Capítulo 1
No hacer ruido, eso era lo primordial para poder seguir con vida. Eso era lo unico que teníamos que cumplir para poder escapar tanto de esos cuerpos que anteriormente habían sido personas, como tambien de los que nos seguían, aunque encerrados en un edificio no creo que fuera de gran ayuda.
-Sam, no te separes de Fred- me dijo mi madre en un susurro mientras observaba por una rendija de las tablas atravesadas por lo que alguna vez había sido una ventana para ver si el coche que estaba buscando a todo nuestro grupo aún seguía rondando por los alrededores.
Yo solo asentí con la cabeza para no hacer ruido y lentamente me fui a la otra habitación para poder estar con mi tío Fred, quien era hermano de mi difunto padre.
Cuando todo comenzó, hace ya más de dos años, mi madre y mi padre al enterarse de todo lo sucedido, cosa que no es muy agradable de contar, ya que mi padre tuvo que… asesinar a uno de sus mejores amigos por lo que había ocurrido, nos fuimos en un coche, que a los pocos metros nos robaron, llevándose tambien así, la vida de mi padre.
Nunca logré llegar a entender por qué la gente es capaz de asesinar a otro ser humano por tan solo nada; por desesperación; porque, es él o yo, cuando simplemente uno puede compartir.
Cuando llegué a la otra habitación, mi tío estaba acomodando a uno de los pocos niños que había en el grupo. La falta de adultos, hacía tambien que nuestro grupo fuera vulnerable ante cualquiera, sin contar tambien la falta de armamento.
Mi madre por su parte, nunca había querido que cargara con un arma de fuego, por lo que solo tenía que apañármelas con un bate de béisbol que tuve cuando iba al colegio.
¡El colegio! Y pensar que lo odiaba con toda mi alma, como desearía ahora volver a esos tiempos, aunque sé que ya no se puede. Es triste y nostálgico. Mis compañeros, mis amigos… todos habían desaparecidos. Todos o habían muerto, o estaban ya convertidos en esas cosas que ya ni humanos se les podía decir, o vivían escapando como la mayoría de los humanos que quedaban alrededor de todo el jodido planeta.
Escuché a mi tío tararear una calmada y algo alegre nana a los niños para que se durmieran, aunque, para ser sinceros, ¿Quién se podía dormir con los tiempos como estaban?
Parecía que todo estaba en nuestra contra y eso, en un punto, frustraba. Frustraba no poder hacer nada para proteger a las personas que te importaban, porque, todos allí habíamos perdido a seres queridos, que el tiempo no nos iba a devolver y lo sabíamos.
-¿Quieres ayudarme con la comida Sam?- me preguntó Fred sacándome de mis pensamientos y lo miré.
Se había acercado a la puerta de la habitación, donde yo me encontraba acostado contra el marco de la puerta. Ni me había percatado de que se había acercado. ¿Cuándo lo había hecho?
-¿Qué?- le pregunté en voz baja, porque como siempre teníamos que hablar en un murmullo.
-Ven- dijo finalmente al ver que yo no le había prestado atención y ambos nos fuimos hacia la “cocina” del departamento donde nos encontrábamos, encontrándonos así, con Austin, Lee y JP, que estaban preparando lo poco que nos quedaba ya de comida para los cuatro niños.
-Ya nos estamos quedando sin provisiones- dijo Lee mirando a mi tío, ya que se podría decir que él era como el líder del grupo.
-Lo sé- dijo agachando la cabeza y suspirando pesadamente.
Sobrevivir en esos tiempos era difícil y más aún si se tenía en cuenta que en el grupo contábamos con casi veinte miembros, de los cuales no me sabía los nombres de todos y por ello los había apodado a mi manera.
Austin, Lee y JP eran los unico que me sabía.
Austin tenía los cabellos negros como el carbón, al igual que sus ojos y en atura no nos diferenciábamos mucho entre los cuatro, algunos centímetros más, algunos centímetros menos, pero no tantos. Austin era un poco reservado, y ya con los casi dos años que habíamos pasado juntos, poco sabía de su vida anterior, mientras que él sabía toda la mía, ya que cada vez que intentaba hablar con él, siempre terminaba haciendo un monologo aburrido, aunque muchas veces lo veía hablar con JP lo más bien. Parecía que yo le caía mal o algo por el estilo.
Lee había sido un estudiante extranjero, que había llegado a los Estados Unidos, desde Corea del Sur, para estudiar medicina, aunque nunca llegó a hacerlo, ya que cuando llegó su vuelo, todo comenzó. Lo encontramos hace menos de un año a las afueras de una de las ciudad que habíamos estado recorriendo para buscar provisiones y así fue cómo se sumó a nuestro grupo después de que todo su grupo había sido aniquilado por un grupo de personas que no solo mataba zombis, sino tambien que mataba a personas solo por el hecho de que tenían que robarle las cosas que llevaban. Así tambien era que secuestraban a las mujeres jóvenes y a los jóvenes que parecían ser buenos en el trabajo pesado.
Uno de los que se encontraba en el grupo había sido atrapados por un grupo de esos hombres, que poco ya tenían de hombres, y había logrado escapar, pero no le fue gratis, ya que perdió un brazo en su escapada. Verlo me daba tristeza y temor, y era por ello que poco había hablado con ese hombre de tan solo treinta años.
JP, por su parte era sudamericano que toda su vida había vivido en Los Ángeles, con su familia que había sido transformada medio año después de que todo comenzó. Siempre llevaba puesto una gorra que su padre le había regalado para su cumpleaños de ese año, y aunque me había contado que no le había agradado para nada cuando se la habían dado, había sido lo primero que había agarrado antes de salir de la casa cuando comenzó todo el desastre.
-Va a ser mejor que por la mañana vayamos a buscar por la ciudad algo de comida para no morir de hambre- dijo mi tío a los que nos encontrábamos allí, ya que se habían acercado la mayoría del grupo.
-Yo creo que no sería mejor que nos quedáramos aquí hasta mañana. La comida puede alcanzar hasta todo un día y después vayamos a buscar. Ellos siguen afuera- comentó una de las mujeres del grupo.
Una pelirroja que poco me agradaba, y con la cual nunca había hablado, ni siquiera sabía cómo se llamaba.
-Yo opino lo mismo- “De tal palo tal astilla” me dije al ver quien había hablado. La hija de la pelirroja.
-Es muy arriesgado. Si no llegamos a encontrar comida no podremos comer Dios sabe hasta cuándo y los niños no pueden estar sin comer.
Ambas mujeres se encogieron de hombros, como si poco le importaran la salud de los niños, que para agregar, uno de ellos estaba enfermo por la lluvia que tuvimos un par de días atrás, donde nos mojamos todo y que sea otoño no ayudaba mucho tampoco.
-Tambien necesitamos buscar medicina- comentó uno de los ancianos del grupo.
Con anciano me refiero a sesenta y largos años.
El señor era el que más intentaba aligerar el roce entre alguno de los miembros, entre los cuales, obvio, debo de agregar a mi tío y la pelirroja. Aunque creo que cualquiera se llevaba mal con esa mujer, por lo poco solidaria que era y tambien por lo poco que se importaba por los demás. Por ella, hubiese dejado a todos los niños que encontramos tirados y que murieran de hambre, de sed, mordidos o de un tiro en la cabeza. Para ella le daba igual. Ahora sí, todo cambiaba cuando se trataba de su hija. Ahí sí, todos nos teníamos que deslomar por salvar a la idiota de un grupo de zombis, que para agregar, la tonta gritaba como loca llamando la atención de más y más.
Ese día quise matarla en verdad. Gracias a ella perdimos a varios y eso, no lo perdoné y lo sigo sin hacer, aunque bueno, asesinarla no iba a hacerlo, o por lo menos no lo tenía pensado.
Comimos la poca comida que nos quedaba todos juntos y unas horas después de que vimos que aquellos hombres no se encontraban merodeando por los alrededores, decidimos revisar todo el edificio donde nos encontrábamos para buscar comida y alguna que otra cosa que sirviera para poder sobrevivir unos días más sin morirnos de hambre.
JP se quedó con los cuatro niños ya que era el que más los mantenía entretenido y el que evitaba que hicieran ruido al igual que mi tío.
Yo por mi parte me fui a las plantas de arriba para ver si encontraba algo y tambien para deshacerme de los pocos zombis que quedaban dentro del edificio. Uno a uno, me hice cargo de los que veía por el camino intentando hacer el menor ruido posible para no terminar como ellos.
-No he encontrado nada- dije cuando llegué nuevamente a la planta donde se encontraban ya todos con caras de preocupación- ¿Qué sucede?- pregunté.
-Nada, es que… mañana tendremos que irnos si queremos vivir y además debemos de encontrar algo para alimentarnos- me contestó mi tío que se había apoyado contra una de las ventanas mirando hacia fuera- Pero ahora, vamos a dormir. Haremos turnos como siempre- comenzó a decir mi tío y nos miró a los que siempre lo hacíamos y comenzó a repartir los turnos. Por suerte a mí no me tocó porque ya lo había hecho el día anterior y era siempre un día sí, un día no.
Me acosté sobre el suelo de madera vieja y coloqué mi abrigo como almohada, ya que los únicos colchones que habíamos logrado encontrar los tenían los niños para poder dormir y tambien las personas grandes.
Lentamente comencé a cerrar los ojos, sintiendo la lluvia de fondo. Se había largado a llover.
La lluvia aun pegaba contra el vidrio de la casa con mucha fuerza.
-No se va a detener aunque la sigas mirando- me dijo una voz a mis espaldas y de pronto sentí unos brazos tomándome de la cintura.
Me voltee con una sonrisa en el rostro y vi su perfecto y hermoso rostro a escasos del mío.
-Me gusta la lluvia. Solo es eso- le contesté y le di un leve beso en los labios.
-Eso ya lo sabía, pero te has pasado casi media hora mirando la lluvia, ya me estaba aburriendo- me dijo con un puchero en sus labios.
-Lo siento. No me doy cuenta del paso del tiempo cuando me distraigo- le contesté con una sonrisa y me giré en sus brazos, quedando así frente a él, con sus brazos aun alrededor de mi cintura.
-¿Eso quiere decir que conmigo no te distraes?
-No es eso. Solo que estaba pensando.
-¡Que raro esa cabecita tuya pensando todo el tiempo!- me dijo y llevó su dedo índice a mi frente donde apretó levemente- Solo intenta no sobre cargarlo.
-¡Nunca lo hago!
-Ya lo noto, por tus notas- me dijo con una sonrisa y me dejó, volviéndose a sentar en el sofá.
-¡Oye!- le dije con un puchero en los labios algo molesto- ¿De dónde has sacado mis notas?
-De tu mochila- contestó como si nada mientras yo me sentaba a su lado en el sofá.
-¿Quién te dio el permiso de abrirla?
-Nadie. Es mi casa- me contestó encogiéndose de hombros y encendiendo el televisor que se encontraba frente a nosotros.
-Entonces- comencé y pasé una de mis piernas por encima de su cuerpo, quedando a horcajadas sobre sus muslos- ¿Eso quiere decir que yo tambien puedo ir revisando tus cosas cuando vas a mi casa?- le pregunté y comencé a besar la parte de su cuello expuesto.
-Las pocas veces que voy a tu casa- comenzó y jadeó al sentir uno de mis besos más fuerte que los demás- Es a darte clases- terminó y me tomó de los hombros, obligándome a separarme y así mirarlo a los ojos.
-¿Qué pasa?- le pregunté algo extrañado ya que nunca me frenaba.
-¿Cuándo le diremos a tus padres sobre nuestra relación Sam? Ya hace casi más de un año y medio que salimos juntos y nunca me has presentado a tu familia más que cómo un amigo- me dijo con un tono levemente molesto y la verdad, que estaba en todo su derecho.
Él por su parte ya me había presentado a su familia como su novio y yo, un cobarde como yo, no había sido capaz de hacerlo, pero no porque no quisiera, sino que no podía a menos claro, que quisiera ser corrido de mi casa gracias a la familia casi homofóbica que tenía, si se lo podía decir de esa manera.
Siempre me sucedía que intentaba sacar ese tipo de tema en la mesa o cuando nos encontrábamos juntos, mi padre salía con comentarios ofensivos hacia los homosexuales al igual, se podría decir, que mi madre, aunque esta última no era tan poco sensible como mi padre.
-Sabes que me es difícil hacerlo- le dijo suspirando y quitándome de encima de él para poder sentarme a su lado- Sabes que mis padres no son como los tuyos. Ellos siempre supieron que eras homosexual y lo aceptaron, pero…
-Tu siempre has salido con mujeres- terminó él mirando hacia el frente con expresión seria- No estoy molesto con esto Sam, pero me pone triste saber que cada vez que vienes a mi casa alguno de tus amigos tienen que inventar que te quedas en sus casas en vez de decir que estas aquí. Estoy cansado que nuestra relación sea a escondidas de tus padres.
-Sabes que no lo aceptarán. Tú has visto como se ponen cada vez que alguien saca ese tema. ¿Cómo crees que tomarán el hecho de que su propio hijo es lo que más odian?
-Tienes razón- me dijo y colocó uno de sus brazos detrás de mí cuello acercándome a su cuerpo- Pero eso no quita que no me sienta mal por ello.
-Sabes que te he prometido que cuando cumpla dieciocho se los diré, pero hasta ese día, prométeme que aguantarás todo en secreto- le dijo mirnadolo desde abajo ya que me cabeza había quedado casi a la misma altura de su pecho.
Él me miró y sonrió levemente.
-Te lo prometo.
Un disparo me sacó de uno de los tantos recuerdos que siempre soñaba. Miré a mí alrededor y me encontré completamente solo en la habitación y desorientado.
¿Qué había sucedido? ¿Por qué no había nadie? Y como si lo hubiese llamado, mi tío apreció por la puerta.
-¡Corre Sam!- exclamó alterado mientras me tomaba de uno de los brazos y me obligaba a levantarme para salir de la habitación.
Corrimos hasta las escaleras, donde vimos hacia abajo como unos hombres con armas subían y revisaban cada uno de los pisos.
-Sigue subiendo- me dijo por lo bajo para que nadie escuchara más que yo.
-¿Y tú?- pregunté tambien en un susurro.
-Intentaré distraerlos mientras encuentras otra salida.
-Pero…- un disparo hacia nosotros interrumpió todo frase que había querido unir y miré hacia abajo cómo cuatro hombres comenzaban a subir para matarnos o atraparnos.
-¡Corre!- me gritó mi tío y me empujó hacia las escaleras para que comenzara a subirlas y así lo hice, sin mirar atrás. Perdiendo a mi tío en el camino.
-¡Vamos Sam! No puedes ser tan flojo- me dijo Jack mientras se reía y seguía corriendo mientras yo sentía cómo poco a poco mis pulmones se quedaban sin aire.
-Tú porque no estuviste entrenando- le dijo algo molesto mientras me detenía y apoyaba mi espalda contra uno de los tantos árboles del parque para poder recuperarme de la carrera que el idiota de mi novio me había hecho tomar.
La cabeza la había apoyado contra el árbol, así que me había quedado contemplando el cielo despejado que se veía entre las hojas de los árboles.
-¿Estas bien?- me preguntó su voz a mi lado, colocando una de sus manos sobre mi hombro.
Yo desvié la vista del cielo y lo miré con una leve sonrisa en mis labios.
-Claro, solo que necesitaba aire para no morir corriendo- le dije entre risas que él acompañó y se colocó a mi lado.
-¿Cuándo son las nacionales?
-En un par de días, ya te he dicho- le contesté mientras me dejaba deslizar por el árbol hasta que mi culo tocó el suelo.
-Así que estarás fuera un par de días.
-Así es- le contesté asintiendo con la cabeza- y si ganamos más aun- sonreí con el solo hecho de tener la esperanza de que ganaríamos y seríamos otra vez más los campeones.
Era una meta que me había propuesto, ya que era el último año que estaría representando al colegio donde siempre había ido.
-Así que no nos veremos en algunos días- comentó Jack imitándome en sentarse en el césped.
¡Cierto! Él no podía ir, no solo por el hecho de que mis padres no sabían nada de nuestra relación, sino porque tambien tenía universidad.
-Se me había olvidado- comenté desviando mi mirada hacia él, percatándome que él tambien me miraba.
-No me sorprende.
-¿Por qué?
Sonrió.
-Por lo despistado que eres- me contestó mientras se reía.
Lo miré con los ojos entrecerrados, y algo enfadado.
-Malo- dije haciendo un puchero y desvíe mi mirada hacia el lado contrario de él.
A los pocos segundos, sentí una mano sobre mi barbilla, obligándome a voltear mi rostro hacia él, quedando así ambos a escasos centímetros.
-Me encantas- me dijo antes de besarme tiernamente.
-Aquí estas- escuché decir a una voz desde la puerta de la habitación donde me había escondido.
Lo miré horrorizado. Sabía lo que seguía luego de que me encontraran y no quería. Prefería morir ahí antes que irme con ellos.
-No…- dije abrazándome las piernas e intentando pegarlas lo más posible a mi cuerpo como si con aquella acción fuera capaz de desaparecer, que era lo que quería en aquel momento.
Sabía lo que aquellos hombres hacían con los que atrapaban. Lo sabía y era por ese mismo motivo por el que prefería morir en aquel momento que volver al infierno donde había estado.
-Te hemos estado buscando por muchos lados princesita. El jefe se alegrará al volverte a ver- continuó hablando y yo solo quería morirme allí.
Nadie iría a salvarme. Lo sabía y era por ello que prefería morir.
Cerré fuertemente los ojos. Ya estaba jodido.
Un ruido a madera rompiéndose sobre mi cabeza me sorprendió y más aún sentir que pequeños fragmentos del material caí sobre mis brazos y piernas.
Levanté lentamente la vista para saber qué era lo que había sucedido y mi mente no podía creer lo que mis ojos estaban viendo.
El hombre, al cual había visto poco, pero que mi mente había grabado a fuego en mi mente, se encontraba frente a mí. Tirado y… muerto con una flecha en medio de la frente.
Los ojos se me abrieron de par en par y giré lentamente la cabeza hacia la pared, donde un poco más arriba se encontraba la ventana tapiada con algunas maderas, las cuales tenían pequeñas rendijas, por donde ingresaba el aire, y tambien el leve brillo del sol que recién amanecía.
Apoyé mis manos sobre el umbral de la ventana y lentamente comencé a levantarme para ver qué era lo que había acertado tan profundamente sobre aquel hombre.
Tenía miedo.
Miré por la rendija más baja que había. El edificio que se encontraba frente al que me encontraba debía se encontraba del otro lado de la calle.
¿Cómo una persona era capaz de tirar con un simple arco toda esa distancia y con la interferencia de las tablas y acertar? ¿Cómo?
Una sombra se movió por el mismo piso donde me encontraba y frente a mi ventana. Desapareció.
No podía creérmelo. Era imposible, pero aun así, me obligué a reaccionar y voltearme nuevamente viendo hacia la salida y hacia el cuerpo ya sin vida de aquel hombre que ya poco tenía de hombre.
Pasé por al lado de aquel cuerpo y me encaminé hacia la puerta por la que había entrado. Silencio era lo unico que se podía escuchar y eso… no era una buena señal.
Me agaché y comencé a caminar lentamente hasta la puerta de salida del departamento donde me había ocultado. Me asomé para cerciorarme de que nadie se encontraba en el pasillo y no ser atrapado y luego tomé las escaleras para poder llegar a la planta donde había estado con mi madre, mi tío y los demás.
Llegué intentando hacer el menor ruido posible, y mis ojos se abrieron de par en par cuando al llegar a la planta donde habíamos estado durmiendo encontré varios cuerpos de las personas que habían estado en nuestro grupo.
Miré asustado, con miedo a encontrar el cuerpo de mi madre o el de mi tío y un alivio me recorrió cuando allí no se encontraba ninguno de los dos.
-¡Vamos habla!- escuché exclamar de forma ruda y luego un golpe de carne contra algo metálico, para seguirle luego un quejido de dolor- ¿Dónde han metido los suministros?
-Te estoy diciendo que… no teníamos- le contestó la voz que se me hizo demasiado familiar para mis oídos.
Era la voz de mi tío.
En silencio y despacio me acerqué a la puerta de la cual venían las voces e intenté asomarme, viendo así tres hombres rodeando a mi tío, quien tenía sangre en el rostro caía hasta el suelo por los golpes que le habían proporcionado.
Lo golpearon nuevamente en el rostro y luego uno de los hombres lo tomó por la remera obligándolo a volverse arrodillas, ya que gracias al golpe había caído al suelo.
-Entonces dinos donde se encuentre el renacuajo- le dijo el hombre con una sonrisa en sus labios que no me agradó para nada.
-Como si fuera capaz… de decirle eso a ratas… que solo siguen órdenes… de un psicópata- le contestó para luego escupirle en el rostro, lo que provocó llevarse otro golpe en el rostro, que provocó que perdiera por completo la consciencia.
No sabía qué hacer en ese momento, solo podía contemplar la escena como si se tratara de algo irreal; de algo que no estaba sucediendo de verdad frente a mis ojos. Por mi culpa muchos habían sufrido y seguían haciéndolo.
¿Y si tan solo me entregaba y dejaba de huir? Porque después de todo, uno no puede vivir huyendo de lo que lo persigue, porque se quiera o no, siempre termina capturándote, quieras o no.
Una mano se apoyó sobre mi hombro y estaba por gritar, pero una mano tapó mis labios y giré mi vista hacia uno de mis costados para ver que un joven me había tomado por detrás y había colocado tambien una de sus manos sobre mi cintura. Era musculoso, ya que se le marcaban los músculos por sus brazos mientras me tapaba la boca para que nadie se enterara que nos encontrábamos allí. Sus cabellos eran oscuros, creyéndome a primera vista que eran negros. Sus ojos eran de un verde azulado y como muchos ya de los que nos encontrábamos todo el tiempo viajando, se encontraba con una sudadera gris oscura algo sucia y unos vaqueros. En su mano libre llevaba un arma muy parecida a las que usaban los policías cuando existían y en su hombro libre llevaba un estuche con flechas y un arco.
Si tan solo tuviera algo para golpearlo me dije en mi interior, creyéndome que aquel joven que debía de tener un par de años más que yo era de los mismos que me estaban buscando.
-¡Shh!- me dijo en un susurro llevándose su dedo índice hacia sus labios mientras poco a poco me soltaba.
Miró hacia dentro de la habitación como yo lo había estado haciendo minutos antes e hizo una mueca de desagrado.
Un leve ruido a mi lado me alertó y me voltee encontrándome con otro más o menos de la misma edad del chico que me había encontrado. Pero algo era muy diferente con respecto al chico que me había dicho que me callara. Sus ojos no eran normales, era…
-Tienen a uno- le dijo en un susurro el de ojos verdeazulados al otro que había llegado mientras se asomaba para ver tambien la escena de cómo golpeaban a mi tío hasta hacerlo desmayarse.
-Parece que tendremos que buscarlo por nosotros mismos- dijo uno de los hombres que había estado golpeando a mi tío y suspiró.
Golpeó a mi tío inconsciente y bufó.
Escuché como se tensaba la cuerda de un arco, y miré hacia el que había llegado después. En su arco había colocado tres flechas. Abrí los ojos de par en par al darme cuenta hacia quien apuntaba. ¿En verdad pensaba matar a los tres hombres de un solo tiro? ¡Eso era imposible! Pero parecía que no conocía demasiado a esas personas.
Escuché el caer de tres cuerpos a la vez y abrí los ojos de par en par al cerciorarme de que los tres hombres habían caído cada uno de con una flecha en medio de la frente. Eso era imposible.
Volví mi vista hacia los dos y los miré con miedo.
-Ve a cargarlo- le dijo el que había llegado después, el cual tenía los cabellos castaños oscuros- ¿Estas bien?- me preguntó mirándome y me quedé sorprendido al verlo a los ojos. ¿Había sido una ilusión mía cuando lo vi por primera vez? Me pregunté al ver que tenía los ojos azules a diferencia de cómo se los había visto antes.
-Jared- escuché llamar a alguien y me voltee, ya que la voz había venido detrás de mí, encontrándome con otro joven más, de cabellos oscuros y ojos verdes- ¿Dónde está Gregory?- le preguntó, a lo que el tal Jared señaló hacia dentro de la habitación, por la que estaba saliendo este último con mi tío cargado en su espalda- ¿Necesitas ayuda?- le preguntó a Gregory mientras se acomodaba el rifle de caza que llevaba en la mano sobre el hombro.
-No es necesario. ¿Pudieron encargarse del llorón?- preguntó con una media sonrisa mientras caminaba hacia las escaleras para poder bajarlas.
-¿Quie… quienes son?- logré preguntar una vez que nos quedamos solos Jared y yo.
Le me miró con sus ojos, los cuales parecían que podían leer todo lo que llegaba a pensar en ese momento.
-Cuidado- fue lo unico que me dijo y señaló algo detrás mío.
Me tensé y me voltee lentamente, pero cuando lo hice terminé chocando fuertemente contra el suelo y con un perro sobre mí.