Capítulo 5: Nuevo circo.

1337 Words
Aaron y Aeris se encontraban hablando sobre el espectáculo que darían esa misma tarde mientras los dos comían, junto con Feuer, Almendra y Crista, que ya se sentía mejor y había bajado para reunirse junto a ellos. Pues, en toda la noche, luego de volver junto a Feuer del bosque, y toda la mañana, se había quedado acostada suspirando y pensando en ese chico. ¿Quién será? Se preguntaba constantemente, sin olvidarse de aquella tristeza que le mostraron los ojos verdes del intruso ¿Qué haría en aquel bosque? ¿Cómo hacía para levitar aquellos objetos? ¿Y por qué no pude defenderme? Seguía preguntándose, frustrada y enojada, consigo misma al no entender la amenaza que significaba aquel chico. Sin embargo, lo único que sentía cuando lo recordaba era nuevamente esa tristeza que la hizo temblar más que cualquier frío que hubiese experimentado. No obstante, ella se había percatado, de que también había tenido una pequeña oportunidad con su mirada al notar la reacción de él encapuchado cuando la miró fijo a los ojos. Pareció temblar de pies a cabeza, y no era el único que había sentido eso al mirarla ya que, Feuer había tenido la misma experiencia y sabía que él, desde ese momento, trataba de no hacerla enojar, solo por no enfrentar a sus ojos glaciales. Crista volvió a suspirar. -¿Otra vez en la nube de valencia?-Le preguntó Aeris enarcando una ceja castaña. Sus ojos marrones la estudiaban con la mirada. -No, solo pensaba-Le respondió seria y sin prestarle atención. Aeris odiaba que le hicieran eso. Sin embargo, entrecerró los ojos y siguió con su almuerzo. -Admirad mi obra maestra-Gritó Almendra mostrando su plato. Aaron rio por la creación, Aeris siguió con su comida y Feuer y Crista pusieron los ojos en blanco, mirando el pequeño paisaje que Almendra había hecho con puré de papas, brócoli y un poco de agua que había tirado para simular un río entre medio de dos zanahorias que eran represas. Feuer miró a Crista haciendo una seña de su dedo girando sobre su sien, como si Almendra estuviera loca y ella rio disimuladamente. ¿Cómo es posible? Se preguntó luego del gesto de Feuer, parece que se diera cuenta de mis sentimientos y buscase siempre la forma de hacerme reír, pensó mordiéndose el labio disimuladamente, mientras admiraba la camiseta siena y ajustada que se adaptaba de una manera increíble a los músculos del torso de su amigo. Luego, sin previo aviso él la tomó por los hombros con gesto amistoso y le susurró al oído: -No te sigas torturando con tus pensamientos, no resuelves nada con eso-Su tono sonaba amistoso, pero a la vez, había un pequeño tono de reproche-Y si algo te preocupa demasiado has algo para cambiarlo-Esta vez, su tono era el de una orden. Crista se sintió un poco impactada por la actitud de Feuer. Ya no era una niña, y él se lo demostraba tratándola más como una adulta, a través de sus palabras. Algo que había notado hacía rato, ya que él ya no le guardaba secretos y siempre le decía lo que pensaba por más duro que fuera. -Sí-suspiró aceptando que tenía razón y le pellizcó la mejilla a su amigo-pero no me des órdenes-lo señaló con el tenedor y él levantó los brazos actuando como si lo estuviera apuntando con un arma. Aeris miró aburrida a sus amigos y suspiró, mientras observaba como su maestro se hacía presente en el recinto con sus pasos ágiles y seguros, que a pesar de haber aumentado un poco de peso en el último par de años, su figura imponente y fibrosa no se había perdido. -No juegues con la comida-Le dijo el maestro de ceremonias, Erde, el alquimista de la tierra a Almendra-Ya estas bastante grande para eso-sus ojos castaños la miraron con seberidad. Almendra se encogió de hombros ante la orden de su padre y se puso a comer los alimentos que había estado utilizando para su pequeño paisaje. Erde era un hombre de unos cincuenta años, canoso, de ojos marrones muy claros y un cuerpo fornido. Era bondadoso y siempre los trataba como sus hijos, a pesar de que su propia hija biológica estuviera allí. Él conocía muchas cosas sobre alquimia y poseía un gran poder. Corría un rumor de que Erde, en sus años de juventud, había desplazado una montaña para esconder un tesoro. Pero, ningún humano había podido encontrarlo alguna vez. Y los allí presentes, ignoraban cualquier detalle de aquel acontecimiento. Sin embargo, Crista sabía sobre lo poderoso que era Erde y supo, que podía preguntarle a él, sobre los poderes de aquel intruso misterioso. -Señor Erde ¿Puedo hablar un momento con usted?-Le preguntó ella con respeto a pesar que lo conocía desde hacía casi tres años, sin contar, que era el padre de su mejor amiga. Él la estudio con la mirada. -Por supuesto, acompáñame hasta la cocina, pues aún no he comido-Le dijo con gesto paternal pero sin olvidar el respeto de alumna y profesor. Crista se levantó de su asiento y lo siguió hasta la cocina. Feuer la vio irse, con un gesto leve de sospecha. Él sabía que Crista no había encontrado un animal herido cuando había ido al bosque esa noche. Pero, no le sorprendía tanto el hecho de encontrarse con un intruso, sino, más bien, que le ocultara ese hecho. Y se sentía un poco triste, pues, al parecer, ella no confiaba en él. -¿De qué querías hablar, Crista?-Le preguntó Erde sirviéndose puré de papas y un trozo de carne. -Pues...-Crista tardó unos segundos en contarle. Pensaba que Erde no estaría contento con lo que escucharía y que quizá, la regañaría por no haberle contado desde un principio. Sin embargo, también sabía que esa actitud era infantil y de cobarde-En la noche, me encontré con un chico desconocido en el bosque... Erde la miró con una sonrisa. -Así que, un nuevo amor-Dijo él bromeando-¿Quieres algún consejo sobre eso?-Le preguntó extrañado, pues, ni su hija le pedía ese tipo de consejos. Crista se ruborizó al momento por las conclusiones de Erde. -No-Exclamó con fervor-No se trata de amor. En realidad ni siquiera lo conozco-Erde la miró serio al darse cuenta de su error-Aquel chico estaba levitando objetos, como piedras y rocas, en el aire. También, pudo retenerme en el suelo sin necesidad de usar su cuerpo-Él la miró sorprendido. -¿Un usuario de gravedad?-Se preguntó más para sí mismo que para Crista. Ella lo miró sorprendida. -¿Gravedad? -Sí-sonó cortate y al darse cuenta, se aclaró la garganta-son casos muy raros. Muy pocos alquimistas pueden controlar la gravedad, al ser un elemento demasiado general-Erde se quedó pensando en el lugar-¿Fue la primera vez que lo viste? -Pues... Ya lo había visto en nuestro circo en la tarde de ayer-Él la miró sorprendido. -Crista-Le dijo serio a los ojos tomándola de los brazos-¿En qué zona del bosque lo viste? -En...-Crista no pudo terminar la frase, ya que Almendra se acercaba a los gritos. -¡Papá, un nuevo circo se está instalando frente al nuestro!-Erde y Crista la miraron desorientados. Él soltó a Crista y se acercó rápidamente hasta Almendra. Los dos salieron del comedor seguidos por los demás. Ella se quedó paralizada unos instantes, pero no espero a que nadie la llamara y se unió a ellos. -¿Qué es eso?-Se preguntó al ver la gran carpa de colores azules, violetas y negros, de casi seis metros de altura. Pero, lo que más le llamó la atención era un símbolo de una cruz negra rodeada de dos rosas rojas y unas cuentas negras de rosario uniendo las rosas. Una mujer de cabello y ojos grises, vestida completamente de n***o, tomó una antorcha encendida y sopló sobre ella lanzando una gran bocanada de fuego hacía el aire. Cuando tuvo la atención de todos en el lugar anunció: -¡Bienvenidos al Circo, Rosae Crucis! Al instante, Crista tembló de pies a cabeza.
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