Capítulo UNO

1877 Words
04 octubre, 2020.  El nerviosismo recorre cada célula de mi cuerpo, siento que el tiempo se congelo y que la hora tan ansiada no llega más. Me miro al espejo por decimonovena vez y elimino las arrugas inexistentes de mi pulcro vestido blanco, observo mi perfecto maquillaje y el sencillo, pero hermoso peinado. Cuando era niña, soñaba con este momento, preparar cada pequeño detalle, elegir los colores, los arreglos de flores y aunque mi madre y mi suegra han decidido casi todo por mí, la felicidad que me produce el estar a punto de contraer matrimonio con el hombre que amo, no se compara con nada a lo que alguna vez soñé. —Hija — mi padre ingresa a la habitación donde sigo preparándome. Me observa de pies a cabeza, su sonrisa se ensancha y mi corazón golpea en mi caja torácica. » Estas… mi niña, estas hermosa. —Gracias, papá. —A veces pienso que es muy pronto, pero recuerdo que eres toda una mujer y… no me queda otra que aceptarlo. Sonrío ante sus ojos, el amor que desprende al mirarme y la tristeza de saber que su niña, su única hija ha crecido y ha abierto sus alas para volar lejos de su nido, de su protección y aunque siempre ha sido un hombre sobreprotector conmigo, acepta que es tiempo de dejarme ir, por así decirlo. Me doy una última vista al espejo, mi vestido corte sirena con escote en forma de corazón y apliques en todo lo que sería el corsé es un sueño sumado a la larga cola que me sigue. Las hermosas sandalias plateadas de diez centímetros complementan mi atuendo a la perfección. Suspiro, la ansiedad y los nervios me invaden, pero la felicidad que tengo nubla cualquier otro sentimiento. Bajo las escaleras con ayuda de mi padre, pues tener que bajar veinticinco escalones con estas sandalias para mí, parece toda una travesía, pero el brazo de mi padre es mi apoyo preferido. Llegando a la planta baja de casa, mi madre nos espera ansiosa, incluso me atrevería a decir que más ansiosa que yo, que soy la que se casa. Sonrío al verla y ella me devuelve la sonrisa con sus ojos cristalizados contagiándome y mi padre enseguida nos regaña. —¡Oh no! nada de llantos porque no quiero que a último momento comiencen a hacer drama con que su maquillaje se arruino. Luego de la ceremonia pueden llorar todo lo que quieran. Mi madre y yo nos reímos, porque sus ojos son la clara evidencia que es quien menos aguantará las lágrimas. Beso su mejilla y mi madre sus labios. Amo mi familia, es chiquita, pero unida. Al cabo de unos minutos, el chofer llega con la limusina y me subo junto a mis progenitores sintiendo más que nunca los nervios a medida que el camino se acorta. —¿Estás lista hija? — pregunta mi madre tomando mi mano con firmeza. —Creo que nunca he estado más lista, mamá. Estacionando frente a la iglesia, mi madre se baja e ingresa para en unos minutos dar comienzo a todo esto, lo que he esperado por largo tiempo y lo que anhelo desde que conocí a Francisco, el hombre que ha logrado que mi corazón se derrita a medida que lo he ido conociendo y con los detalles que me ha dado. A solas con mi padre, lo observo y veo sus mejillas humedecidas, me acerco y beso una de sus mejillas para luego fundirme en un abrazo que no sabía que necesitaba hasta ahora. —Antes de que camines hacia el altar, quiero decirte que estoy completamente orgulloso de ti, de la mujer en la que te has convertido, me es difícil aceptar que mi princesa creció tanto, pero sé que te dejo en buenas manos. —Te amo, papá. Gracias a ti y a mamá soy la mujer que soy hoy, la que Fran eligió, la mujer que sabe valerse por sí sola y la que va a estar agradecida de por vida. —Bueno, dejémonos de sentimentalismo o arruinaras tu maquillaje y ahí si me matara tu madre. Sonrío mientras lo veo bajar y dar la vuelta al coche para abrirme la puerta, al hacerlo, me extiende su mano y cuando estoy a punto de tomarla, esta se aleja abruptamente de mí. Escucho el quejido de mi padre y veo como la puerta se cierra con un golpe seco mientras la que esta del otro lado se abre y un hombre desconocido para mí se sube y me sonríe provocando que el pánico se apodere de mi cuerpo, intento abrir mi puerta para salir corriendo, pero su mano me detiene, observo hacia afuera y veo como otro tipo le aplica una llave a mi padre dejándolo así, inconsciente. —¿Quién…? — no puedo decir nada ya que el tipo que tengo alado aplica la misma llave en mí y rápidamente pierdo el conocimiento […] Abro los ojos lentamente y siento mi cuerpo pesado, la oscuridad de la habitación me dificulta ver y busco mi teléfono en la mesa de luz, pero algo no va bien, la cama donde me encuentro parece ser más grande que la mía y definitivamente no logro alcanzar la dichosa mesa de noche. Poniéndome de pie, busco a ciegas el interruptor para poder encender la luz, pero antes de poder dar más de dos pasos, la luz se enciende y veo a un hombre sentado en un sofá cerca de la cama, la cual efectivamente, no es mía. Observo con desesperación a mi alrededor y el recuerdo de lo ocurrido fuera de la iglesia me golpea. Mi padre cayendo al suelo inconsciente, el tipo sentado junto a mí y luego… nada. No hay nada más que esto, una habitación desconocida y este hombre quien no es el mismo que me desmayo. —¿Cómo dormiste? — pregunta con su voz ronca que me hace temblar. Su mirada se desliza por mi cuerpo y automáticamente bajo la vista dándome cuenta de que no llevo mi vestido, estoy con un camisón de seda que apenas cubre mis muslos. Mi primer instinto es cubrirme, pero mis planes cambian apenas diviso una puerta, salgo corriendo hacia ella rogando que esta esté abierta y por primera vez han escuchado mis ruegos, porque esta se abre y salgo corriendo a un pasillo donde todo se ve tan pulcro, tan brillante, tan… blanco. Las paredes blancas, el suelo de mármol abrillantado y uno que otro cuadro minimalista. Corro sin saber a dónde me dirijo y cuando llego al inicio de una escalera, sin pensarlo decido bajar, volteo para ver si el tipo me sigue y para mi suerte, no es así. Estoy a punto de llegar a la entrada. O mejor dicho mi salida, cuando la puerta se abre dejando ver a dos tipos enormes vestidos de n***o armados hasta dios sabrá dónde. —¿Se perdió señorita? — pregunta uno de estos y su acento me da a entender que no es americano. —Si, yo… necesito salir de aquí. Por favor, ayúdeme. — la risa que proviene detrás de mí es una clara advertencia que los tipos frente a mí no me ayudaran. —Si hay algo que detesto es tener que perseguir a mocosas como tú. Hazme el favor y vuelve a la maldita habitación hasta que llegue tu nuevo dueño. — el corazón se me detuvo al escuchar esas palabra ¿acaso piensa venderme? Mi mente enseguida comienza a imaginar posibles escenarios y el pánico se apodera de mi cuerpo. —Por favor, si lo que quieren es dinero, puedo darlo todo el que quieran, mi padre… Me quedo en silencio al ver como una de sus cejas se arquea y me mira divertido señalando el lugar a mi alrededor y pues sí, es obvio que dinero no quieren porque este lugar grita lujo y dinero por todas partes. Los muebles que a simple vista se notan que son costosos, los adornos minimalistas, la telaraña de cristal que cuelga del techo sobre una mesa donde tranquilamente pueden entrar veinte personas y aun así tener espacio suficiente para moverse, el mismo piso de mármol en color n***o y… maldición, estoy perdida. —Te habrás dado cuenta de que dinero es lo que menos nos falta. — se burla de mí. —¿En… entonces que quieren? Déjenme ir, por favor. Estoy a punto de casarme y… —Querida, esa boda no ocurrirá, además dejar plantado al novio y pensar recién después de dos días en volver — chasquea la lengua mientras ladea la cabeza negando y se encoje de hombros — ya es tarde. —¿Dos…? ¿Dos días? —Si, bueno. Quizá a mi hombre se le paso la mano con el cloroformo, pero el lado positivo es que dormiste durante todo el viaje. Sus palabras no concuerdan con mis recuerdos, estoy segura de que no usaron ninguna sustancia química, solo presionaron el punto exacto en mi cuello para dormirme… pero ¿viaje? —¿Dónde estoy? ¿Cómo es que…? —Ay dios, haces demasiadas preguntas y comienzas a irritarme. Estas en mi casa y si, cuando estuviste a punto de despertar luego de la ingeniosa llave que te aplico Kadir, decidió drogarte, no es para tanto. — comenta como si nada — Ahora, deja de inflarme las bolas y regresa a la habitación antes de que te arrepientas. No lo hago, definitivamente no pienso volver ahí, necesito salir, necesito volver a casa y decirle a Francisco que no lo abandone, que me llevaron contra mi voluntad, entonces recuerdo a mi padre, él debe de haber avisado a las autoridades y ahora mismo deben de estar buscándome, pero ¿Dónde mierda estoy? En su casa, claro, pero ¿en qué parte del mundo se encuentra su casa? Viendo la posibilidad de correr hacia afuera, aunque arriesgado teniendo en cuenta que hay dos orangutanes con armas a mi lado, tomo la valentía que necesito y salgo corriendo. Apenas mis pulmones reciben un poco de rayos UV y mis pulmones aire puro, siento que seré libre cuando la enorme mano del hombre que me tiene aquí me sujeta con brusquedad. » ¿Es que eres idiota o realmente tienes ganas de morir? —Por favor, déjeme ir y prometo no decir nada. —Mira, siendo honesto, si fuera por mí, te dejaría ir, aunque sin papeles y sin dinero, muy lejos no podrías llegar — se burla — aparte de que no quiero que el jefe me asesine por ti — se encoje nuevamente de hombros y me arrastra hacia adentro y sube las escaleras conmigo a rastras para encerrarme nuevamente en la habitación donde desperté. Las lágrimas corren por mis mejillas e intento inútilmente encontrar una manera de salir de aquí, golpeo la puerta, incluso el vidrio de la ventana, pero es inútil. Caigo de rodillas al suelo hecha un mar de lágrimas y tantas preguntas llegan a mi cabeza que no entiendo cómo es que no he perdido la cabeza aún. —Papá, espero que estés bien, que me encuentres. — susurro acurrucándome en el piso, abrazándome a mis piernas — Francisco, mi amor, jamás pienses en que pude haberte abandonado.
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