Ariel
Justo cuando creí que había escapado, sentí una presencia detrás de mí.
—Cobarde, —escuché la voz de Livia, llena de desdén, su respiración acelerada, —¿Abandonarme así?
—Pensé que podía librarme de dos pájaros con el mismo tiro, —respondí sin darle la vuelta, mi voz teñida de sarcasmo.
Un grito ensordecedor resonó desde dentro de la iglesia, seguido por una explosión. La estructura tembló y parte del techo colapsó, enviando una nube de polvo y escombros al aire.
Zadkiel emergió de las ruinas, sus ojos fijos en nosotros, brillando con una ira intensa.
Livia no perdió tiempo. Me agarró del brazo y, con un susurro de un hechizo, nos teletransportó lejos de allí. El mundo se desvaneció y en un parpadeo, nos encontramos de pie frente a un club del Inframundo.
La música retumbaba a nuestro alrededor y las luces brillaban, creando un contraste surrealista con la escena de la que acabábamos de escapar.
Solté un suspiro de alivio, aunque la sensación de peligro no desaparecía.
—Esto no ha terminado, —dije, mirando a Livia con seriedad.
—No, —respondió ella, su mirada igual de intensa. —Apenas está comenzando. Pero el ángel no nos encontrará aquí.
Livia me arrastró a través de la multitud bulliciosa del club. Mientras avanzábamos, saludaba a varios demonios con una sonrisa seductora, sus ojos brillando con una mezcla de travesura y malicia.
—Livia, preciosa, ¿nos veremos después? —le susurró un demonio alto y musculoso, acariciándole el brazo.
—Tal vez, si te portas bien, —respondió ella con una sonrisa, dándole un leve empujón con la cadera.
Observé la escena con incredulidad, sin poder creer lo que veía. Cada demonio que se cruzaba con Livia parecía hipnotizado por su presencia, como si fuera una reina en su reino oscuro. Era evidente que ella conocía bien este lugar y a sus habituales visitantes.
—No puedo creer lo que veo, —murmuré, más para mí mismo que para ella.
—¿Qué es lo que no puedes creer, caído? —dijo Livia, lanzándome una mirada rápida por encima del hombro. —¿Que una demonio pueda tener algo de influencia?
—Algo así, —respondí, apretando los dientes. —Más bien, que alguien como tú tenga algún tipo de lealtad de estos... seres.
—No es lealtad, es más... —dijo con una sonrisa felina, —saben con quién se pasa bien.
Finalmente, llegamos a la zona VIP. Livia abrió las puertas y me empujó dentro. Al cerrarse detrás de nosotros, el bullicio del club quedó completamente silenciado. Era como si estuviéramos en un mundo aparte, aislados del caos y la música ensordecedora.
—¿Por qué este lugar? —pregunté, mirándola con desconfianza. —Podríamos haber ido a cualquier otro sitio.
—Fue lo primero que se me ocurrió, —respondió ella con un encogimiento de hombros. —Además, Kira sabrá dónde encontrarme.
La mención de Kira me hizo recordar que la hada demonio no estaba con nosotros cuando apareció Zadkiel.
—¿Y dónde está ella ahora? —inquirí, mirando alrededor como si esperara que apareciera de la nada.
—No te preocupes por ella, —dijo Livia, acomodándose en un sillón lujosamente tapizado. —Sabe cuidarse sola. Ahora, centrémonos en lo importante.
Desenrollé el diario y comencé a hojear sus páginas amarillentas. Livia se inclinó hacia adelante, su curiosidad en cada uno de sus movimientos. Aunque nuestras intenciones estaban alineadas por el momento, la desconfianza y el odio mutuo seguían latentes.
—Así que, —dije con tono mordaz, —¿qué tan desesperada estás por encontrar esta arma?
Livia me lanzó una mirada intensa, sus ojos brillando con fuego.
—Lo suficiente como para soportarte a ti, caído.
Solté una risa irónica y volví mi atención al diario.
Mientras hojeaba el diario, las páginas crujieron bajo mis dedos, revelando fragmentos de textos antiguos y crípticos.
Livia se inclinó hacia adelante, sus ojos recorriendo las palabras con una intensidad que casi podía sentir en mi piel.
Encontramos algunas pistas, pero nada claro, solo fragmentos que hablaban de la "Caverna del Olvido" y de pruebas para aquellos que se atrevían a buscar en su interior.
—Parece que tenemos que ir a la Caverna del Olvido, —dije finalmente, cerrando el diario con un chasquido, aunque ese había sido mi destino desde que que salí de casa.
Livia levantó una ceja, su expresión una mezcla de escepticismo y curiosidad.
—¿La Caverna del Olvido? —repitió. —Suena muy acogedor.
—Es el único lugar mencionado en estas páginas que tiene algún sentido, —respondí, cruzando los brazos. —Y si queremos encontrar el arma, tendrás que usar esa magia de desaparecer y aparecer.
Livia se recostó en el sillón, mirándome con una sonrisa burlona.
—¿Y esperas que simplemente nos teletransporte allí, caído? —se burló. —No funciona así. Sólo puedo hacerlo si conozco el lugar y a una distancia limitada.
Suspiré, la frustración burbujeando en mi interior.
—Perfecto, —murmuré, masajeándome las sienes. —¿Entonces cuál es tu plan brillante, oh gran demonio?
Livia se levantó lentamente, su mirada fija en mí con un destello de desafío.
—Nos preparamos y viajamos como lo harían los mortales, —dijo, su tono goteando sarcasmo. —A pie, en coche, lo que sea. Pero no esperes magia instantánea para salvarnos el día.
—Por supuesto, —dije, con un tono igualmente mordaz. —Porque nada puede ser fácil cuando estás cerca.
Ella rió, un sonido oscuro y melodioso que resonó en la sala silenciosa.
—Lo mismo podría decir de ti, caído.
Nos quedamos en silencio por un momento, ambos mirándonos en una lucha de egos que iba más allá de lo mortal. Esta búsqueda sería larga y peligrosa, y nuestra frágil alianza estaba lejos de ser ideal. Pero por ahora, era todo lo que teníamos.
—Muy bien, —dije finalmente. —Salgamos de aquí y pongámonos en marcha.
Livia me detuvo justo antes de que pudiera dar un paso fuera de la zona VIP.
—Espera un poco más, —dijo, su voz más suave de lo habitual. —Necesitamos estar seguros antes de salir.
Asentí, aunque la impaciencia latía en mis venas. Los minutos pasaron lentamente, y el silencio pesado entre nosotros solo se rompió por el murmullo apagado de la música del club. Finalmente, un destello de luz precedió la aparición de Kira, quien apareció frente a nosotros, claramente nerviosa y preocupada.
Kira se acercó a Livia y le susurró algo al oído. Pude captar algunas palabras, suficientes para comprender el mensaje.
—Padre te está llamando.
Livia maldijo en voz baja, su rostro oscureciéndose. Se volvió hacia Kira, su expresión firme.
—Cuida del caído mientras no estoy, —ordenó, sus palabras goteando autoridad.
Mi reacción fue inmediata y mordaz.
—No necesito niñera, —le espeté, mi tono cargado de desdén.
Livia solo puso los ojos en blanco antes de desaparecer en un parpadeo, dejándome solo con Kira. La hada demonio me miró con una mezcla de nerviosismo y compasión, sus alas vibrando ligeramente.
—Livia no es mala, —dijo Kira suavemente. —Solo necesita ser comprendida.
Rodé los ojos, sacando el mapa de mi bolso con movimientos bruscos.
—Como si me importara, —murmuré, extendiendo el pergamino frente a mí.
Kira suspiró, pero no dijo nada más, permitiendo que me concentrara en el mapa antiguo y compralo con el nuevo. Tracé las líneas y símbolos con los dedos, intentando descifrar la ruta hacia la Caverna del Olvido.
Kira se mantuvo en silencio todo el tiempo, sus grandes ojos observándome con una paciencia que me resultaba inquietante.
Mientras estudiaba el mapa, mi mente volvía una y otra vez a la conversación con Livia y el misterioso "Padre" que la llamaba.
—¿Por qué sigue haciendo esto? —pregunté finalmente, sin apartar la vista del mapa.
Kira se mantuvo en silencio por un momento, luego respondió con suavidad.
—Porque está buscando algo, al igual que tú. Quizás no lo mismo, pero algo que necesita.
No respondí, dejando que sus palabras se desvanecieran en el aire. Concentrado en el mapa, me dije a mí mismo que encontrar el arma era mi único objetivo.
Pero en algún lugar, enterrado bajo capas de orgullo y resentimiento, comenzaba a cuestionarme cuánto de mi búsqueda estaba realmente entrelazada con la de Livia.