En menos de veinte minutos ya estaban tocando en la puerta. Antes de abrir respiré hondo para relajarme, Ernesto Cazares tenía esa habilidad de acelerar mi corazón aún sin siquiera tocarme. Abrí la puerta y ahí estaba él, de pie frente a mí mirándome fijamente dibujando en su rostro una sonrisa demasiado sensual, contengo mis ganas de abalanzarme sobre él, ansío intensamente sus labios suaves y carnosos. La humedad comienza a salir cuando lo escaneo con la mirada, lleva puesta una camisa casual azul, pantalones de mezclilla y unos zapatos deportivos que hacen juego con todo su atuendo haciéndolo parecer relajado y juvenil. - También puedes admirarme dentro de tu departamento, ¿sabes? - exclamó en tono sarcástico. - Muy gracioso - espeté con ironía. Entrecerré los ojos fu