Amaneció y Yuriko despertó al sentir el calor de los rayos de sol que caían sobre la cama. Bastian ya había dejado el lecho que compartieron como amigos. Se levantó y lo buscó con la mirada, pero no lo encontró por ningún lado. Pensó que quizás seguía molesto y decidió irse, dejándola sola, pero descartó esa idea porque en el poco tiempo que trataba al Dr. Müller sabía que era un caballero y que jamás dejaría a una dama sola, desprotegida, como se sentía ella en ese momento. Al abrir el closet para sacar la ropa que vestiría, vio que la maleta y las prendas del alemán estaban ahí. Agudizó la mirada para recorrer por segunda vez la habitación y encontrar algún indicio de dónde estaba su amigo, cuando vio una nota sobre la bandeja que estaba en la mesa cerca de la puerta: «Yuri, desperté tem
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