Capítulo uno.
Capítulo uno.
Él despertador sonó como de costumbre a las 7:00 am. Gruñí. Había dormido solamente dos horas por mi examen de Historia. Luego de unos minutos que estuve acostada, me senté sobre la cama mientras estiraba mis brazos y resople al observar mi escritorio lleno de libros.
Apoye mis pies sobre el frió suelo y me dirigí hacia el baño.
En cuanto termine, me dirigí hacia el ropero mientras cepillaba mi largo cabello castaño y con pocas ondas.Me vestí y cuando estuve lista, baje las escaleras hacia la cocina. Sonreí al oler el rico aroma a café de las mañanas.
Mi madre y yo vivíamos solas. Mi padre nos había abandonado cuando yo apenas tenía 10 años.El siempre había sido bueno conmigo, o eso recordaba, pero después de unas peleas con mi madre, se volvió violento y la dejaba lleno de moretones en la piel. Hasta que una noche se fue y nunca mas supimos de él. Así que después de lo ocurrido, dejamos Portland y nos mudamos a California, donde mis abuelos vivieron siempre. Mi abuelo era muy importante en Estados Unidos, tenia varias empresas alrededor del mundo. Tenia la suerte de ser millonario.
Nunca habían aceptado la relación de mis padres, ya que decían que mi padre no era de fiar. Y mucho menos luego de que abusara de mi madre, pero ella nunca les hizo caso. Ella siempre decía que no quería ser como ellos ni vivir de su dinero, por eso mismo, busco un empleo a sus 18 años y en cuanto ahorro lo suficiente, empezó su carrera de enfermera en una Universidad del estado y rento un departamento.
Ahí fue cuando conoció a mi padre. Fueron novios bastante tiempo y luego, cuando ambos terminaron sus carreras, mi padre estudiaba abogacía, decidieron casarse y luego de un tiempo, me tuvieron a mi.
-Buenos días, mama –hable mientras entraba en la cocina y tomaba asiento en la barra de desayuno.
-Buenos días, princesa –sonrió. Me entrego un plato de huevos revueltos junto con una gran taza de café- ¿Cómo has dormido?
-He dormido dos horas. -gruñí-
Rio mientras se sentaba junto conmigo con su plato de tocino y una taza de café –Tranquila, aprobaras el examen –confeso-
Asentí dudosa y tome un sorbo de mi café.
Después de media hora mi madre se había ido al trabajo, dejando la casa en un total silencio. Me coloque mi abrigo, y tome las llaves de mi auto junto con mi bolso y salí.
Me lo había regalado mis abuelos cuando cumplí los 17. Recuerdo que mi madre había tenido una gran pelea con el. Ella decía que todavía era una niña para andar conduciendo por las calles, sola. Pero mi abuelo hizo caso omiso a sus palabras y solamente le respondió con un:' 'Mi nieta es sabia'' . Así que al final de mi cumpleaños en mi puerta recibí un Volkswagen beetle ultimo modelo, color n***o.
Encendí él motor y conduje hasta él instituto.
En cuanto llegue, aparque y mire mi reloj, por suerte faltaban 15 minutos para que las clases comenzaran. Salí del coche y le puse su alarma, no era la única con un auto de alta gama, pero quería asegurarme. Camine por la acera y divise a mis amigas entre la multitud, así que me dirigí hacia ellas.
No éramos muy parecidas, tenía que aceptarlo. Pero aun así, no sabía que sería sin ellas.
Recordaba cuando las había conocido en primer año de secundaria. Apenas llevaba unas semanas de nueva en California.
Al principio era odio mutuo. Tanto, que un día en la cafetería las tres nos peleamos por la última mesa del fondo que quedaba. Y cuando terminamos de pelear, acordamos sentarnos en esa mesa las tres y desde ahí, somos inseparables.
-¡Hey, Miller! –oi gritar a Lila.
Ella era bastante llamativa, a decir verdad. Divertida y dulce. Su cabello era cobrizo, y sus ojos eran color verdes llamativos. Tenía la piel blanca, junto con un par de pecas sobre su nariz.
Era la más inteligente del pequeño grupo, y nuestro amor y paz cuando Kila y yo peleábamos.
Kila era todo lo contrario en ella. Tenia una melena oscura que le llegaba hasta abajo de los pechos, ojos mieles que resaltaban con su piel trigueña. Sociable, y divertida. Kila era conocida por pelearse varias veces con chicas y hasta con profesores. Defendía lo real, según ella, aunque eso pudiera causar problemas.
Se podría decir que yo era todo lo contrario. Había heredado un carácter bastante peculiar.
Tenia que admitir que había tenido algunas peleas, pero fueron porque no era una persona callada. No me gustaba lo injusto, la injusticia. Era directa y sincera. No iba con vueltas. No tenía miedo de enfrentarme ante alguien.
Suspire.
-Ya no quiero saber de fechas de presidentes muertos. –negué con la cabeza-
-Lo aprobaras -hablo la pelirroja-
Y dicho eso, el sonido de la campana se hizo presente.