Capítulo 1, parte 1
*Hola, aquí estoy con una nueva historia, esta es una historia intensa, fuerte y de mucho romance, espero que les guste ♥
Nicole se toma la cabeza con las dos manos, está molesta, más que eso, furiosa. La oficina de Contabilidad cometió un error garrafal al no hacer entrega de unos bonos ofrecidos por un trabajo urgente el mes anterior, bono que se ganaron los trabajadores con gran esfuerzo y no les fue cancelado; lo peor de todo es que esta no es la primera vez que sucede algo así y los empleados, aburridos y cansados de estar casi rogando por sus sueldos cada fin de mes, sueldos que nunca son depositados a tiempo y que más encima ahora sus bonos no fueran pagados, decidieron demandar a la empresa y ahora ella tiene en sus manos el oficio de la demanda del ente regulador de los empleadores. Un problema que debe arreglar ella porque el Gerente de Contabilidad no puede hacerse cargo de ese tema. ¡Idiota!
Su teléfono suena y ella sabe perfectamente quién es. No quiere contestar. Es su jefe: Cristóbal Medero, dueño de la empresa donde trabaja hace más de dos años y que espera que ahora ella vaya a su oficina, pero no quiere hacerlo, no por evadir su responsabilidad, sino porque, desde que llegó a trabajar allí, él siempre ha encontrado una excusa para ir a su oficina a acosarla o lo ha hecho en las reuniones de gerencias, es muy sutil, casi no se nota, es más, la joven duda mucho que alguien allí se haya dado cuenta, pero ella sí lo nota, conoce a ese tipo de hombres, suficiente experiencia tiene para saber que debe alejarse lo más que pueda. Por ella, renunciara de inmediato, pero no puede hacerlo, no tiene dinero y no puede arriesgarse a quedar sin trabajo. Además, aquí tiene un buen sueldo y, descontando las veces que Cristóbal la molesta, el ambiente y la empresa son un buen lugar para trabajar y no va a echar todo por la borda por algo que lo más seguro es que no pasara a mayores.
El teléfono vuelve a sonar y ella lo contesta de inmediato.
―Nicole, ¿por qué no contestabas? ―es su escueto saludo.
―Lo que pasa es que estaba hablando por el celular con una de las involucradas en la demanda ―miente.
―Quiero que vengas a mi oficina de inmediato ―ordena.
―Estoy revisando los documentos para arreglar todo el asunto.
―Bueno, eso lo haces después, puedes trabajar horas extras, llevarte el trabajo para la casa o lo que quieras, pero te necesito ¡ya! en mi oficina.
―Está bien, señor ―responde de mala gana la chica.
―Te espero.
Más enfadada todavía, Nicole cuelga el teléfono y se levanta para ir a la oficina de su jefe. Sube por las escaleras los cinco pisos que separan la Gerencia de Recursos Humanos con la Gerencia General. Camina lentamente, no quiere llegar, ese hombre no le da confianza y así puede comprobarlo, cuando, poco después de llegar a la inmensa oficina, que ocupa casi la mitad del piso veintiséis, Cristóbal le da a conocer, sin tapujos, sus intenciones con ella.
● ● ●
Cristóbal mira a Nicole con un brillo divertido en sus ojos. Ella no le encuentra la gracia.
―¿A qué se refiere con castigarme? ―pregunta ella una vez más, perdiendo la paciencia.
―Cometiste un error, Nicole, y yo no permito errores ―manifiesta impasible
―¿Ya? ―responde de malhumor la joven, él sabe perfectamente que el error no lo había cometido ella.
―No te preocupes, como es tu primera vez, seré condescendiente contigo.
―¿Condescendiente? ―inquiere incrédula, cada vez se impacienta más con los largos silencios de él, al parecer le gusta crear esta imagen de distancia y enigma.
―De todos modos tendré que castigarte ―concluye mirándola directamente a sus ojos desde su sillón al otro lado del escritorio.
Nicole lo mira con desprecio. Si bien es cierto que desde que llegó a trabajar allí Cristóbal se ha dedicado a acosarla buscando cualquier oportunidad para atosigarla, ahora encontró una “razón” para llamarla a su oficina y ofrecerle un “merecido castigo”, ¡como si eso le gustara!, había luchado demasiado por conseguir su independencia y libertad para permitir que apareciera alguien a hacer lo mismo en nombre del amor. Ella no lo permitiría. Mucho menos va a cargar con la culpa de unos empleados que demandaron a la empresa por el no p**o de unos bonos ofrecidos. Pero eso tampoco es su culpa. Ella es la Gerente de Recursos Humanos y el error se cometió en Contabilidad, por lo tanto es a esa área a la que le corresponde…
―¿Estás dispuesta? ―La voz profunda de su jefe la saca de sus pensamientos, volviéndola a la realidad.
―No sé exactamente a qué se refiere ―insiste de nuevo, intentando no pensar en las depravaciones que se le cruzan por la mente.
Cristóbal se levanta lentamente de su asiento y rodea el escritorio para llegar donde está ella sentada. Le pone una mano en el hombro de forma posesiva, incitándola a mirarlo.
―No creo que seas tan inocente para no saber, Nicole… ―Ahora ella sí se convence de que sus suposiciones no están erradas. Él lo ve con tanta naturalidad, como si estuviera acostumbrado a eso―. Debo golpearte, Nicole, así de simple.
―Y así de terrible ―añade ella horrorizada, queriendo escapar, ¿acaso de verdad él la va a golpear? La idea de eso la deja paralizada.
―Vamos, no es tan terrible, sé que te gustará, será casi como un juego, muy placentero por lo demás. ―Le sonríe seductor.
―No lo creo ―contesta Nicole sin caer en la tentación, al contrario, se levanta y se aparta de él, caminando hacia atrás.
Él posa sus hermosos ojos azules sobre ella, acariciándola con la mirada.
―Nicole. ―Su voz es ronca y profunda, casi hipnotizante, pero ella no caerá de nuevo ante un hombre que se cree dios―. Nicole, querida, de alguna manera debo hacerte entender que no puedes cometer errores. Además, me has tenido tanto tiempo suplicando tu atención que…
―¡No fui yo quien cometió el error! ―chilla histérica―. ¿Por qué no castiga a Rodolfo Vásquez? Él cometió el error, él no hizo las transferencias.
―Porque tú eres más bella… y deseable.
Nicole lo contempla un momento, anonadada. Cristóbal es un hombre extremadamente bello, alto, de cuerpo perfecto, rostro hermoso con unos ojos azules preciosos y labios bien definidos. Pero ella no es como las demás chicas que caen rendidas ante un hombre por su belleza o dinero. Y él tiene ambas cosas. Además, juega a ser enigmático y distante, lo que lo hace mucho más interesante… para las otras, porque para ella no deja de ser un acosador y mucho más en este momento.
Cristóbal da un paso ladino hacia ella.
―¿Se supone que caiga rendida a sus pies, como una esclava s****l? ―logra articular al rato.
―Lo de s****l lo agregaste tú ―responde serio― y es porque eso es lo que quieres. ―Camina hacia ella, parece un felino a punto de atacar a su presa―. No te resistas, ya no luches más ―susurra cándidamente mientras se acerca peligrosamente.
―No soy como todas las mujeres a las que usted está acostumbrado a frecuentar ―replica―. Yo no deliro con la idea de ser su amante, mucho menos su esclava.
La joven se aparta de él, caminando dos pasos hacia atrás para mantener la distancia.
―Estoy seguro que te gustará, soy un amo muy indulgente ―insiste acercándose más a medida que ella retrocede. Él sabe lo que viene, desde su perspectiva tiene una panorámica mucho mejor que la de ella y está confiado, no necesita apresurar las cosas, ya quedaría completamente a su merced.
Nicole está molesta y asustada, pero no le demostraría lo último, sería como dar la batalla por perdida antes de tiempo. Sobre todo ahora, que él abiertamente le está diciendo cómo quiere las cosas con ella, si bien es cierto él siempre la ha acosado, esta es la primera vez que es tan franco con ella.
Ella da dos pasos más hacia atrás y choca contra la pared lateral de la inmensa oficina. Nicole abre mucho los ojos. Ahora está atrapada. Él sonríe satisfecho, sabía de antemano que ese momento llegaría. Ella iba directo a chocar contra la muralla y quedaría atrapada entre el enorme sofá que él usa para descansar o tener reuniones informales y un kárdex con documentos. Nicole entorna los ojos mirando la gran oficina y su propia posición. A su izquierda, el kárdex que cubre gran parte de la pared; frente a este y de espaldas al ventanal, el escritorio de su jefe; en la pared contraria, unos libreros con montones de libros de negocios y un frigobar, “para recibir a los clientes de la mejor manera”; una especie de living se encuentra en el centro de la oficina, dos sillones, una mesa de centro con revistas de la empresa y, a su derecha, el sofá que la tiene atrapada y, por la misma pared donde ella está apoyada y justo antes de salir de la oficina, una puerta lateral que conduce a una sala mediana, donde está el baño, la cocina y un pequeño gimnasio con máquinas de ejercicio, con las que se mantiene en forma, porque ese cuerpo “no lo da la naturaleza sin esfuerzo”, según las propias palabras de él.
Vuelve a clavar la mirada en su jefe. Cristóbal está parado un par de pasos frente a ella con las manos en los bolsillos. No se acerca. Pero tampoco le deja espacio a salir. Disfruta tenerla así, sometida sin ninguna presión física sobre ella, más bien psicológica, lo que la vuelve más vulnerable a sus pretensiones.
―No luches ―sisea meloso dando medio paso hacia ella.
Nicole se tensa. Esa tensión le juega una mala pasada, porque se lo imagina besándola, abrazándola y a ella, rindiéndose a sus propuestas. Pero no puede ser. ¡Ni siquiera le gusta él!
―Quiero irme ―susurra en un hilo de voz, sin convencimiento.
―No, no quieres ―afirma él con una seguridad aplastante.
―Déjeme ir, por favor ―suplica angustiada.
―No, Nicole, no quieres irte, quieres quedarte. Conmigo.
Su estómago se contrae ante aquellas palabras, no es cierto, ella no quiere quedarse, quiere irse, especialmente en este momento, cuando ya sabe perfectamente lo que él quiere conseguir de ella y su cuerpo está a punto de traicionarla. Nicole necesita salir de allí. Sus recuerdos y la situación le hacen sentir cosas que no quiere.
Él da un paso más hacia ella y su corazón se acelera lo que la obliga a cerrar sus ojos. Sus emociones están a flor de piel. Principalmente el miedo, la anticipación de saber que lo que viene no le va a gustar y…
Una mano en su mejilla la vuelve a la realidad. Esto es peor que quedarse atrapada en un ascensor. Siempre pensó que nada podía ser peor que quedarse atrapada en uno, pero, encerrada en esa oficina con Cristóbal…
El miedo que ahora siente es solo comparable al que sintió una sola vez en su vida, varios años atrás y no quería revivir aquellos momentos. No quiere ser lastimada.
―No ―ruega a punto de llorar, pero no va a hacerlo. No enfrente de él.
―Vamos, Nicole, ya no luches. No te lastimaré, lo juro. ―Se acerca a ella tomando su cara entre sus manos, acunándola con ternura y mirándola con pasión.
Nicole no lo puede creer, su cuerpo la traiciona justo en este momento. Por más que intenta recordar el enojo, la humillación de ser acosada por su propio jefe y no solo un jefe cualquiera, sino el dueño de la empresa, el que no recibe un “no” por respuesta en ningún ámbito.
―Tranquila, todo estará bien ―susurra cerca de sus labios―, no haré nada que no quieras.
―Quiero irme, por favor ―suplica, ella no quiere esto, su cuerpo puede decir una cosa, pero su mente no se despega del suelo.
―No, no quieres irte ― murmura apenas, mientras se acerca a su boca cada vez más a una lentitud abismante.
―Por favor, señor…
―Por favor, qué, Nicole. ¿Qué quieres que te haga? ―Roza sus labios en la comisura de los de ella.
―No quiero esto, quiero irme… ―contesta intentando recuperar la cordura.
Él se hace a un lado con brusquedad, dejando el paso libre a Nicole para que salga de allí. Ella lo mira expectante. ¿Es cierto que la dejará ir? Por fin puede respirar y camina rápidamente a la salida, pero antes de llegar a la puerta, Cristóbal la detiene con sus palabras. Nicole queda inmóvil un instante escuchándolo antes de salir.
―Ya volverás, Nicole, vendrás por mí, querrás estar conmigo y te lo concederé, porque me gustas, pero será bajo mis órdenes y mis condiciones. Recuérdalo, porque de rodillas me pedirás que sea tu amante.
No se voltea. Espera unos segundos. Respira hondo y sale sin decir nada. ¿Cómo hace ese hombre para descolocarla de esa manera? Temblando, llega hasta las escaleras y, a solas, respira agitada y nerviosa, incluso se da la licencia de derramar un par de lágrimas, pero solo eso. Nada más. Ella no es una mujer de llanto fácil y Cristóbal Medero no la doblegaría. Aunque, si era sincera consigo misma… estuvo a punto de ceder. El miedo, el deseo y el pánico se mezclaron en su interior, confundiéndola. A ella no le gusta Cristóbal, eso está más que claro, pero ¿por qué se sintió así? Ella lo sabe muy bien, sabe cómo funciona esto, pero no volvería a caer nunca más.
Nicole llega a su oficina y se encierra en ella. No quiere pensar. Aunque Cristóbal es un hombre sumamente atractivo con sus ojos azules, su tamaño y su cuerpo, sin dejar de lado su billetera y su voz profunda y sedosa, la que hace llamar la atención de todas las chicas, especialmente de las que trabajan allí, a ella… a ella solo le da asco. Él es un hombre déspota, egocéntrico, egotista y cómo se sabe atractivo, cree que todas las mujeres se derriten ante su presencia. Pero no ella. Cristóbal Medero no es su tipo en lo absoluto y mucho menos ahora que le había ofrecido un “castigo”… ¡Golpes! ¿Qué clase de loco es que piensa que golpear a una mujer es agradable? La rabia crece por momentos dentro de ella; ya la habían tratado así, ya habían querido hacer de ella una mujer sin dignidad ni cerebro, pero nunca lo sintió erótico, al contrario, si bien su cuerpo respondía, como lo había hecho hoy, su mente jamás dejó de funcionar y las sensaciones fueron solo corporales, hasta que…
Se tapa la cara con ambas manos, no quiere recordar, no quiere pensar en nada. Y no lo hará.
Levanta su cabeza y comienza a trabajar. Su oficina, sin ser muy grande, es perfecta, privada, solo para ella sin nadie cerca que la pueda interrumpir de forma indeseable.
No logra concentrarse en los documentos que tiene enfrente. Se echa hacia atrás en su sillón para recibir los rayos de sol que a esa hora entran por su ventana. Su escritorio no está de espaldas al ventanal como todos, ella lo había hecho colocar de costado para así recibir luz y sol directamente, sin impedimentos. En su oficina solo hay un kárdex con las carpetas que ella más usa y dos sillones frente a su escritorio, tampoco queda espacio para otra cosa. Pero para ella es el paraíso. Es su espacio personal entre tanta gente en esa empresa, donde puede estar tranquila cada vez que lo deseaba. Como ahora.
El resto del día, Nicole se obliga a concentrarse y se dedica a revisar cada caso de bonos no entregados y a tranquilizar a los empleados que esperan sus bonos con ansias. Al día siguiente deben estar todos cancelados, espera que, en esta ocasión, Contabilidad cumpla con su labor como corresponde y no vuelvan a fallarle a la gente.