Megan llegó a la gran empresa, era un verdadero imperio ante ella. Se estacionó en el parqueadero, bajó del carro y corrió hasta tomar el ascensor. - No puedes tomar ese. – dijo una de las muchachas. – es sólo para el señor Walton. Toma los que están atrás. - señaló con su dedo. - Gracias. – Megan caminó a grandes pasos hasta entrar, ella también entró, al parecer subirían juntas. - ¿Eres nueva? – preguntó de repente. - Hoy es mi primer día y estoy llegando tarde. - Suerte, el señor Walton es amante a la puntualidad. – las puertas se abrieron y antes de irse volvió a decir. – bienvenida al infierno. Sino te adaptas, te vas. - Tomaré tu concejo. – Megan sólo pudo estirar sus labios. Adaptarse o no, tenía que seguir ahí. Respiró cuando las puertas se cerraron y continuó hasta el