Las imágenes se reproducían en mi cabeza. El deseo de Keyla. Ella deseó que su esposo muriera. Eso sucedió la última vez que vio a Luciano. Todo comenzaba a caer por su propio peso. Luciano sí era un ente macabro, un demonio, un espectro del infierno que le concedió un deseo sangriento a costa de nuestras almas. ¿Qué barbarie provocó esa mujer? Una que nadie podría apagar. Keyla abrió las puertas al infierno para todas las mujeres que fueron selladas por el demonio.
―Es espantoso —proferí al imaginar la forma tan horrible de morir.
Su vista perdió enfoque mientras narraba el pasado, pero regresó en sí cuando giró y comió una de las galletas. Masticaba de forma suave, con la mirada en las grisáceas nubes sobre nosotros, augurantes de una tormenta. El sol que me quemaba se ocultó tras ell
