Después de la muerte de Drake, busqué en muchísimos lugares el significado de la palabra dolor. Encontré una larga lista de ambiguos términos que se quedaban cortos para lo que mi mente, alma y corazón sentían por él. Nada de lo que leía se asemejaba ni siquiera un poco a la sensación de vacío que su muerte dejó. Era un puñal que nunca podría arrancar de mi pecho. Casi mil novecientos días después de su muerte y seguía tan fresca como la pintura que mi madre mandó a colgar en la pared. Por ser la siguiente coronada, mi retrato debía quedar en las paredes para la posteridad. Ambas sabíamos que cuando muriéramos, nuestros sucesores las dejarían llenarse de telarañas en el ático de la mansión. Ninguna persona quiere que los muertos lo miren. La sangre espesa que entró a mi boca la noche que