El vampiro

Zyra dejó los leños junto a la chimenea, la noche comenzaba a caer y pronto el mundo cambiaría por un segundo. La pregunta era si sería bueno o malo. Desde hace cinco años, los humanos han tenido que compartir su vida diaria con criaturas de la noche, teniendo que seguir su regla y actuar como si nada hubiera pasado. Se había acostumbrado a esta nueva forma de vida. Solo había que saber diferenciar a la criatura del humano, incluso si este último se comportava con las civilizaciones manteniendo el dominio sobre el mundo y dando a los humanos la ilusión de que son como ellos para que se mezclen con el trasfondo para atrapar a los más vulnerables. Zyra todavía estaba tan asustada cuando miró por la ventana y aún más hoy en este precioso día para los vampiros. - Zyra, ¿escuchaste lo que te dije? Dijo su tía, saliendo de la nada. Salió de la ventana y se secó las manos en el delantal. - ¡Sí, pero no iría!  Zyra incapaz de contener la tensión en sus voces. Corrió hacia ella para bloquear su camino. - Sabes que no tienes otra opción, tienes que venir Zyra ¡No quiero problemas! Olga gruñó con severidad. Sin darle elección, se puso el delantal y lo obligó a darse la vuelta. - ¿Por qué tenemos que estar aquí? Después de todo esto no es asunto nuestro, Olga. Sin rodeos, la empujó hacia la pared para poder poner sus manos sobre ella. - Debemos dar la impresión de estar en buenos términos con ellos y especialmente durante esta ceremonia, si alguna vez este vampiro del que todos están hablando regresa de su sueño, ¡me gustaría que juzgara a los humanos con una luz brillante! Ella tiró de los hilos del corpiño y lo dejó sin aliento. - No creo que vestirse como en el siglo pasado la vaya a ayudar como nosotras tía. Zyra se burló, tosiendo. - ¡No queríamos a Zyra y lo sabes! Zyra se mordió el labio, no veía el sentido de vestirse así con el pretexto de que no deberías apresurar al vampiro. ¿Dónde se había ido el tiempo en que vagaba de calle en calle saltando de alegría sin miedo a cruzarla? Zyra no había tenido tiempo de encontrar su respuesta ya que la mitad de las mujeres del vecindario se habían amontonado en la sala de estar. - Oh Dios mío. Dijo desde el fondo de su garganta, descubriendo con consternación su entusiasmo. - ¡Estás completamente loco! Ella lloró, alejándose del abrazo de su tía. Marguerite, ex reina de belleza en la escuela secundaria y la pesadilla de todas las jóvenes sensibles se acercó a ella. - No, al contrario, somos lúcidos y cumplimos órdenes. Dijo, detallándolo con desdén. - No tenías que moverte un poco más al norte de Zyra para evitar eso. Añadió, levantando la cabeza. Por un momento, Zyra soñaría que era víctima de un monstruo para finalmente deshacerse de ella y de su arrogancia. Se apartó de ella para volver a la chimenea. Cerró los ojos, con la esperanza de quitarse de la cabeza todas sus lamentables imágenes. - Zyra, me gustaría que me contaras tu secreto. Marguerite susurró con una voz que inspiraba burla. Zyra volvió la cabeza hacia ella. - ¿Que secreto? - Mírate, hueles a hollín, ¿cómo te las arreglas para estar tan sucia? ¿Duermes frente a la chimenea? Zyra bajó lentamente la cabeza y se encontró con su mirada en el espejo de la chimenea. Su rostro estaba cubierto de polvo pero lo acomodó ... nada como eso para hacer que su olor corporal desapareciera. Siguió a las mujeres y los hombres sin inmutarse al exterior y después de treinta minutos de conducción, Zyra comprendió la importancia de la ceremonia al ver llamas altas y aterradoras calibrando la enorme mansión en la que vivía el hermano del rey. Sintió miedo mezclado con emoción de que todo este circo finalmente hubiera terminado. - Quédese tranquilo! Ordenó su tía, arrastrándola con ella hacia la multitud. Zyra se detuvo, obligando a su tía a soltarla. Este último la fulminó con la mirada y se dirigió a la multitud sin ella. Zyra percibió un ataúd a lo lejos en medio del enorme callejón y sintió que la sangre se le congelaba de miedo. Se volvió para escapar de esta horrible vista. Nadie sabía por qué había estado dormido durante años y nadie sabía por qué se estaba despertando ahora. A través de la multitud que empujaba, Zyra vio hombres de piel casi transparente haciendo guardia, con el corazón acelerado. Se giró para encontrarse frente a un grupo de personas reunidas alrededor de grandes edificios. Entonces, de repente, los gritos se mezclaron con un estrépito, Zyra vio un trozo de madera volar en el aire para caer aún más contra un automóvil. Contuvo el aliento e instintivamente le ordenó que se arrodillara, se rascó la tierra para cubrirse la cara y cuando los gritos se hicieron más fuertes, Zyra se frotó la cara para silenciar su olor y se levantó. Un gruñido pasó a la multitud aterrorizada desde lejos. Cuando la multitud se dispersó, Zyra vio a un hombre con una gran camisa vieja, botas y pantalones negros agachado, con el rostro abatido, mientras los hombres a su alrededor intentaban detenerlo. Giró sobre sus talones y caminó lentamente fuera de la multitud para no atraer miradas. Le zumbaban los oídos, la empujaban cuando los gritos agudos resonaban a su alrededor. Zyra empezó a correr en una carrera desesperada sin mirar atrás, solo estaba pensando en salir de este enclave con o sin Olga.