeza hacia la comida—.Adelante, come—ella extiende la mano y toma una tostada, mordiéndola. Mastica por un segundo y parece darse cuenta de que en realidad tiene hambre cuando toma un tenedor—.Tengo que ir a trabajar pronto digo—.Estarás atrapada en esta habitación todo el día.
—Está bien—dice ella—. Es una habitación grande. Ella come unos huevos y sonríe enorme—.Esto esta realmente bueno.
—Mantequilla— digo—. Y un poco de leche entera.
Ella ríe.
—Realmente me estás mimando.
—Como dije anoche, puedes tener lo que quieras. Pero todavía tienes que obtener permiso de mí para salir de esta habitación directamente. ¿Entiendes?
—Está bien—dice ella.
—Bien—la observo comer por un momento, tratando de ver más allá de su exterior. No puedo decir si lo está disfrutando o si está comiendo solo para complacerme.
Ese va a ser el problema. Voy a tener que estar en mi juego cuando se trata de ella si realmente quiero ver más allá de su actuación. Está destinada a hacer todo lo que pueda para complacerme, lo que significa que reprimirá sus propios deseos de hacer lo que yo quiero.
Hasta cierto punto, espero eso. Espero que ella obedezca mis reglas. Pero no quiero que simplemente haga lo que cree que yo quiero que haga.
Necesito que ella quiera esto. Eso me trae más placer de lo que ella podría imaginar. Me pongo de pie y ella me observa mientras me muevo por la habitación—.Que tengas un buen día, mi Astrid —le digo con su nuevo apodo.
Al parecer no le gustó que le dijera mi Astrid. Ella no conoce que me gusta ser un dominante y tener mi sumisa para jugar un poco de b**m pero creo que lo intuye.
—Que tengas un buen día—dice.
Ladeo la cabeza hacia ella, sonriendo, pero decido no decir nada. Me doy la vuelta y vuelvo a salir al pasillo, sonriendo para mis adentros.Ella ya está actuando, pero puedo ver a través de algo de eso. Voy a descifrarla y pronto le daré exactamente lo que quiere. No podrá resistirse a mostrarse ante mí. Solo cuando esté completamente desnuda frente a mí, finalmente le daré lo que realmente necesita. Sonrío para mis adentros y no puedo pensar en nada más durante todo el viaje a la oficina.