Una diabla en nueva York

1441 Words
Un hombre alto de estatura, como de 1, 85 piel trigueña, color de ojos en tono verdes oscuro, su contextura era delgado, no con musculatura arrollantes, si no una contextura con suficiente masa corporal distribuido de manera proporcional. El hombre era dueño de una mirada hechizante y poderosa, tomó a Carlota cuando pasaba y la arrastró a una de las habitaciones vacías, ahí la tomó por la espalda, sellando la boca con su enorme palma de mano. Rugió. —En mi país y aquí, no permito que nadie me desaire, mucho menos una mujer —dijo mientras mantenía acaparada el cuerpo de Carlota. Carlota no podía verle la cara, pero si sintió lo fuerte que era el cuerpo de esa persona, su pecho, una coraza bien fornida. Cuando tuvo un momento libre su boca, ella logró gritar. —¡Suéltame maldito! —¡Suéltame o haré que te arrepientas! Abusivo. Carlota continuó, por su parte el hombre acomodó el cuerpo de la mujer pegado al de él, su propósito no era hacer esto presisamente, solo queria darle una lección, decirle unas cuantas verdades e irse. Después de todo, si necesitara de una excelente diseñadora, él podía conseguirlo. Para el Príncipe de las tierras de la península de Osman, ver actuar a una chica tan engreída, no le quitaba el sol. Pudo haberla estrangulado, si fuese que estuviera en sus tierras, para suerte de ella estaba en las tierras de la supuesta libertad. —¿Sabes respetar, mujer, sabes tu lugar? —le hizo la pregunta a Carlota, ella le mordió uno de sus dedos. Se dijo a sí mismo si esta era una mujer o si era un animal salvaje, o solo era el mismo ángel caído. —¡Asqueroso, solo suéltame suéltame! —Gritó una y otra vez, Carlota. el hombre que seguía molesto y que su enojo había crecido aún más le dijo ya que no quieres ser una diseñadora para la ropa de mi hija haré que nunca encuentres trabajo, a Carlota le causó risa sus palabras. Dicho eso el hombre la empujó y salió de la habitación cerrando la puerta detrás de sí. Una vez afuera, el hombre se escabulló entre las demás personas. Se dió cuenta que su respiración no era normal, ella le había alterado su carácter dócil y tranquilo. Dos minutos después Carlota salió desalineada, ella miró para todos lados, no pudo distinguir a su "atacante" mientras que él la miraba desde un ángulo ciego, su sonrisa se ensanchó. Después de terminar esa reunión de negocios, Carlota fue invitada a una fiesta de puros hombres, dónde embriagarse era lo que mas buscaban sus presentes. Ella fue allí por que se había prometido que pasaría su primera vez con un hombre bien parecido, pues le avergonzaba saber que aún conservaba su virginidad como una tonta, disque para el hombre indicado. Aquí encontraría de esos que no faltaban en fiestas así, sus ojos pasaron de un punto a otro buscando objetivos de su agrado. Finalmente, ella eligió a un desconocido hombre, este tenía una barba cerrada, joven y atractivo. Me será una buena experiencia, se dijo. No buscaba ni siquiera amanecer hasta la mañana, solo quería que le dieran una buena anotada. Pasión, sexo desenfrenado y a la mañana siguiente ni siquiera tener la delicadeza de recordarlo, o preocuparse si debía llamarlo ella a él o esperar una llamada para ver el supuesto interés del tipo. Era algo parecido a una gallina sin cabeza desde que Federico y ella habían terminado. Actuaba como que nada le importaba, su concepto era que ningún hombre valia la pena y por lo mismo, un hombre no merecía una buena mujer, entonces, ¿para que serlo? Así era a como Carlota cambió, y para mal. Desde que Federico la cambiara por una mujer inferior a ella, en el aspecto de validez humana. No en el aspecto de individuos, si quién es mejor, si no un ser humano con valores morales. Mary Sánchez, la mujer por la que la dejó Federico, no era una mujer con altos valores morales, era una descarada, una trepadora, sin embargo, eso no le importó a su exnovio. Así fue como Carlota se dejó moldear por sus malas experiencias. En lo personal, una persona jamás debe ser inducido a cambiar sus principios por los menesteres de la vida, sus malas experiencias o su mismo entorno. Las personas deben comprender por qué desean cambiar, y eso debe ser por si mismos, no por otros. Hazard Tahidi, había enviado a su conductor y guardaespaldas, un hombre alto y corpulento para seguir a Carlota, él quería saber de ella. Hacia unas horas cuando él la tomó por su espalda, él quedó prendado de su cuerpo, de su olor y ese cuerpo exuberante y suave de terciopelo. No creía que se había enamorado, pero si estaba sintiendo como todo su cuerpo había reaccionado ante la vil mujer. Sobre todo una mujer impura. Su subordinado dijo. —Ella está demasiado borracha, pero me pidió... sexo —Dijo ronroneando. Instintivamente, Hazard sintió una enorme molestia, se imaginó a la mujer restregándose ante su empleado, lo cual lo molestó mucho. Hazard le dijo a su subordinado. —Déjala en la habitación y sal. —Ali Bumbain siempre se prestaba para acostarse con las mujeres que su Ceo jefe repudiaba al seguirlo a él, esta vez con gusto se hubiera prestado a ese trabajo, pero al parecer su Jefe ya tenía planes. ¿Se preguntaba cómo es que esta vez su jefe solo quería que la dejara a la chica en la habitación y saliera? Sobre todo cuando la mujer estaba a como recetado por el médico pervertido de su cabeza. Ali se había dado cuenta que esta no era cualquier chica, era tan hermosa, y se veía tan pura. Quería tenerla, sin embargo obedeció, solo olió la fragancia exquisita de la hermosa mujer antes de irse dejando a la chica, lo llamo balbuceante, pero obedeció la orden y se marchó. Sin embargo el asombro de Ali creció al ver que su mismo jefe solitario entrara a la habitación después que él saliera dejando a la mujer. Sonrió con magnetismo, el notó que el jefe al fin había puesto su ojo en alguna mujer, y es que años de andar con él, era un árabe peculiar, normalmente casi la mayoría de los jeques árabes o príncipes hijos de jeques, tenían más de una esposa, pero este hombre su jefe, se había casado con una chica, extranjera en el pasado, sabía de su desenlace, él la encontró muerta cuando volvió de una misión, nunca mas se había fijado en otra mujer aparte de su esposa muerta. De ese matrimonio le quedaba la hija de ámbos, la princesa Akamaal Ikraam. Volviendo la secuencia de esta historia a la habitación del hotel, Hazard miró sobre la cama a Carlota, ella estaba quieta, no se movía, entonces él se acercó con sutileza. Al sentir que alguien se acercaba, la mujer levantó los brazos extendiendo, dijo. —Ven, solo tómame... —Ultimamente casi todos me dejan —dijo Carlota sin notar el rostro oscuro del hombre. —¿Quién? ¿quienes te han dejado? —Cuestionó, quería saberlo, no sabía porque, pero le interesaba saber más sobre ella. —Él —balbuceó bajito la mujer y una lágrima rodó en su mejilla. —No... nunca me amó ese desgraciado, prefirió a alguien que solo llegó con su enorme trasero moviéndose, y pum ya no valía lo nuestro. —Carlota se vació el alma. —¿Quien es ese idiota que dejó a una mujer como tú ? —Volvió a preguntar Hazard, hablaba solo. —Es el tonto de mi ex. —Sonrió y toda esa sonrisa entumeció a Hazard, sintió ganas de acorralarla y besarla, pero también de protegerla. Ella lo jaló de su camisa y lo atrajo a su cuerpo abrazando sin querer soltarse, ella empezó a dar unos ronquidos suaves, estaba totalmente dormida al siguiente segundo. Lo mas descabellado de todo esto era que Hazard no estaba incómodo, sentía que de esa forma u otra disfrutaba de tenerla así, ella pegada a él como una koala, él muy feliz de tener su cuerpo tibio, su olor particular y escuchar sus ronquidos suaves. ¿Cómo es que no lo molestaba estas cosas de alguien que ni conocía? Sabía de si mismo que no le gustaba estas cosas de los demás. Incluso de su esposa fallecida, el no dormía con ella por una noche entera, era a lo que iba y quizás un momento más justos, se repetía y luego su esposa se marchaba a su propia habitación.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD