Luciana se levantó agitada luego de estar soñando con Diego, el que fue el amor de su vida. Desde hacía cinco años había dejado de dormir, y aunque muchas veces usaba píldoras para dormir, no quería depender de ellas.
Diego había sido su novio desde la universidad, lo había conocido el primer día, era el tipo deportista guapo, atlético, con una hermosa sonrisa y todas mujeres e incluso algunos hombres vivían enamorados de él, pero Diego era diferente a los deportistas a los cuales estaba acostumbrada a tratar, él era atento, cariñoso, un caballero, cuando él empezó a invitarla a salir pensó que sólo era una fachada, pero no había sido así, él era transparente, tanto así que la enamoró, luego de terminar la universidad, Diego le propuso matrimonio, ella había aceptado de inmediato, llevaban casi cuatro años juntos y realmente lo amaba, al igual Diego a ella, estaban realmente enamorados, tanto que Diego le dio un plazo de seis meses para que pudieran planear la boda, pero una semana antes del matrimonio él tuvo un horrible accidente que le cambió la vida a todos, el coche explotó y Diego no había podido salir. Él dolor en el corazón de Luciana fue tan insoportable que estuvo apunto de morir de depresión, su padre tuvo que actuar de inmediato, no podía perder a su única hija.
Luciana pudo ver el dolor en su padre, por lo que decidió salir de ese agujero de depresión en el que se encontraba, se dedicó a la empresa, hacer negocios, era una mujer fría y solitaria, excepto cuando estaba con su padre y abuelo, con ellos sonreía y lo hacía de verdad, trataba de ser la de siempre cuando estaba con sus seres queridos, pero ellos sabían que nada era igual, sus ojos habían perdido ese brillo.
Se levantó de su enorme cama y contempló la hermosa vista que su apartamento le daba, todo New York estaba a sus pies, suspiró tan profundo mientras recordaba lo que había pasado con Diego, giró su cabeza hacia la mesa de noche, ahí había una hermosa foto de ambos juntos, de hecho era lo único que conservaba de Diego eran la fotos y una camisa que ella le había quitado la noche antes del accidente, todo lo demás se lo había dado a los padres de él, cuando ella decidió salir de la depresión.
Se quitó la bata y se dirigió a darse un baño, hoy llegaban nuevos inversionistas, su padre quiso que se expandiera más la empresa y la verdad eso era más que bueno.
Se decidió por un vestido blanco, con sólo una manga larga, le llegaba unos centímetros por arriba de la rodilla, y en su cintura llevaba un cinturón blanco, combinó sus zapatos y bolso en color n***o. Su cabello natural era castaño pero lo se había hecho un balayage rubio y le gustó el cambio y era algo que realmente necesitaba, el cabello le llegaba justo donde empezaban sus pechos, lo dejó suelto, su maquillaje fue algo sencillo, sólo resaltó sus ojos azules y sus gruesos labios.
Se miró en el espejo y se veía hermosa y profesional, pero sin ganas de seguir con la vida, sus ojos ya no tenían ese brillo del que Diego se había enamorado.
Bajó a desayunar con su padre que al igual que ella ya estaba listo.
—¿Cómo has amanecido princesa? Estás muy hermosa hoy — Luciana sonrió.
—Bien papá, gracias, ¿Qué tal estás tú? — Su padre padecía del corazón y había sufrido una recaída hacía unos días atrás.
—Bien cariño, no fue nada — su hija lo miró con una ceja levantada.
—¿Qué no fue nada? ¿Acaso estás loco? — el hombre sonrió al oírla.
—Desayuna cariño, hoy es un gran día, me gusta cuando a la empresa llegan muchos nuevos inversionistas, en especial cuando son como Santiago O'Brien — Luciana había escuchado de ese hombre, pero sencillamente no lo conocía en persona y tampoco era que ella le pusiera a las personas que la rodeaban. — Es un hombre íntegro, leal, además de un gran trabajador y un excelente padre.
—No creo que sea tan excelente padre como tú. ¿Estás seguro que quieres volver a la empresa? Yo puedo encargarme de todo, lo sabes. — Ronald tomó la mano de su hija.
—Yo sé que eres muy capaz cariño mío, eres la mejor, pero yo estoy bien, además sabes que cuando hay nuevos inversionistas mi deber es estar ahí. — Luciana sonrió, su padre no iba a cambiar nunca.
—De acuerdo. Yo iré en mi auto, ¿irás conmigo o con el chófer?
—Tengo unas cosas que hacer antes cariño, así que no me voy a poder ir contigo.
—Papá, quiero que te cuides de verdad, sino hablaré con el abuelo. — Ronald se echó a reír al oír a su hija.
—Luci, cariño, voy a estar bien, ya verás, además no soy un niño para que me acuses con tu abuelo.
—No, pero como si lo fueras — dijo divertida Luciana, cuando terminaron de comer, ella se fue a lavar los dientes y luego salió rumbo a la empresa, su padre ya se había ido, ese hombre siempre hacía lo mismo, casi que corría para salir de casa antes que ella. En cuanto se montó en su auto, Irina, su mejor amiga la llamó.
—Hola, buenos días — fue lo que dijo al contestar, pero por el tono de su amiga, algo no estaba bien.
—¿Qué tienen de buenos? — Luciana frunció el ceño al oírla.
—¿Qué pasa? — Luciana escuchó a su amiga resoplar al otro lado.
—Luci, ¿de verdad eres mi mejor amiga? — la nombrada se extrañó de la pregunta de su amiga.
—Irina, no te estoy entendiendo.
—Pasa que ayer traté de comunicarme contigo todo el día, teníamos la visita al viñedo — le recordó molesta — Eres mi mejor amiga y la única, pero necesito si vas a estar conmigo en los preparativos de mi boda, sino voy a aceptar la ayuda de la hermana de Saul, mi cuñada estaría encantada de participar en la boda de su hermano. — Luciana cerró los ojos al oír el tono dolido de su amiga, ella no quería decepcionarla, bien lo había dicho ella era su mejor amiga y la única.
—Lo siento tanto Irina, te juro que ayer no me llevé la agenda correcta, y tuve un día demasiado atareado en la oficina y fuera de ella y no sólo eso, había olvidado el celular en casa y mi amada secretaría no estuvo ayer, ya que mi papá la necesitaba aquí en casa. ¿Perdíamos la cita en el viñedo? — Irina suspiró al otro lado.
—La reprograme para mañana a las cuatro. ¿Crees que puedas estar ahí?
—Te prometo que ahí estaré, no voy a defraudarte, además seré la madrina, te ayudaré a que tu día sea más que perfecto. ¿Ya Saúl escogió al padrino?
—Sí, sí mejor amigo, él es un hombre increíble, espero que se puedan llevar bien cuando se conozcan. — Luciana torció los labios al oír el tono de su amiga, ella siempre estaba emparejandola con alguien.
—Ya veremos, ahora te dejo, ya que hoy habrá nuevos inversionistas en la empresa. Así que debo llegar a tiempo a la reunión.
—De acuerdo, ve, te quiero, cuídate.
—Yo también te quiero, nos vemos — dijo Luciana antes de cortar e irse de inmediato a la empresa, había llegado unos minutos antes de la reunión, y cuando estaba en el pasillo que iba a la sala de juntas oyó un llanto, cosa que le extrañó, siguió el sonido y se encontró a una pequeña niña, hermosa, de cabello n***o y ondas, su ojos eran cafés y tenía un hermoso lunar cerca de su nariz al lado izquierdo de su rostro que estaba debajo del escritorio de su secretaria.
—Hola, ¿Qué haces aquí? — la niña la miró con sus ojitos llenos de lágrimas.
—Estoy buscando una mamá, ¿Te gustaría ser la mía? — Luciana abrió muy grande sus ojos al oír a la niña, eso debía ser una broma. — Mi mamá verdadera me abandonó — dijo con voz dulce — y creo que ahora lo hará mi papá — los ojos de la niña empezó a derramar muchas más lágrimas al mencionar a su padre y eso le causó mucha ternura y tristeza al mismo tiempo a Luciana. Sin saber por qué, ella se sentó al lado de la niña, no le importaba ensuciar su vestido blanco y apenas entraba debajo del escritorio.
—¿Por qué a una niña tan linda la dejaría su padre? — no quería mencionar nada sobre el tema de su madre, además de que era una niña de cuatro o tres años.
—Porque es el papá más guapo que hay y muchas mujeres que andan detrás de él y puede que algún me deje. Yo solo sirvo para estorbar — el corazón de Luciana se arrugó al oír a la niña.
—¿Tu papi te ha dicho eso? — la niña negó con la cabeza.
—No, lo dijo la mujer que me cuida, ella dice que algún día será la esposa de mi papi y él ya no va a quererme. — Luciana frunció el ceño al oír a la niña y justo cuando pensaba contestarle una voz gruesa y cariñosa se oyó detrás del escritorio.
—Emi, cariño, ¿Dónde estas? — la preocupación también se notaba.
—Creo que tu padre está preocupado — Santiago oyó la voz suave de una mujer y la siguió hasta llegar justo debajo del escritorio que había delante de él, quién encontró a su pequeña hija al lado de la mujer más hermosa que había visto, ambos quedaron en una especie de trance mientras no dejaban de verse a los ojos.