—Es hermosa, ¿cierto? — preguntó Ronald con una sonrisa, mientras miraba como Santiago se había quedado mirando por dónde Luciana acababa de salir.
—Más que eso es perfecta, pero algo seria — dijo mirando a los ojos del hombre. Ronald bajó a Emily de sus regazos.
—Cariño, ¿podrías ir a pedirme un café? — Emily asintió al oír a su abuelo y salió corriendo del lugar en busca del café de su abuelo, Santiago supo que él no quería que su hija escuchara lo que tenía que decir — No siempre fue así, era una mujer alegre, amaba la vida y sonreía por todo.
—¿Y qué pasó? — preguntó Santiago muy interesado en lo que el hombre le decía.
—El amor le pasó — Santiago supo que en ese momento tuvo celos y rabia al mismo tiempo y no sabía el porqué, ya que era una estupidez, venía conociéndola.
—¿La engañó? — la rabia se hacía presente una vez más, mientras pensaba en lo que pudo haberle hecho el hombre, pero Ronald negó con la cabeza.
—No, él estaba muy enamorado de ella. Diego era un gran hombre, amaba a Luciana, incluso se comprometieron, iban a casarse, pero creo que ese no era el destino de ellos, Diego sufrió un accidente un día antes de la boda y murió en el hospital, fue un golpe muy duro para mi princesa, incluso intentó matarse — Santiago estaba demasiado sorprendido con lo que escuchaba — Eso me destrozó y ella lo notó, desde ahí siguió adelante, se metió tanto en el trabajo, fue como su escape a la realidad y no me molestó, porque vi a mi niña salir adelante.
—Lo siento mucho — dijo Santiago, mientras pensaba en todo lo que le habían dicho, en ese momento la puerta se abrió, la secretaria entró con dos cafés y una gran copa de helados.
—Ya llegué, perdón la tardanza — dijo Emily haciendo que los presentes se rieran.
—No te preocupes princesa, no has durado nada. — Ronald vivía enamorado de la pequeña niña. Emily sonrió al oír a su abuelo. El hombre miró a Santiago.
—Te conté esto porque te tengo confianza y porque vi el brillo en tus ojos. Sé que eres un gran hombre Santiago, pero Luciana desde que pasó eso se cerró por eso sí quisieras algo con ella vas a tener que tener muchísima paciencia.
—Soy el hombre más paciente de este mundo. — dijo con una gran decisión y Ronald sonrió al oírlo, eso la verdad le agradó, él sería el hombre perfecto para su hija.
Cuando salieron de la sala de juntas, Ronald se iría para la casa así que decidió ir a despedirse de su hija, aunque no tuvo que ir hasta la oficina, ya que Luciana se encontraba hablando con la secretaría, la mujer atendía a ambos cuando al señor Brown le daba por ir a la oficina.
—Hija me voy a casa — anunció él, Luciana se giró al oír a su padre y se sorprendió de ver a Santiago aún con él, la niña estaba en brazos de su padre pero al ver a Luciana le pidió que la bajara, él hizo lo que su pequeña le pedía ella corrió a los brazos de Luciana quién sonrió al verla y la tomó en sus brazos para alzarla.
—Está bien papá, ¿cuándo irás a ver al abuelo?.
—He estado hablando con él, al parecer esta vez sí lo estoy convenciendo para que se venga a vivir con nosotros.
—Eso es grandioso. — en eso la niña la miró
—¿Puedo ir a vivir contigo? — Santiago abrió los ojos como platos al oír a su hija, definitivamente la hermosa mujer se había dueño el corazón de su pequeña hija. Luciana no pudo evitar reírse al oírla.
—¿Dejarías sólo a tu papi? — la niña miró a su padre, quién para seguir el juego hizo un tierno puchero.
—¿Él puede también vivir contigo? — Santiago al oír a la niña miró fijamente a Luciana que también tenía la mirada en él y ella no pudo evitar sonrojarse.
—Emy, cariño, por favor, puedes dejar de hacer preguntas. — Santiago volvía a salvar a Luciana de las preguntas incómodas de su princesa. La niña lo miró a él y luego a Luciana.
—No dije nada malo. — dijo inocentemente. Luciana sonrió.
—No te preocupes cariño, no has dicho nada malo. Pero no puedes venir a vivir conmigo y dejar a tu papá y todos los que te quieren. Pero lo que podemos hacer es hacer pijamadas de chicas, ¿te parece? — la niña asintió con fuerza.
—Me gusta la idea. — y mirando a su papá preguntó. — ¿Me darías permiso papi? — Santiago se puso muy cerca de ellas, haciendo que Luciana pudiera oler su fragancia, ella no pudo evitar ponerse nerviosa aunque no lo demostró.
—Por supuesto cariño. Ahora debemos irnos, Rose nos está esperando —Luciana frunció el ceño al oírlo y Emily empezó a negar con la cabeza.
—No quiero, ella es mala papá.
—Lo sé cariño, ya me lo has dicho, por eso necesito hablar con ella. Te he prometido que no pienso dejar que nadie te lastime. — la niña se tiró a los brazos de su padre, él era perfecto. Luciana sentía miles de mariposas en su estómago, Santiago estaba siendo muy tierno y para qué negarlo eso le gustó.
—Bueno, yo los dejo porque tengo que ir trabajar, papá, ve con cuidado por favor — abrazó a su padre y luego miró a los O'Brien. — el fin de semana podemos hacer la pijamada cariño, ¿te parece? — Emily miró a su padre emocionada.
—¿Cuánto falta para el fin de semana? — Santiago sonrió.
—Dos días. — la pequeña sonrió y miró a Luciana.
—Me parece perfecto. Papi dale tu número, para que pueda comunicarse conmigo — Santiago sonrió, mientras negaba con la cabeza. Sacó de su saco una tarjeta con su número personal y se lo dio a Luciana que la aceptó y con una inclinación de cabeza se alejó a su oficina. Santiago suspiró antes de voltearse y despedirse de Ronald, quién lo miraba con una gran sonrisa.
De camino a su casa iba pensando en Luciana, esa mujer no sólo era hermosa físicamente, no, sino también lo era por dentro, aún no podía creer la manera tan tierna y cariñosa en que se había comportado con su hija, cuando recién la había conocido. Pensó también en lo que el señor Brown había contado, no podía ni imaginarse el dolor por el que Luciana había pasado, porque ella había perdido al amor de su vida por culpa del maldito destino, a cambio él, había sido un imbécil que le entregó todo a una mujer cruel y despreciable, lo único que podía agradecerle era su pequeña, por eso desde que supo de su existencia se ha dedicado a ver por ella y ahora no iba hacer la excepción, no iba a permitir que hicieran sentir mal a su hija, ni mucho menos. Por eso iba a poner a Rose en s u lugar y a enseñarle que con Emily O'Brien nadie se metía.