Desnuda, sentada en el borde de la cama de un hotel de mala muerte en el centro de Biarritz. Le dolía todo el cuerpo, pues el hombre todavía acostado en la cama no le había dado ni una sola hora de descanso. No podía haber caído más bajo, pero tampoco le podía dar más igual. Para todos los efectos, ella no era nadie y volver a encontrar el camino de vuelta la vida que debía ser suya tampoco sería tan simple. Irina se vistió, agarró la chaqueta del hombre con el que había pasado la noche y la vistió para salir del hotel sin llamar demasiado la atención, pero antes de irse tomó largos minutos para ver al hombre que seguía durmiendo plácidamente. Una princesa en la cama de un don nadie… triste final. En la mansión de la familia Orleans, Irina entró escuchando los gritos histéricos de su m