Narra Hanna El vestido rojo brillante era un faro para los problemas. Sexo... problemas. Que ni siquiera pude entrar porque firmé ese maldito contrato. Sabía que no era realmente aplicable en ningún tribunal, pero aún así lo firmé y, como abogada, respeté todo lo notariado y fechado. Pero era tan difícil comprender que me poseían, y ni siquiera podía divertirme cuando me ignoraban. Combiné el elegante y ceñido vestido rojo alisándome el pelo, que suelo llevar ondulado o recogido en un moño. Hizo que mi rostro se viera completamente diferente, pero aún con ese encanto inocente, lindo, lo llamaría Gael. Puse los ojos en blanco y me puse maquillaje y lápiz labial como nunca antes, incluso me puse rímel. Me había transformado y rematado con unos tacones negros que hacían gritar a mis pantorri