When you visit our website, if you give your consent, we will use cookies to allow us to collect data for aggregated statistics to improve our service and remember your choice for future visits. Cookie Policy & Privacy Policy
Dear Reader, we use the permissions associated with cookies to keep our website running smoothly and to provide you with personalized content that better meets your needs and ensure the best reading experience. At any time, you can change your permissions for the cookie settings below.
If you would like to learn more about our Cookie, you can click on Privacy Policy.
Renata. Pasé la noche inquieta, dando vueltas en la cama, las sábanas enrolladas como serpientes alrededor de mis piernas, con la ansiedad, recorriéndome la piel como una corriente eléctrica. Cada vez que cerraba los ojos, veía a Valeria, su mirada llena de rabia y dolor, sus manos temblorosas después de aquella pelea. Me repetía a mí misma que era solo una profesora, que no debía involucrarme más de lo necesario, pero algo dentro de mí no me dejaba soltar esa sensación de que tenía que hacer algo más. Mi reloj marcó las 5:32 a.m. cuando finalmente me rendí al insomnio. El sábado amaneció con un sol que se colaba entre las persianas como un entrometido. Puse una carga en la lavadora, mientras imaginaba mil formas en que esta visita podría salir mal. ¿Qué sabía yo de consolar a una niñ