CAPÍTULO DIECISIETE Athena cayó torpemente cuando un guardia la empujó hacia atrás, tropezando entre la basura que había fuera de una de las tabernas de Delos. A estas alturas, ya había aprendido suficientemente a bajar la cabeza cuando esto sucedía, escondiendo su rabia. Había aprendido a ser servil o, por lo menos, a aparentarlo. —¡Sal del camino, esclava! —dijo bruscamente el hombre. —Sí, maestro —dijo Athena, pero ya estaba avanzando. Athena continuó su camino por la ciudad, yendo de un lado a otro, recogiendo lo que podía de los desechos de la ciudad, manteniéndose fuera de la vista. Los huesos le dolían al andar. Aquellos días, parecía que le dolía todo, a causa de llevar tanto tiempo durmiendo en esquinas duras y comiendo tan solo lo que podía recoger en la basura. Había habido