Capítulo dieciocho

1533 Words
Verónica se quitó la chaqueta antes de arrastrarse hacia su lado. Lo ayudó a ponerse en posición sentada antes de colocarle la chaqueta sobre los hombros. Recordando cómo él la había llevado, lo abrazó. Su cabeza descansaba directamente bajo su mentón. Lo llevó de vuelta a la mansión. Fue bastante agotador ya que ella no tenía mucha fuerza en la parte superior del cuerpo. Sus brazos le ardían mientras se acercaba más y más a la mansión. Al pararse en la puerta de la mansión, golpeó con el pie. Era todo lo que podía hacer. Damien ahora estaba consciente y, en sus brazos, pero no estaba en condiciones de caminar, a pesar de sus protestas en contrario. Elenore abrió la puerta y se apartó para dejarlos entrar. Aunque estaba innegablemente confundida por lo que veía. Verónica fue al salón y lo colocó en la silla frente a la chimenea apagada. —Elenore, ¿puedes traerme el botiquín de primeros auxilios y un recipiente con agua fría?—, dijo. La criada asintió y salió de la habitación. Ella tocó el botón de su camisa. Desabrochándolos todos con dedos torpes. Quitándole la corbata y la camisa. Si quería ayudar, tendría que ver mejor las heridas de lo que podía. Sus manos temblaban mientras le quitaba la tela rasgada. Ella frunció el ceño cuando vio las heridas. Casi le dolían tanto como a él. Elenore entró en la habitación con el agua y el botiquín de primeros auxilios. Ansiosa por ayudar de cualquier manera posible. Colocó los objetos a su lado antes de desaparecer de nuevo. Ambos se miraron en absoluto silencio durante unos momentos antes de que ataques de risa los consumieran en un instante. Pero el sonido murió abruptamente cuando él gimió, inhalando entre dientes apretados. El dolor era demasiado. Ella puso su mano en el lado de su rostro, sin saber qué hacer. —Voy a empezar con las heridas ahora, ¿está bien? —Sí, por favor.— Dijo débilmente. Ella empujó la camisa empapada de sangre y sus gemelos a través del suelo de madera a un lugar justo más allá de su línea de visión. En ese momento, tomó un trozo de tela y lo sumergió en el agua. Escurriéndolo antes de colocar un suave beso en su mejilla. —Esto te va a doler mucho. Lo siento, no puedo hacer nada para que duela menos.— Colocó la tela sobre una de las cortadas más grandes que tenía. Él gimió y comenzó a llorar mientras su rostro se retorcía de dolor abrumador. Mientras limpiaba cada corte, ella le agarraba la mano. Dejándolo apretarla si el dolor era demasiado. Todo el tiempo murmurándole: —Sé que duele, pero pronto pasará. Él no podía expresar lo agradecido que estaba por sus palabras, distrayéndolo del fuego que bullía bajo su piel. Cuando terminó de vendar las cortadas en sus brazos y parte superior del cuerpo. No había manera de evitar la última. El sonido de la tela rasgándose llenó sus cabezas, resonando en sus oídos mucho después de que hubiera desaparecido. La sección de su pantalón izquierdo que colgaba, en el suelo. Su pierna visible hasta la rodilla. El corte era mucho más profundo que cualquier otro que hubiera sufrido en la pelea. Verónica se mordió el labio al verlo. —Es grave, ¿verdad?— dijo él. Casi sabiendo la respuesta, pero tenía que escucharla de ella. No sabía por qué. —No, estoy segura de que estará bien—, mintió con una sonrisa falsa en su rostro. Limpió el corte y lo vendó lo mejor que pudo. Un pensamiento persistente en el fondo de su mente de que nunca sería lo mismo de nuevo. Una vez que todo estuvo ordenado, sonrió sinceramente por primera vez en varias horas. —Vamos a llevarte a tu habitación para que puedas descansar un rato. Damien asintió, frunciendo el ceño. —Una idea maravillosa—, sonrió mientras ella lo ayudaba a levantarse. Teniendo que apoyarse en su hombro mientras caminaban juntos hacia abajo hasta su habitación. Era más fácil que subir las varias plantas de escaleras hasta su habitación. Una vez que llegaron a su habitación, ella lo ayudó a sentarse en la cama. —Volveré enseguida—, dijo antes de dejarlo para que se cambiara en paz. Fue a preparar una nueva tetera de té de manzanilla y lavanda. Vertió el agua caliente en la tetera, dejándola reposar mientras conseguía el colador y todo lo demás necesario. Los colocó en una bandeja antes de volver a su habitación. Golpeó la puerta y esperó su respuesta. No quería entrar por si acaso aún no estaba vestido. Estuvo parada allí unos minutos antes de que él le dijera que entrara. A pesar de su leve lucha para abrir la puerta, entró. Damien tenía la cabeza ligeramente inclinada hacia un lado mientras la miraba a ella y al juego de té. Estaba sentado cruzando las piernas en la cama. Luego colocó el juego de té frente a él. Ella se dirigió hacia la puerta. —Te dejaré descansar—, dijo mientras colocaba una mano en la fría manija y la empujaba hacia abajo. Giró sobre sus talones para enfrentar la puerta mientras salía. —Espera—. Su mano presionaba contra la parte posterior de su cuello mientras miraba su rodilla. —¿Podrías quedarte?—, preguntó, con la voz temblorosa. —Por supuesto—, cerró la puerta y volvió a enfrentarlo. —Pero ¿está bien si me quito el crinolino? —Adelante, solo cerraré los ojos para darte algo de privacidad—. Hizo exactamente lo que dijo y cerró los ojos. Ella se quitó la jaula de crinolina que sostenía la forma de su falda y la dobló según fuera necesario antes de apoyarla contra la pared. Se sentó a su lado y solo cuando la cama se hundió, se atrevió a abrir los ojos. En ese momento ella solo estaba quitándose los zapatos. Él estaba contento de que ella estuviera cómoda. Después de un rato de silencio, ella le preguntó: —¿Podrías contarme sobre tus elecciones de decoración?— Miró hacia su regazo mientras su mente divagaba hacia los cristales, calaveras, velas y manojos de hierbas por toda la habitación. —Me gusta el ambiente—, mintió, pasando los dedos por su cabello. Ella sonrió; levantando las cejas mientras trataba de contener la risa. —Oh sí, el ambiente. Realmente puedo sentir la atmósfera que buscabas. Realmente es bastante agradable, calmante, sereno. No recuerda la muerte de ninguna manera—, bromeó. Solo para que Damien cruzara los brazos y girara la cabeza hacia un lado en una furia fingida. Ambos apenas podían mantener caras serias durante más de unos segundos antes de reír. Cayendo de nuevo en la cama. Acostados uno al lado del otro. Una vez que la risa se calmó, ella lo miró. —¿Podrías decirme por favor la verdadera razón detrás de la elección?— preguntó educadamente. —Está bien—, él se sentó y ella hizo lo mismo. —Confío en que no le dirás a nadie—. Él apartó algunos mechones sueltos detrás de su oreja y luego le besó la frente. —Durante mi vida como humano, me gustaba bastante la brujería. También se me daba relativamente bien. Hechizos, encantamientos, y demás. Es agradable tener recordatorios de algo a lo que dediqué tanto tiempo—, dijo. Luego colocó el juego de té en el suelo después de vaciar la taza que había llenado un minuto antes. —Vamos a dormir ahora. Ha sido un día largo—, le dijo. Besándola antes de acostarse sobre las sábanas. Ella rió y se acostó a su lado. —¿Está bien si te hago una pregunta más? —Hmm, no lo sé—, dijo, —quiero decir, esa fue una pregunta más, pero adelante. —Ja, ja, muy gracioso—, dijo ella secamente. —Me preguntaba si los demonios pueden curar a las personas. ¿No pueden curarse a sí mismos? —Teóricamente, sí. Pero tenemos que estar en un estado lo suficientemente fuerte como para hacerlo. Estar al borde del desmayo no es exactamente ideal. Especialmente considerando que ese tipo de hechizo es tan agotador—. Encogió los hombros y cogió una manta de repuesto, cubriéndose a ambos. Ella se aseguró de no lastimarlo quedándose un poco alejada de él. Con una risita tranquila, él la atrajo hacia sí. Entrelazando sus dedos con los suyos antes de quedarse dormido. Ella sonrió y le besó la frente. Permaneció despierta un rato más que él. Aún teniendo que tomar el tiempo para comprender todo lo que había sucedido desde que habían dejado la fiesta. ¿Amaba a Damien, o había cometido un error? ¿Fue el beso solo un lapsus de juicio o significaba algo más? Las preguntas giraban en su mente. Manteniéndola despierta durante horas. ¿Era malo que quisiera que cada idea fuera verdad y ninguna fuera la verdad al mismo tiempo? Ella estaba feliz con su relación tal como estaba. Pero parecía que iba a cambiar, quería o no.
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