Capítulo 3

2758 Words
Megumi comenzó a disfrutar de las fiestas y de la popularidad que su dinero y amiguero carácter le proveía ni bien empezó la universidad. La joven terminó el primer año de estudios sin mostrar interés o preferencia en algún representante del sexo opuesto. Si bien es cierto que en varias oportunidades la vieron “muy cariñosa” con uno que otro guapo espécimen masculino, nunca afirmó que alguno de ellos sea su pareja o novio, hasta que conoció a James Egerton. Al inicio de su segundo año de estudios, para su primera clase de japonés, llegaba, como siempre, muy apurada y algo atolondrada por haberse quedado dormida al haber estado de fiesta la noche anterior. Sin mirar a su alrededor, se dejó caer, descuidando las buenas formas y modales que una joven de su categoría debe guardar, en la primera silla desocupada que encontró y lanzó de mala gana su bolso a la de al lado. Todo habría estado dentro de lo común en el inicio de su día, pero un fuerte carraspeo a su lado terminó de despertarla. Un muy atractivo extranjero en sus treintas la miraba con unos ojos azul turquesa que para Megumi hacían que la expresión de fastidio recargada en su entrecejo y labios perdiera fuerza. Con un notorio acento le pidió a la cautivada joven que retire su bolso de su regazo y que se siente apropiadamente, ya que le incomodaba ver a una dama sin una buena postura. Por más bello que el extranjero era, el temperamento indomable de Megumi apareció sin que su carácter pudiera hacer algo para contenerlo, y le respondió que, si no le gustaba lo que veía, podía dejar de mirar o, mejor aún, retirarse a otra silla. Con una ceja alzada, muestra de su desagrado hacia la japonesa, el guapo extranjero tomó sus cosas y se movió varios asientos -en verdad muchos más- lejos de ella. Ese primer encuentro explosivo y nada cordial no evitó que en Megumi naciera la chispa del interés por saber más sobre el extranjero. En clase pudo conocer su nombre, y supuso que debía ser un americano o quizás un australiano interesado en perfeccionar su japonés por cuestiones laborales, pero como a ella no le gustaba estar mal informada, le pidió a Hikaru Ito, una especie de guardaespaldas–asistente que su padre puso a sus servicios cuando se fue a vivir a Tokio, que averiguara todo sobre James Egerton. Al día siguiente, Hikaru entregó una carpeta a Megumi en donde solo se indicaba su edad y nacionalidad. La joven miró a su hombre de confianza sorprendida, ya que nunca antes la había defraudado al encomendarle una tarea, pero lo que le diría Hikaru haría que su interés por el extranjero creciera: «Sus datos están protegidos con un código encriptado muy difícil de hackear. Parece que es una persona muy importante para la Corona Inglesa». Para la siguiente clase de japonés Megumi lució vestimenta muy femenina y mucha gracia en su caminar, postura y movimientos. Llegó calmada, sin prisa al haber despertado a tiempo para preparar la imagen que deseaba proyectar ante el guapo extranjero de muy misterioso perfil. Lo vio sentado en el mismo lugar en que, sin darse cuenta, lo encontró en la clase pasada, pero ahora el hermoso inglés de treinta y cinco años había colocado en la silla, que ella tomó groseramente, su mochila. Como el extranjero estaba usando sus auriculares, a Megumi se le hizo perfecto el tener que tocarlo para advertirle de su presencia. Con sus muy suaves manos rozó con un movimiento ligero y provocativo el antebrazo del apuesto treintañero. La joven se sintió satisfecha al notar la reacción que su tacto causó a su objetivo. Al sentir la delicada piel sobre la suya, una corriente ligera y placentera le recorrió todo el cuerpo, erizándole los vellos e iniciando una erección. Ante tremendo estímulo, James volteó a mirarla y se quitó los auriculares. Al principio no la reconoció, pero luego recordó que se trataba de la malcriada que le fastidió el día hace poco. Aunque alzó una ceja y puso cara de desinterés, el inglés analizaba a la japonesa, la cual no lucía nada mal, tenía un lindo y juvenil cuerpo, cabellos sumamente negros y lacios que caían por sus hombros, una bonita sonrisa y unos ojos muy vivos, brillantes, llamativos. «Hay algo en ti que me atrae, pero no te lo haré saber hasta averiguar qué es exactamente; debo comportarme», se dijo a sí mismo al darse cuenta que le gustó lo que sintió y que no podía ser el mujeriego de siempre, ya que estaba en ese país bajo los beneficios de la misión diplomática británica. La joven preguntó si se podía sentar en la silla donde yacía su mochila, a lo que contestó moviendo el objeto hacia la que tenía al otro lado. Megumi se acomodó guardando las formas que su madre le instruyó: «Primera vez que me sirve todo lo que mamá me enseñó», pensó. James había apoyado su brazo derecho sobre la mesa y hacía descansar su cabeza sobre su índice y pulgar. Sin timidez ni discreción miraba a la joven, quien hacía como que no notaba el actuar del extranjero. En eso él inició la plática. - ¿Eres la misma muchacha que hace unos días me ofendió y se apoderó de mi espacio de estudio? -el acento de James causaba en la japonesa un cosquilleo agradable en su estómago. - Sí, lo soy. Disculpe la mala experiencia, no estaba en mi mejor día -con una sutil reverencia y grácil aleteo de pestañas Megumi se disculpaba. - Acepto tus disculpas solo porque eres una dama muy bella -ver el tímido coqueteo de la japonesa despertó en James las ganas de comportarse como el casanova que era, pero se contuvo-. ¿Puedo conocer tu nombre? -estaba curioso por saber de ella, y necesitaba su nombre para dárselo al actual embajador y pedirle que el Servicio de Inteligencia Británico averigüe todo sobre su vida. - Megumi Nagata, de Nagoya -respondió con un encantador tono de voz y coqueta reverencia-. ¿Y usted es? -quería conocer todo lo que Hikaru no pudo averiguar. - James Egerton, de Cambridge, Inglaterra -extendió la mano para saludar al estilo occidental. Megumi aceptó el saludo, pero rápidamente el experimentado inglés giró la mano de la joven japonesa y dejó un beso en el dorso de esta, gesto que acompañó con una mirada seductora. Un ligero sonrojo tiñó las mejillas de la joven al sentir sus suaves y húmedos labios en su piel. «Si así me siento cuando besa mi mano, cómo estaría si besara mi cuello», pensó excitada al imaginarse entre los brazos del inglés. «Siempre la postura del caballero inglés funciona, pero contigo no iré tan rápido. Ese toque de su mano fue demasiado excitante. Cálmate y no pienses en las reacciones de tu cuerpo si llegara a más que tocar tu antebrazo», el extranjero también fantaseaba con la japonesa al imaginar su imagen desnuda debajo de él. Después de esa clase James pidió acompañarla a donde ella se dirigía, ya que quería conocer el campus. Como si los planetas estuvieran en perfecta alineación para favorecer los planes de la joven, le ofrece al inglés mostrarle los ambientes de la universidad, ya que su próxima clase era en dos horas. Con una sonrisa de lado y mirada provocativa, James aceptó la propuesta y comenzaron el recorrido. La seguridad encubierta de ambos los seguía a través del campus y avisaban a los jefes responsables lo que hacía la pareja de recién conocidos. - Noto que eres muy popular -afirmó James al ver que cada dos personas había una que conocía a la joven y la saludaba efusivamente. - Digamos que soy un amor de persona y por ello todos me quieren -sonrió guiñando un ojo al inglés, algo que le gustó y puso nervioso al nivel de agachar la cabeza por breves segundos para evitar que viera el rubor en su rostro. - Entonces, además de bella, amorosa -después de controlarse, siguió coqueteando a la japonesa. - Sí, esas son dos de mis tantas cualidades. Si te portas bien y llegamos a ser buenos amigos, te puedo mostrar algunas más -rozó el antebrazo de James como lo hizo en el salón de clases y nuevamente la electricidad, los vellos erizados y la erección aparecieron. En ese momento el inglés entendió que con ella no podía contenerse, así que iría directo, pero no tan rápido, aún debía cuidar las formas, sino tendría muchos problemas. - Me encantaría ser un amigo muy íntimo tuyo -dijo con una ronca voz que estremeció a Megumi-. Claro está si la diferencia de edad no es un problema -al recordar que ya iba a la mitad de sus treinta y ella lucía muy joven, pensó que quizás ese detalle la alejaría, algo que lamentaría, pero que le ayudaría a evitar volver a fastidiar sus planes en un país extranjero-. Tengo treinta y cinco años. - Y yo veinte -contestó rápidamente sin dejar de mirar seductoramente a James-. Para mí no es un problema los quince años de diferencia entre nosotros. Además, luces demasiado bien y no aparentas tu edad. A los dos días el inglés recibió toda la información sobre Megumi. La cabeza le decía que era muy necesario saber con quién se estaba relacionando, pero el corazón le pedía que averigüe todo sobre la joven directamente con ella. James sabía que Megumi tenía algo que la hacía diferente a todas las mujeres con las que tuvo una relación formal o simplemente se folló, y por eso decidió seguir su corazón. Por otro lado, con la foto de James que los hombres de Hikaru tomaron, el guardaespaldas de la joven pudo conseguir algunos datos interesantes del inglés, los cuales entregó a su joven ama. Al igual que James, Megumi no quiso leer la información obtenida, y guardó la carpeta en uno de los cajones de su walk-in closet. La relación del inglés y la japonesa pasó a otro nivel muy rápidamente cuando a los días de conocerse comenzaron a salir. Al sentir que James no ocultaba su carácter y se comportaba de forma desinhibida -el primer sábado que salieron a cenar, el extranjero le robó un beso y desde ahí el contacto físico entre ellos fue creciendo, tanto así que en la universidad comenzaron a caminar tomados de la mano-, decidió mostrar su verdadero yo. Después de pasar el domingo paseando por Togoshi Ginza, degustando por varios puestos de comida callejera japonesa -que de callejera no tiene nada porque todos los negocios son establecimientos muy bien equipados y limpios- le invitó a terminar la noche asistiendo a las carreras callejeras que su amigo Ikki organizaba. - Creo que usted es más osada y peligrosa de lo que pensé, señorita -comentó James rozando el cuello de la joven con su nariz al estar ella sobre su regazo en el apartamento del inglés-. ¿De dónde conoces a esa gente? -alejó su rostro de ella para preguntarle seriamente sobre el tema. Le preocupaba que estuviera metida en cosas ilegales y que tuviera que alejarse de ella. - Mi hermano Takeo, quien es seis años mayor que yo, gusta mucho de los autos y las motos, por ello es ingeniero automotriz. Desde niña he visto como participaba en competencias de motocross y de carreras de autos, así fui adquiriendo el gusto por los fierros. Cuando Takeo vino a Tokio a estudiar conoció a Ikki, quien es un mecánico que le recomendaron para solucionar un problema con el gas nitroso de su auto. Pasó el tiempo, se hicieron amigos y un día invitó a mi hermano a una carrera callejera. Luego, cuando llegué a Tokio, Takeo me llevó a una de esas carreras y desde ese día cada vez que mi hermano está en la ciudad voy con él, es un gusto que compartimos. - ¿Y por qué me invitas a ir contigo si es algo entre tu hermano y tú? ¿Acaso crees que soy tu hermano? -James sonreía divertido, pero en el fondo temía que Megumi lo tratara como un hermano mayor. - ¡Cómo crees! A mi hermano no le haría esto -y lo besó apasionadamente. Ese húmedo, suave y sensual contacto hizo aparecer una fuerte erección en el inglés que comenzó a frotar en el muslo de Megumi. Llevaban dos meses saliendo, conociéndose entre coqueteos, besos y caricias subidas de tono, pero hasta ese momento no habían pasado esa línea. - Mejor siéntate aquí o no respondo -dijo James al obligarse a dejar el beso y mover a la joven para que se siente en el sofá. - ¿Acaso no quieres follar? -soltó molesta, ya que ella quería que él no parara cuando sintió su erección. - ¡Por supuesto que quiero! -dijo con el rostro perdido entre su cuello y cabellos que buscó al escuchar el reclamo de la joven-. Solo que ya no tengo edad para equivocarme, por eso quiero ir lento -al terminar de hablar se dio cuenta que estaba dando más información de la que debía. En los últimos días James había pensado mucho en tener una relación formal con Megumi, pero no se atrevía al sentir que aún no la conocía lo suficiente y por no haber sido completamente sincero con ella sobre por qué estaba en Tokio estudiando la lengua y cultura japonesa. - Entonces, ¿quieres tener algo serio conmigo? -preguntó nerviosa, pero no lo hizo notar en su voz ni en su expresión. - No lo sé -sentía que no podía ser sincero y decir que sí, que quería compartir su vida con ella, verla madurar, enseñarle a amar y formar una familia; era demasiado pronto, pero ya estaba así de seguro-. Eres muy joven y aún hay mucho que debes aprender, y quizás no sea yo quien te pueda enseñar -después de decirlo se dio cuenta que había cometido un error. Conociendo el temperamento de Megumi, la japonesa no iba a dejar pasar sus palabras. - Entonces me voy, debo buscar a mi maestro -la joven se levantó bruscamente, alejándose de él. No quería que se vaya así, por lo que la retuvo abrazándose a su cintura y pegando la espalda de la joven a su pecho - ¿Por qué te vas? No quiero que lo hagas, pero debes entender que yo no sé si tenemos un futuro juntos -las dudas le dolían y el querer ser precavido lo atormentaba. - Eres un hombre quince años mayor que yo, un profesional que está dominando una lengua extranjera para hacerse cargo de un alto puesto en una empresa en mi país, tienes buenos ingresos y estás soltero, ¿cómo no vas a saber si tenemos un futuro juntos? -ambos estaban en silencio y el recuerdo de su compromiso con Kenji Sato llegó de golpe-. Tienes razón, entre nosotros no hay futuro -se soltó y caminó, casi corrió, hacia la salida del lujoso apartamento que habitaba el inglés. Si a James los errores -y horrores- que cometió en el pasado lo forzaban a ir lento en la relación que su corazón le pedía iniciar con Megumi, el compromiso pactado a los ocho años de la joven derrumbaba todo sueño que tuviera a James como su coprotagonista y pareja. También estaban los secretos. Él aún no le confesaba que en realidad era el próximo Duque de Somerset, un Lord Inglés relacionado con la Familia Real Británica, y que si pretendía mejorar su manejo del japonés era porque La Reina quería otorgarle el puesto de embajador en ese país mientras llegara el momento de ostentar el título nobiliario. Ella aún no le decía que era hija de una de las familias multimillonarias del j***n, y que estaba comprometida a casarse con el heredero de otra familia tan poderosa como la suya; que la boda sería en diciembre de ese año. Con una llamada pidió que averigüen en dónde el tal Ikki estaría realizando esa carrera callejera. En el par de meses que llevaba saliendo con Megumi pudo conocerla muy bien, y sabía que la joven iría a esa carrera, más ahora que estaba enojada, y él estaría ahí, para ver cómo se comportaba en ese mundo ilegal; para saber si ella sentía lo mismo que él y no sucumbiría a la provocación de otros hombres; para protegerla de cualquier problema o ataque que pudiera darse en ese lugar; para hablar con ella y confesarle quién es, lo que siente y quiere a su lado.
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