En su habitación Iker daba vueltas a la decisión que había tomado cuando eligió dejar a Gabrielle sola en las caballerizas. Había regresado por ella minutos después, pero eso no le quitaba la culpa que sentía. Pegado a la ventana, Iker la miraba acostada en su cama. Para él su esposa era una víbora, una mujer manipuladora e interesada, pero Iker no podía permitir que el odio que sentía por ella lo convirtiera en un hombre sin escrúpulos, no podía ir en contra de los principios que le dieron sus padres, aunque por amor a Irina estuvo a punto de hacerlo. Al escuchar un jadeo de su esposa, Iker se acercó a la cama intrigado y juró haber escuchado a Gabrielle llamar por su madre fallecida. Fue el único momento en que él se sintió mal por haber utilizado la memoria de su madre para hacerle