Narra Daniel
Hanna lucia tentadora. Era casi como si no supiera lo que hacía ese vestido y su cabello ondulado. Ella me iba a arruinar. Peor aún, sabía que nos estaba mirando. Tal vez nuestra propuesta no estaría tan fuera de lugar como pensaba. Pude ver en la forma en que su garganta se agitaba mientras tragaba, la forma en que fruncía los labios y la forma en que apretaba los muslos que también nos deseaba. Ella tomó un sorbo de agua con nerviosismo y le di una mirada vacilante a Gael, diciéndole que retrocediera por un segundo. Lo último que quería era abrumarla.
—Hanna, tengo entendido que estás bien involucrada
en el mundo del derecho corporativo—dije, con la esperanza de distraerla momentáneamente.
Ella me miró a través de sus pestañas, sus ojos grises brillaban como si le acabara de dar una buena noticia. Ella deseaba mucho este trabajo, tal vez tanto como nos deseaba a nosotros.
—Estudié mucho en la universidad y tuve algunas oportunidades de pasantías increíbles que me ayudaron—dijo con confianza, aunque todavía había un ligero temblor en su voz. Sonreí suavemente, mirándola a los ojos y atrapándola con mi mirada.
—Vimos eso en tu currículum—miré a Gael.
Sus ojos parpadearon en su dirección, y luego de vuelta a mí.
—Sí, por supuesto—dijo y se aclaró la garganta.
—Como sabes, nuestra empresa es muy poderosa—continué en voz baja. En ese momento, el mesero se acercó y Gael le indicó que trajera el especial de la casa.
—Creo que mucha gente lo sabe—dijo Hanna sin rodeos.
Sonreí. Me gustaba su boca inteligente.
—Muy bien. Creo que te gustaría ver cuán poderosos somos— me incliné lo suficiente para ver las pecas sobre su nariz. Ella me devolvió la mirada, sin apartarse.
—¿Qué quieres decir?— preguntó ella, su tono subiendo.
Contuve una risita. Ella no tenía idea de lo que teníamos en mente. Me dio la impresión de que ella era del tipo inocente. El pensamiento hizo que mi pene se contrajera contra mi pierna, algo que no parecía o han pasado desapercibidos en base a la rápida mirada que le dio.
—Quiero decir que tengo mucho que enseñarte, Hanna. Gael y yo los dos —dije.
Ella me dio la misma mirada inquisitiva, diciéndome que aún no se había acobardado. Luego se volvió ligeramente hacia Gael, quien la miró con la mirada oscura a la que había visto sucumbir a las mujeres muchas veces antes.
—¿Como... como qué?— ella preguntó. Pero estaba claro que ahora se dio cuenta de que ya no estábamos hablando de la empresa.
—Negocio corporativo. Adquisiciones —dije. Su mirada hacia mí era más oscura ahora. Más interesada.
El camarero llegó con nuestra comida, aunque apenas me di cuenta. Estaba demasiado atrapado en el olor de Hanna—.Como sabes, Gael y yo adquirimos todo juntos— agregué.
Hanna simplemente asintió. Miró la comida en la mesa y luego a Gael, quien deslizó su mano sobre su rodilla. Presioné mi propia rodilla con más firmeza contra la de ella. Su respiración se aceleró con entusiasmo. Yo mismo sentí un cosquilleo de emoción, pensando en cómo podíamos mostrarle qué era el verdadero deseo y cómo era estar a merced de un amante. Para ser devorada no solo por uno, sino por dos hombres poderosos. Quería que experimentara someterse voluntaria e incuestionablemente al placer que podíamos brindarle. Me preguntaba si podía imaginar tenernos a los dos, por separado y al mismo tiempo.
Si tuviera alguna idea de lo viva que la haría sentir...
—¿Todo?—ella finalmente respondió —¿Cómo qué?
Gael sonrió y apretó su mano en la parte interna de su muslo, lo suficientemente cerca para sentir su calor. Ella inhaló bruscamente.
—Sabes qué—le susurré al oído, haciéndola temblar. Presioné mis labios en el hueco justo debajo de él. Parecía congelarse y relajarse simultáneamente. Dejé que mis labios recorrieran la suavidad de su cuello y bajaran hasta su clavícula mientras Gael apretaba su agarre sobre ella. Se le cortó la respiración y sentí que se le aceleraba el pulso. Mi pene se puso insoportablemente duro, tomé su mano y la presioné contra mí. Su jadeo llenó nuestros oídos y su otra mano buscó a Gael. La mesa se movió con su gruñido. Metí mi dedo en la salsa sobre el bistec, dejándolo gotear mientras lo movía hacia sus labios. Sus ojos se encontraron con los míos justo antes de que comenzara a chupar ansiosamente mi dedo. Reprimí un gemido, imaginando mi pene con esos perfectos labios rosados envolviéndola—.Hanna, sabía que teníamos razón sobre ti— dije, mojando mi dedo en el otro lado de su cuello, exponiéndolo a Gael, quien felizmente mordió el anzuelo. Ella jadeó y se inclinó hacia él cuando él comenzó a succionar su cuello, sin duda dejando una marca.
—¿Sobre qué?— ella respiró.
—Acerca de...—rocé el dorso de mi mano debajo de los oleajes de sus pechos en ese vestido enloquecedor. Sabía lo que estaba haciendo, exponiendo su piel ante nosotros como una sirena en el vasto mar de hombres hambrientos. Sin embargo, no tenía ni idea de lo que Gael y yo éramos capaces.
—Lo descubrirás muy pronto—le susurré al oído, y luego succioné su lóbulo desnudo en mi boca.
Ella contuvo un gemido, temerosa de que alguien la escuchara. Pero teníamos un stand privado por una razón. Nadie podía vernos ni oírnos, y teníamos rienda suelta para hacer lo que quisiéramos
—Pero…—
presioné mi dedo en sus labios, silenciándola.
—Shh, Hanna. Solo disfrútalo —dije, mientras Gael levantaba más la mano. Intentó apretar las piernas, pero agarré su muslo y las mantuve abiertas para la mano de Gael. Sus pezones se endurecen, estirando la tela de su vestido. Íbamos a destruirla.
—Quieres esto— declaró Gael.
Hanna se mordió el labio hasta que se puso blanco. Y luego lo soltó, el color melocotón regresó y me hizo querer besarla desesperadamente—.Dilo— susurró Gael, su otra mano agarrando el frente de su garganta. Le advertí con mis ojos, y él aflojó su agarre.
—Sí, yo… no sé qué es esto…— tartamudeó.
Sonreí y retiré mi mano, causando que ella gimiera en protesta. Ella no estaba engañando a nadie; ella sabía exactamente qué era esto.
—Tú sí lo sabes, Hanna. Sabes que te queremos —dije.
Me miró con esos ojos grises, muy abiertos y deseosos.
—Tú…
Miré a Gael y él apartó las manos de mala gana también. Ella gimió de nuevo, confundida. Me acomodé en mis pantalones mientras ella apartaba sus manos de ambos. Cruzó las piernas y se bajó el vestido.
—Ambos queremos que seas nuestra, Hanna— le dije. Me miró de nuevo y luego a Gael y después se concentró en el mantel frente a nosotros.
—¿Qué quieren decir?
Gael sonrió, se arregló los gemelos y fingió ajustarse los pantalones.
—Queremos decir, te vamos a entrenar— dije, mis ojos clavados en los de ella—.Dentro y fuera de la sala de juntas. En nuestras camas… Donde queramos.
Ella parpadeó rápidamente.
—No… no entiendo. No soy lo que piensan. Quiero ganarme un trabajo por mérito, no…
Gael se inclinó hacia ella y al instante se quedó en silencio.
—Nunca dijimos que no tenías méritos. También estarías aprendiendo de nosotros. Pero también queremos algo de esto. Te queremos, Hanna.
—¿Ustedes dos?—ella susurró.
Asenti.
—Sí, los dos. Como dije, nos gusta adquirir todo junto.
Ella levantó las cejas.
—¿Me compartirían?
—Sí. Y te tendríamos juntos. Te enseñaríamos el placer de tu cuerpo y el nuestro. Sucumbirías a nuestros deseos y nunca harías preguntas.
Gael se inclinó más cerca.
—Llevaremos tu cuerpecito sexy a su límite absoluto, y te encantará cada segundo. No tendrás que hacer ninguna pregunta.
Su respiración se aceleró.
—Yo nunca…
Puse mi mano sobre la de ella.
—Es por eso que te enseñaríamos, Hanna. Así que di que serás nuestra.
—No puedes negar que nos quieres— dijo Gael—.Ni siquiera un poquito. No con la forma en que has estado frotando tus muslos para detener tu pequeño y palpitante coñito. Quieres que te probemos, ¿no?
Hanna tragó, lamiéndose los labios mientras se retorcía en su silla.