Capítulo 1: Mi nombre no tiene importancia.

1751 Words
–Vamos nanito, tampoco está tan aburrido. –Iker intentaba animar a su hermano pequeño, Kai, que ya estaba cansado de aquellas fiestas organizadas para la nobleza y la alta sociedad española. –¡¿Dónde está la música de verdad y la gente sexy?! –replicó Kai exasperado. –Por lo menos agradezco tener que llevar esta máscara, así puedo sentarme en algún rincón y quedarme dormido. Nadie se dará cuenta, al final sólo están aquí para verte a ti. –No estaría bien que el hermano del cumpleañero se quede dormido en su fiesta de cumpleaños. –respondió Iker riéndose y Kai giró los ojos. –Vamos a buscar a papá, seguramente él encontrará la forma de animarnos la fi…fie…fie…fie… –¡¡Fiesta, Iker fiesta!! –Terminó Kai por él y se dio cuenta de que su hermano parecía haberse quedado embobado con algo…o con alguien. –¿Se puede saber qué es lo que te pasa? –lo interrogó siguiendo la mirada de Iker y vio una chica atravesando el salón como si estuviese huyendo de alguien, se veía muy nerviosa. –¿Y a esa qué le habrá picado? –No lo sé, pero lo pienso averiguarlo. –soltó Iker y Kai lo miró con incomprensión, hasta que se dio cuenta de que su hermano pensaba ir detrás de la chica. –Ahora regreso. –¡¡¿Qué?!! –se exasperó su hermano. –¡Iker es tu fiesta, no puedes abandonar el salón así de repente!¡Tienes que seguir el maldito protocolo! –¡¡A la mierda el protocolo, es mi fiesta y puedo hacer lo que se me pegue la gana… por algo soy el Duque!! –Y luego soy yo la oveja negra de la familia. –rezongó Kai agarrando otra copa de champaña para aguantar tanta falsedad en un solo ambiente. Iker siguió a la chica hasta el jardín del palacio de su familia en Biarritz, Francia, el lugar que lo vio nacer veinte y ocho años antes. Aquella parte del jardín estaba muy poco alumbrado, así que Iker tuvo que forzar la vista para poder buscarla, ya que encima la muy condenada iba vestida entera de n***o. Desde la terraza que daba al jardín, Iker la vio dirigiéndose al enorme laberinto que había en aquella parte del palacio y se preocupó, pues sabía que era fácil entrar, pero salir era casi imposible y con aquella oscuridad mucho más. –¡¡Eh, chavala no entres ahí!! –gritó, pero ella no pudo escucharlo por lo lejos que estaba y siguió caminando hasta perderse en el jardín. Iker salió disparado detrás de ella para detenerla antes de entrar al laberinto, y cuando se acercó la escuchó resoplar con cansancio, parecía estar frustrada, enojada y muchas otras cosas más. –¿Te encuentras bien? –preguntó Iker agarrando su muñeca con suavidad y la joven se sobresaltó al sentir su toque. Al principio lo miró boquiabierta pues no tardó en darse cuenta de quién era, porque a pesar de la máscara la joven sabía que se trataba del Duque de Lugo y pensó que era mucho más alto y atractivo en persona que en las portadas de las revistas. –Sí, sí estoy bien, es sólo que necesitaba salir a tomar el aire. –murmuró tragando en seco, porque estaba en un oscuro jardín, a solas con el Duque. –Pues entonces te estabas ahogando porque saliste del salón como si tu vida dependiera de ello. –respondió Iker mirándola con curiosidad, no podía ver su rostro por la máscara, pero si les prestó atención a sus ojos azules alumbrados por la luz de la luna y sintió que los conocía de alguna parte. –¿Nos conocemos? –No, no lo creo Duque. –mintió la chica desconcertada al ver como la miraba. –No nos conocemos, pero sabes que soy el Duque de Lugo. –desconfió intrigado analizando como ella bajaba la mirada con timidez, le resultaba muy dulce su reacción, colocando uno de sus mechones rubios detrás de la oreja. –Todos saben quién es el Duque de Lugo. Además, esta es su fiesta de cumpleaños y creo que por el protocolo no debería estar aquí afuera hablando con una extraña, sino atendiendo a sus invitados. –Si me dices tu nombre ya no serás una extraña para mí. Además, también eres mi invitada, pues estás aquí al igual que los demás. –respondió con un tono suave y ella trago en seco por el nerviosismo, la voz de aquel hombre era hipnotizante. –No creo que sea necesario Duque, es mejor que me marche ya. –Lo esquivó intentando alejarse de él, pero Iker la tomó del brazo. –¿Estás segura de qué no nos conocemos de alguna parte? –La interrogó con curiosidad con un interés en descubrir su nombre que no podía disimular. Entonces la miró a los ojos intentando imaginar quien era la mujer tras la máscara. –Porque yo siento que te conozco, me resultas muy familiar. –confesó y ella sonrió con timidez. –¿Crees en la reencarnación, Duque? –preguntó la chica y él la miró con el ceño fruncido. –¿La reencarnación? -repitió la extraña pregunta frunciendo el ceño. –Sí, la reencarnación. Sabes, yo sí creo. Pienso que nuestras almas son parte de este mundo y aunque nuestros cuerpos abandonen esta vida, nuestras almas siguen en ella. Buscando un nuevo destino, una nueva misión. –explicó la chica buscando el camino para salir del jardín sin tener que regresar al salón mientras que él la seguía de cerca, mirándola atentamente. –¿Crees qué nos conocemos de otra vida y por eso me resultas tan familiar? –No lo estoy afirmando, pero puede que sea así. –contestó fijándose en unas hermosas rosas que marcaban el camino. –A lo mejor fuimos amigos en otra vida, madre e hijo, hermanos, amantes… quién sabe. –¿Estás diciendo qué tú y yo fuimos amantes en una vida pasada… qué tal vez hemos compartido la misma cama, caricias, besos…? –cuestionó con picardía y ella se giró para mirarlo. Toda su piel se erizó con sus palabras. No podía imaginarse viviendo algo tan íntimo con el Duque de Lugo, sobre todo porque… bueno, no era lo correcto. –También he enumerado otras teorías su excelencia, pero está claro que usted sólo ha escuchado la opción más morbosa. –contestó girando sobre sus talones otra vez y encontró el camino que daba a la entrada del palacio. –Por favor, dime tu nombre. –pidió con amabilidad y ella volvió girarse sonriendo. Su pedido parecía ser una súplica. Un Duque suplicándole, era algo irreal para una muchacha como ella. La escena parecía salida de uno de los tantos libros de romance que ella ocultaba bajo su cama. –Mi nombre no tiene importancia Duque, comparado al de otras personas que están presentes en la fiesta, soy alguien insignificante… sin importancia o relevancia en su vida, en su mundo. –No creo que seas insignificante. Me parece que eres todo lo contrario. –siseó y la agarró de la mano una vez más, intentando con aquel acercamiento desvelar su identidad. –Dime cómo te llamas, por favor. –No creo que haya necesidad de hacerlo Duque, porque antes de que se acabe la noche usted ya habrá olvidado mi nombre. –O lo recordaré toda la vida. –rebatió y los dos se miraron a los ojos durante unos segundos que parecieron eternos, pero a la vez tan fugaces. Entonces ella se alejó del Duque para marcharse mientras que él la miraba intrigado preguntándose quién podría ser aquella chica y cómo en unos minutos logró ser el centro de toda su atención. Convirtiéndose en el misterio más intrigante de toda la noche. –¡¡¿Entonces no me dirás cómo te llamas?!! –Exclamó insistiendo en aquella pregunta y la vio levantando la mano para despedirse. –¡Espero que pase una hermosa velada esta noche Duque, y de todo corazón le deseo feliz cumpleaños! Iker estaba paralizado en el aquel jardín viendo cómo aquella chica misteriosa desaparecía en la oscuridad, y sintió un vacío dentro de él que no pudo explicar cuando ella se marchó. –¡Iker!¡Iker! –Gritó una hermosa mujer de cabellos rubios y Iker se giró rápidamente para verla. –¡Irina! –Contestó Iker mirando sorprendido a su prometida que lo sacó de su ensimismamiento. –Cariño, ¿qué estás haciendo aquí afuera? –inquirió mirándolo con preocupación y lo vio abrir la boca para contestar, pero parecía estar aturdido, algo que no fue de su agrado. –Pues había una chica que parecía no encontrarse muy bien… –¡¿Una chica, Iker?! –exclamó Irina molesta. –¡¡Acabo de llegar a la fiesta y lo mínimo que me esperaba era ser recibida por mi prometido como es debido delante de toda la sociedad, pero aquí estabas… detrás de una chica cualquiera!! –No es lo que estás pensando, nena. De verdad que se encontraba mal y solamente quería saber cómo estaba o si podía ayudarla. –Iker se explicó con un tono suave para calmar los celos de su prometida. –¿Y dónde se supone que está esa chica ahora? –preguntó llevándose las manos a la cintura mirando alrededor. –Pues justo se acaba de marchar y no me ha dicho… –¡Perfecto! Entonces ya podemos olvidarnos de la tal chica y espero que no regrese. –respondió Irina interrumpiéndolo. –Deberías estar en salón y yo aprovechando para presumir a mi atractivo futuro marido. Iker giró los ojos y después la miró sonriendo. –Lo que desee mi futura duquesa. –Así es, tu futura esposa y duquesa de Lugo. Definitivamente soy la mujer más afortunada de España. – habló Irina agarrando el brazo de Iker. –Tú única dueña y señora por el resto de los tiempos. –Afirmó e Iker soltó una carcajada. –¿Vas a decir todo eso cuándo tengamos que decir nuestros votos matrimoniales? –preguntó sonriendo con picardía y ella sonrió. –Por supuesto que sí, porque jamás existirá otra mujer en la vida de Iker Torres que no sea yo. Hasta que el destino jugó sus cartas… bueno, hasta que la mismísima Irina decidió jugar las suyas para cambiar lo que supuestamente ya estaba escrito.
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