-¿Has descubierto algo?-preguntó Merx, el alquimista del mercurio a Griselda mientras estaban solos en una parte de la gran carpa.
Griselda lo miró con astucia y luego le sonrió, a la vez, que plegaba sus piernas hacía su torso sentada sobre su silla de madera.
-Tengo mis sospechas-se limitó a contestar. No quería hablar demás, y menos cuando no tenía ninguna certeza-No te preocupes, es en esta región, Merx-su voz era segura, o eso era lo que ella pensaba y quería aparentar.
Él suspiró resignado.
-Llevamos casi cuatro años buscándola-Luego, su resignación se convirtió en rabia-Si no fuera por aquella mujer... Solo sirvió para crearla, pero nos arrebató la oportunidad-la respiración de él se agitó con cada palabra.
Con cada rabia.
Antigua rabia.
-Tranquilo-lo atajó ella, mientras mi
