Capítulo veinte

489 Words
Robin corría por la casa. Jugando a las escondidas con su hija Starla. Una vez que atrapó a la niña de siete años, la levantó en brazos. Girando con la niña que chillaba de emoción. Después de que Starla se quedara en silencio, Robin la colocó en el banco de la cocina. —¿Quieres hacer algunas de esas galletas de alma realmente especiales, cariño? Starla asintió y aplaudió antes de saltar del banco y entrar en uno de los armarios. Sacó una bolsa grande de harina. —Gracias— dijo Robin antes de tomar la bolsa y colocarla en el banco. Empujándola hacia atrás en la encimera. Junto con ella estaban los huevos, el azúcar, algunos otros ingredientes necesarios y un ingrediente especial que haría que estas galletas fueran perfectas. Sacó el bol y midió varios ingredientes en el bol y la dejó mezclarlos todos como le gustaba hacerlo. Desde la puerta, se escuchó un golpe. Todo en lo que Robin podía pensar era en Vincent. Había estado fuera cazando almas durante una eternidad y ella solo quería que volviera a casa con ella y Starla, su hija. Corrió hacia la puerta mientras Starla seguía mezclando la masa de galletas casi combinada. Sin embargo, Robin se decepcionó cuando solo había una carta en el umbral. La tomó y volvió adentro. Poniendo la carta abajo antes de añadir el ingrediente especial a la mezcla. La masa se volvió de un rojo profundo mientras Starla la mezclaba completamente. Una vez que las galletas estuvieron en el horno, Robin abrió la carta. Se sentó después de la primera línea y luego la leyó completa. Sacó las galletas del horno. Dejando que su hija comiera un par de ellas y tomando una ella misma mientras iba a empacar todas sus cosas y las de Starla. Antes de salir de su habitación y de Vincent, se quitó el anillo de compromiso y de bodas que él le había dado. Dejando una nota apresurada con los anillos. Robin tomó todas las cosas que había empacado y tomó la mano de Starla. —Mami, ¿a dónde vamos?— preguntó al ver las maletas y la bolsa que tenía en la espalda. —Vamos a una aventura. Pero no creo que veamos a papá en el camino. ¿Está bien?— odiaba mentir así, pero era la única forma que veía de salvar el futuro de su hija. Tal desgracia de padre solo llevaría a su humillación más adelante en la vida y no lo tendría para su hijo. Starla asintió. —Ahí está mi valiente niña— le dio un beso en la frente a Starla antes de salir juntas. Robin miró hacia atrás a la casa una vez más. Las lágrimas brotando en sus ojos. Quemando su camino en su piel mientras empezaba a caminar. Con suerte, todavía sería aceptada por Zacharias. Aunque dudaba mucho que él quisiera volver a verla alguna vez.
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