life, love & murder

La brisa tibia del mar golpea el rostro de Céline Ward mientras maneja su Subaro azul marino por las angostas vías costeras de Ipswich, Massachusetts. Tan solo queda una semana antes de regresar al sombrío campus universitario, Céline no puede entender como estando a tan solo hora y media de Ipswich sea tan diferente el clima y el ambiente, quizás sea porque la universidad está rodeada de frondosos bosques de inmensos arboles húmedos y oscuros. Mientras que Ipswich tiene una hermosa costa, caluroso, soleado y lleno de vida, incluso algunas de las mejores y más lujosas casas costeras de personas con mucho dinero quienes vienen a pasar su verano. Allí en esa ciudad pequeña sus padres tienen un hotel llamado Chateau rosé, que, aunque no muy grande si de excelente gusto, decorado al estilo francés del mediado del siglo XLX. Los padres de Céline; William Ward, Charlotte Lefevre, esta de origen francés llevan las riendas del hotel desde hace más de 20 años, ellos conforman una hermosa pareja en sus cincuenta y tantos, joviales y llenos de vida, el con sus característicos mocasines y ella con sus vestidos muy sofisticados, envuelven de vida y frescura las estancias del hotel. Céline es hija única y como tal objetivo de todas las atenciones de sus padres, esta tiene una cabellera dorada con suaves ondas que lleva hasta la cintura, una piel bronceada exquisitamente, que fusiona con sus ojos verde avellana como los de su madre, además de un cuerpo sensual que no es del todo tan delgado lo que le proporciona unas curvas hermosas, en conclusión, una chica sexy de clase media alta que nos imaginamos con un deportivo descapotable, pero que escogió una camioneta que se ajusta más a los terrenos de la universidad y que eligió como carrera la sociología en contra de todo pronóstico de ser una esposa modelo de algún CEO. Céline tiene 22 años va en segundo año y tiene 3 mejores amigos; Melissa Rey de psicología, Kevin Eaton de Comunicación social, Tiffany Wilson de sociología, juntos conforman un cuarteto de jóvenes universitarios bellos, alegres y algo populares de clase media a quienes no les preocupa nada más que las atenciones cotidianas del día a día. Mientras Céline maneja en su mente enumera una serie de tareas que debe de hacer antes de que empiece el nuevo año estudiantil, a tal solo una semana de regresar a la sombría universidad John Staton a hora y media de Ipswich y a una hora de Haverhill el siguiente pueblo, lo que sígnica que estará en medio de la nada a una hora del pueblo más cercano, así que no se le debe de escapar nada que necesite. Por si fuera poco, debe de comprar algunas golosinas para el paseo con sus amigos en el jate del padre de Kevin, en definitiva, será un hermoso bronceado. El sol brillaba en el cielo despejado sobre Ipswich mientras la suave brisa del mar acaricia suavemente el dorado cabello de Céline, y alborotaba el cabello lacio de Melissa, siempre a la moda con su cabello teñido de colores vibrantes, Kevin alto, castaño y atlético, el bromista del grupo, y Tiffany la más baja pero igualmente hermosa con aspecto hippie, la amante de los animales y el maquillaje de los sesenta. —¡Hola, chicos!, exclamó Céline con una sonrisa radiante. —¡Hola, Céline! ¿Cómo estás?, preguntó Melissa mientras ajustaba sus lentes de sol. —Genial, como siempre. ¿Y ustedes? —vamos chicas, que soy bendito entre las mujeres, mi jate las espera para que embellezcan estas costas, exclamo vanidoso Kevin. Entre risas los cuatro amigos se dirigieron al muelle, donde el yate del padre de Kevin esperaba reluciente; un impresionante barco blanco con detalles en azul nombrado Queen Eloísa como la abuela de este. Se subieron a bordo mientras el sol se reflejaba en las aguas tranquilas del mar. El viento soplaba suavemente mientras el yate se alejaba del muelle. Céline se recostó en la proa, dejando que el sol acariciara su rostro. Melissa sacó su teléfono y comenzó a capturar el momento en fotos y a subir historias en i********: de su travesía, mientras Kevin manejaba el yate con destreza, y Tiffany repartía bebidas heladas que sacaba de la hielera. Después de navegar un buen rato, Kevin encontró un lugar tranquilo para bajar el ancla y disponerse a asar los mariscos mientras las chicas se preparan para dar un chapuzón, en este lugar el agua esta verde esmeralda y cálida, deliciosa para nadar y grabar algunos tiktoks, de todas Melissa es quien más seguidores tiene y quien más comparte contenido. Pensativa Tiffany le comparte a sus amigas en lo que ha estado pensando; ¿Chicas han pensado en qué clase de alumnos vendrán este año de intercambio?, espero que de algún lugar de Europa y que sean más chicos que chicas, dice esta última frase con gesto pícaro. —De veras que extrañas estar sin novio, creo que deberías de darte un respiro de las relaciones, mira a Céline… nada serio solo chicos de una noche jajaja. exclama Melissa mientras Céline le chapotea agua en broma por la insolencia —por eso mismo estoy pensando en los de intercambio, sé que será por tiempo limitado y no comprometeré mi corazón, dice Tiffany. —te a apuesto 100 dólares a que te enamoras y terminaras llorando 2 meses por algún chico de Europa del este, de esos bichos raros que tanto te gustan. Afirma Céline muy convencida. —no te lo creas señorita no me enamoro, ningún chico se roba mi corazón, te acepto la apuesta, esta vez yo seré la de no me llames, yo te llamo. Dice Tiffany muy segura de sus palabras. Todas rieron y la charla animada llenaba el aire mientras disfrutaban del día. Céline se sentía agradecida por tener amigos tan increíbles y por la buena vida que estaba viviendo. Sin embargo, en algún lugar en la periferia de su felicidad, algo inquietante comenzaba a insinuarse en su mente, como una sombra que se desliza silenciosamente. Un presentimiento incierto que le haría cuestionar la realidad que conocía en los días venideros. Pero por ahora, en ese instante, solo existía la cálida brisa, la risa contagiosa de sus amigos y la promesa de un día perfecto.