-Bea… Dio mio- suspiró con nerviosismo, como un pequeño- Bea era perfecta, era incomparable, era salvaje y alocada cuando salía de ese papel de niña buena en el que sus malditos padres la hacían vivir. Aún con tanto tiempo con Isa, en ese entonces, ella se seguía cerrando para mí… ustedes sabes, sexualmente- dijo tragando con fuerza- Bea no, ella tenía un cuerpo de bailarina tan ágil, tan estilizado, tan perfecto. Ella me enseñó a disfrutar de su cuerpo y más aún, me enseñó a conocer el mío. Era sólo un año mayor que yo, pero sabía cosas que nunca habían pasado por mi cabeza, supuse que había estado con muchos hombres antes y eso me cohibía un poco con ella, hasta que me confesó que, realmente, eran sus padres los que la hacían ver pornografía a diario desde pequeña, para que aprendiese po