Ella sabía, sabía que debía decir aquello, sacarlo de su sistema de una buena vez, pero el terror de enfrentar a las hijas de aquella adorable pareja, la única que le demostró algo de amor desinteresado en su joven vida, la estaba poniendo demasiado ansiosa, casi al borde de un ataque de pánico.
La suave mano de Nia se posó sobre la suya, dándole ese pedacito de valor que necesitaba para entrar en aquella oficina donde las hermanas aguardaban por su presencia.
Devolvió su mirada a su compañera, quien la contemplaba con infinito amor, regalándole una suave sonrisa que terminó de conmoverla.
—Te amo — susurró Nia. Ella le devolvió una sonrisa afectada, inhaló profundo y caminó directo a la enorme oficina del Beta Sanz.
En la oficina de Nia aguardaban el Beta y aquel ejecutor sin emocio
