08 de octubre de 2020
Estando aquí, sin ser consciente de la hora, sin saber que ocurre afuera solo hace que me vuelva loca, no sé cuántos días llevo encerrada ¿un día? Quizá son dos, incluso puede haber pasado una semana y yo no fui consciente.
—¿Por qué me tiene que pasar esto a mí? — susurro mientras me acurruco en la cama.
Y aunque sé perfectamente que podría ser peor, que podría estar metida en un sótano, con las paredes húmedas y el piso lleno de moho o siendo golpeada e incluso abusada en vez de estar en esta cama, con sabanas limpias y cobija calentita, aun así, se siente feo, se siente vacío.
La puerta se abre y ni me inmuto, ha de ser Eda, la empleada que suele venir a traerme comida y ver si necesito algo, con la única que he tenido una charla. -Si es que se puede llamar charla a hacer preguntas y obtener monosílabos en respuesta-.
—Buen día, Señorita. Aquí le traigo su vestimenta, a las 12 en punto vendré a buscarla, hoy almorzara con el patrón.
Observo el vestido color crema que deja sobre la cama y el par de sandalias a juego y me reincorporo rápido.
—¿Me dejaran ir?
Un atisbo de esperanza surge en mi interior que se esfuma apenas veo su rostro mientras su cabeza se mueve hacia los lados de forma negativa.
» ¿Entonces que les hace creer que me preparare para bajar a almorzar?
Mi tono suena áspero y aunque sé que la muchacha frente a mí no tiene la culpa, es la única que tengo presente en este momento.
—Por favor, solo prepárese que vendré por usted a las doce en punto — observa su reloj de mano y me lo tiende — con su permiso.
Se retira dejándome nuevamente a solas y siento que voy a enloquecer, necesito hacer algo, respirar aire fresco, que el sol golpee mi cara así sean solo cinco minutos y las lágrimas nuevamente caen por mis mejillas. Quiero salir de aquí.
[…]
Las horas pasaron, faltan cinco minutos para las doce y aun sigo en la cama sin arreglarme, no pienso hacer lo que este tipo quiere, no soy su marioneta, suficiente con que me haya robado mi libertad como para que piense que voy a estar dispuesta a almorzar con él como si fuésemos amigos o siquiera conocidos, entonces las preguntas nuevamente llegan a mi ¿Por qué no me han golpeado? No me malentienda, es que ¿Cómo es posible que me hayan secuestrado y me tienen prácticamente como una princesa? Sin libertad, claro está. Porque el loco que me arrastro por las escaleras me dejo en claro que dinero no quieren.
—Señorita ¿aún no está preparada? Le he dicho que…
—Y yo te dije que no pienso bajar — me mira con pena, pero esta se borra cuando asiente y sale nuevamente de la habitación.
Entonces la desesperación viene a mí, el grito que sale de mi boca raspa mi garganta, mis manos duelen con la necesidad de golpear algo, de romper o simplemente de estrujar. Ansiedad, tengo un ataque de ansiedad y solo puedo respirar bien cuando el ruido de los objetos que lanzo resuena por toda la habitación cuando estallan en miles de pedazos hasta que la puerta se abre.
—¿Qué crees que haces? — la voz ronca del loco número uno me estremece, pero la rabia no me deja racionar y lo fulmino con la mirada antes de lanzarle lo que tengo en la mano.
—¡Quiero irme de aquí! — me lanzo contra él y comienzo a golpear su pecho, él me deja.
—Si, bueno, yo quiero tantas cosas — se encoje de hombros y sostiene con brusquedad mis muñecas deteniendo los impactos. — El querido jefe te espera — su sonrisa socarrona me enfurece e intento alejarme.
—No, no pienso ir a ningún lado que no sea mi casa.
—¿Realmente te gusta que te arrastren? Mierda — niega con la cabeza y procede a hacerlo, el muy imbécil me arrastra fuera de la habitación hasta el inicio de las escaleras, donde me mira y frunce el ceño — Piensas caminar o también te tengo que arrastrar por las escaleras.
Voy a negarme con la esperanza de que no sea tan inhumano, creyendo que no lo haría, pero ¿si me secuestro porque no me tiraría escaleras abajo? Rápidamente me pongo de pie y aun en contra de mi voluntad, bajo las escaleras normalmente, aunque poniendo un poco de resistencia.
Me dirige a una sala que no he visto antes, un comedor para ser más exactos y me quedo embelesada con el lugar.
¿Es que todo tiene que ser tan lujoso?
A mis padres les encantaría, aunque no son de esos que quieren demostrar que el dinero les sobra, puesto que es así, ellos prefieren ser más discretos.
—Aquí tienes a la fiera, querido hermano.
habla el imbécil número uno y recién ahí es que caigo en cuenta que estamos en presencia de alguien más, el supuesto ¨patrón¨
—¿Acaso Eda no le llevo la ropa que le mande? — pregunta el tipo sentado en la punta de la mesa con una de sus pobladas cejas arqueadas. — ¡EDA! — grita haciendo exaltar y en menos de un minuto, la muchacha aparece frente a nosotros.
—Señor, dígame ¿Qué puedo hacer por usted? — la forma tan sumisa con la que se dirige a él me produce rabia ¿Quién se cree este tipo?
—¿Acaso no te di un puto vestido para que se ponga? — pregunta con los dientes apretados.
—Yo — los nervios de la mujer son evidentes y el miedo también.
—Si — interrumpo — Me lo llevo, pero no se me dio la gana de ponérmelo ¿Qué se cree? ¿Qué voy a vestirme ¨adecuadamente¨ cuando estoy aquí en contra de mi voluntad? — la mano en mi brazo aprieta más y el rostro de Eda parece desencajarse.
El tipo que se encontraba sentado se pone de pie lentamente apoyando ambas manos sobre la mesa, suspira y niega mientras mantiene la cabeza gacha, me pone nerviosa, más cuando le hace señas a la empleada para que se retire y esta lo hace corriendo, aun así, no le voy a demostrar que me tiene temblando, yo no soy así, no muestro mi debilidad ante nadie.
—Vete Kerem — exige y el tipo que me sostenía se retira sin decir ni ¨A¨
No me inmuto, aunque inevitablemente busco un lugar, una oportunidad de salir de aquí, cuando veo que comienza a caminar hacia mí, inconscientemente doy unos pasos hacia atrás, pero la puerta cerrada me lo prohíbe. El idiota, que ahora sé, se llama Kerem, cerró la puerta cuando se fue. Hijo de su…
» ¿Acaso tengo que explicarte cómo funcionan las cosas aquí? — dice tan cerca mío que mi cuerpo se estremece del pánico.
—¿Por qué me tienen aquí? — pregunto sin responder a su pregunta.
—Las preguntas aquí, las hago yo. Todo lo que yo diga se hace sin chistar. — y no sé si es ese tonito engreído, la sonrisa de suficiencia o qué, pero mis nervios se alteran y comienzo a gritarle como una loca.
—¡Me importa una mierda quién eres, que digas o que quieras! Sino me dejas salir de aquí, juro que…
—¿Qué? — ahora sí, su cercanía es casi nula, siento su respiración chocar en mi rostro y el terror me invade cuando su enorme mano aprieta con fuerza mi mandíbula — no me hagas enojar, porque han sido días agradables, así que, u obedeces o terminas en una fosa común junto a los demás que osaron de siquiera levantarme la voz.
—¿Por… porque me tienes aquí? ¿Qué es lo que buscan?
—Eso es un asunto que tengo que arreglar con tu padre, no son temas de niños — posa su mano sobre mi cabeza y da pequeños golpes, como si fuera un perro y eso me enfurece, maldición, este tipo me saca de las casillas. — Ahora… Alexa ¿Cierto? — no respondo — Por desobedecerme, te quedaras sin comida hasta nuevo aviso.
—¿Qué? No puedes… — y en menos de un segundo, entra otro tipo y enseguida lo reconozco, es el que me desmayó dentro del coche. Me toma del brazo con fuerza. — Suéltame maldito imbécil, cuando mi padre los encuentre los tendré de rodillas pidiendo perdón. — ignorándome me lleva a la habitación que he estado ocupando a rastras y nuevamente me encierran.
Golpeo, pataleo y grito, pero nadie viene, nadie me escucha o, mejor dicho, nadie me presta atención. Quiero llorar.
La angustia que recorre todo mi cuerpo hace que caiga al suelo, intento respirar bien, pero esta vez un ataque de pánico me golpea fuerte y quedo tiesa en el suelo, sobre la estúpida alfombra que hasta ahora me doy cuenta de que existe.
De un momento a otro la puerta se abre, pero no puedo concentrarme en nada más que en intentar que mis pulmones reciban el aire que necesitan.
Soy llevada hasta la cama y murmullos de dos o tres personas llegan a mis oídos, pero no puedo responder, no tengo control de mi cuerpo y eso me aterra; momentos después siento un pinchazo en mi brazo que hace que todo a mi alrededor deje de existir, incluso la dificultad de respirar, todo desaparece y la oscuridad me abraza. Soy libre al fin.