Nada era más difícil que darle el último adiós a un ser querido.
Romero Greco lo supo de primera mano, cuando durante esa mañana gris tuvo que cargar sobre su hombro el féretro de su padre. El gran Pietro Greco.
No hacía falta que los hijos fueran parte del grupo que transportaba el ataúd hasta su última morada en el panteón, pero quiso hacerlo. Su último recuerdo con su progenitor era el suyo llamándolo cobarde.
Se arrepentía profundamente de tal altanería y se repetía a sí mismo que la ira lo llevó a decir cosas sin pensar. Su padre no era un cobarde y la cantidad de gente que asistió al funeral solo confirmaba lo buena persona que había sido.
"Nunca quise lastimarte con mis palabras, espero que sepas que sigues siendo mi héroe. Te amo papá"
Pensó una y otra vez mientras observab
