Narra Daniel No había nada que quisiera más que tener a Hanna en esa mesa de la cocina, comiéndola para el desayuno. Era tan malditamente hermosa y tentadora. No podía quitarme el sabor de ella de la boca, la sensación de ella de mi cabeza. Todavía podía sentir su coño palpitando alrededor de mi pene, ordeñándome por todo lo que valía y más. No quería nada más que tenerla una y otra vez, pero tenía una empresa que dirigir. Ambos lo hicimos. —¿Qué opinas?—le pregunté a Gael. A veces llevábamos un automóvil privado a la oficina, por lo que ambos nos sentábamos a revisar los correos electrónicos en nuestros teléfonos. Se burló. —¿Sobre qué, hombre?—suspiró como si ya hubiera terminado el día. Él estaba así algunos días, no estaba preparado para hacer nada. Ambos tuvimos nuestros días, pe