Gabrielle dejó atrás a un duque a punto de explotar de la rabia que le provocaba su joven y rebelde esposa, pero poco le importó. Aquel era un día para ser feliz, no para aguantar los desplantes de su marido. Babe que había escuchado toda la conversación se acercó al duque con precaución para averiguar cómo se encontraba. -Debería tenerle más paciencia, su excelencia. Su esposa no es su enemiga. —afirmó Babe escuchándolo gruñir. —Pues a veces actúa como si quisiera matarme. Es contestona, orgullosa y rebelde. –escupió Iker molesto. -Me encantaría llevar la fiesta en paz con ella ya que no nos toca de otra que vernos las caras todos los días, pero Gabrielle no me lo pone fácil. -Las cosas buenas no son fáciles, su excelencia y el respeto no se gana a penas con un acto de valentía. –