Danna salió del negocio de su padre llorando a lágrimas vivas, su decisión ya estaba tomada, llegó a su cuarto y cayó en la cama, temblaba de la desesperación, daba vueltas y ahogaba sus gritos en la almohada. Corrió al baño y se desnudó, entró en la ducha y abrió la regadera, se agachó junto a la pared y el chorro de agua caía en su cabeza: —¿Por qué yo? —se preguntó una y otra vez, abrazó sus piernas con sus manos y se mecía, al poco tiempo dejó de llorar. —¿Danna eres tú? —preguntó Flor. —Sí... Me estoy bañando —contestó Danna incorporándose y cerrando la regadera. —¡Tengo ganas de ir al baño, apúrate! —prácticamente gritó Flor desesperada. Danna tomó una toalla y se cubrió con ella, así mismo tomó su ropa sucia y salió del baño, Flor entró y cerró la puerta con un solo empujón.