Andrew Estaba controlándome todo lo que podía, mis manos temblaban un poco, pero no por enojo, no, solo estaba luchando por no romper lo que llevaba puesto y follarmela sin piedad, ya no podía hacer esto último, el médico había sido muy claro, hay que tener mayor cuidado con los embarazos dobles, más descanso, mejor alimentación, menos rudeza. El problema a mí me encantaba follar duro a mi esposa, me gustaba perderme en ella, saborearla por completo, escucharla, ver cómo su piel se erizaba, saber todo lo que escondía debajo de esos trajes o sus buzos gigantes, pero ahora no había nada de eso. — ¿Por qué no te disfrazas de monja? - hable sin pensar y ella me miro. — ¿Monja? - arrugo su nariz - Me daría calor, queda todavía unos días de calor, luego llega el invierno - me miro - ¿Ire