Prefacio
Ese día era como cualquier otro para el príncipe Bruno. Realmente no había mucho que hacer, más que presumir sus dotes con la espada o caminar tranquilo por los jardines. Pero el día no iba a ser tranquilo por mucho tiempo, las cosas se iban a poner intensas. El en ese entonces, era el único hijo del rey y la reina, era ese pequeño hijo que no les unía la sangre, sino el inmenso amor que se tenían.
La vida ni siquiera podía considerarse fácil para el, pero intentaba cada día, que todo siguiera su ritmo tal y como debería hacerlo. Por eso, hizo lo mismo de siempre, ir a caminar por la ciudad y disfrutar un poco de su gente. El estuvo en un orfanato hace muchos años y amaba visitar a los huérfanos de la ciudad, le hacía sentir que regresaba a su antigua casa.
—Hijo —dijo de repente la reina, quería llamar la atención de su único hijo.
—Mamá, no insistas. Todos los meses hago esto y todos los meses seguiré haciéndolo —dijo molesto su hijo. Su madre no parecía entender las cosas que para el eran importantes.
—Ve con cuidado, las cosas se están poniendo peligrosas para nosotros. Ellos no van a parar hasta matarnos.
Bruno abrazó de inmediato a su madre, se notaba que ella estaba completamente destrozada por los hechos. No era fácil la situación para ellos y aunque este le dijera miles de veces que todo estaría bien, la verdad era que no. La invasión era algo muy próximo y las destrucción de la familia real, también lo era.
De todas formas, Bruno hizo caso omiso a las advertencias de su madre y de todas maneras, se internó en la ciudad en su limusina negra. Las banderitas brillaban intensamente y todo el mundo, ya era conciente de su presencia. Hizo como cada mes, visitó a los huérfanos, recorrió las ferias de la ciudad, comió en algunos restaurantes de clase baja y se dedicó a volver al palacio.
Pero a último momento, decidió hacer algo que no solía hacer ese día de cada mes y era ir de caza. Saliendo un poco de la ciudad, hay un pequeño bosque, donde los hombres de la nobleza suelen ir a cazar y el príncipe no es una excepción. Pero está vez, la cacería le costaría muy caro.
En dicha cacería junto a sus guardaespaldas, tuvo un pequeño desliz y accidentalmente acabó separándose de sus hombres. No fue mucho tiempo el que tardó buscándoles, cuando de repente, un arma estaba apuntando directamente a su cabeza. Ese fue el momento, en que Bruno hecho a correr como si su vida dependiera de ello y acabó dándose cuenta, que su madre tenía razón. Lo quieren muerto y no planeaban parar hasta lograrlo.
La persecución entre el príncipe y el asesino se volvió ruidosa, hasta el punto de que finalmente los hombres de Bruno pudieran dar con el. Pero cuando estos llegaron hasta la escena, el crimen ya había sido cometido y el príncipe había sido asesinado a sangre fría. Fue a cazar y terminó cazado, que ironía.