Ebrio

1852 Words
Daniel iba a dar un paso más cuando su celular comenzó a sonar. Él maldijo en su mente, observó a Serena, quien seguía con los ojos cerrados y parecía un pobre animal asustado y luego respondió la llamada, soltando elocuentes carcajadas, e insultos. Salió el salón con pasos rápidos, subiendo las escaleras. Era su mejor amigo, Rick, pero para Daniel no había sido peor momento en el que pudo llamarle. Entró a su habitación dedicándose a responder más llamadas mientras se recostaba en la cama. Todo estaba listo para lo que se avecinaba. El tiempo se pasó volando y Daniel solo esperaba a que todos sus demás amigos llegaran para empezar la fiesta, y así fue, en menos de lo que creyó, la casa de sus padres ya estaba llena de personas que bailaban, bebían y se divertían con locura. Las mujeres tomaban un papel de esta noche ya que su objetivo era acostarse con tantas como pudiera. ―Si te digo que solo quiero un rollo de una noche, es porque así es. No quiero jugar a la niña inocente y fingir que no se como eres en verdad, no me queda el papel y no pienso jugarlo. La ronca voz de Fany resonó sobre los oídos de Daniel, quien ya tenia unas copas de más, ocho latas de cerveza para ser exactos. Y estaba planeando beber mucho más que eso. Daniel miró atentamente a Fany, mientras el agua los cubría hasta la cintura y los gritos y voces de los demás presentes se mezclaba con la música electrónica. Sintió como la mano de la rubia se implantó en su abdomen marcado haciéndole sentir deseo y él simplemente se mordió el labio inferior. ―Prefieres tener el papel de zorra, preciosa ―masculló con voz grave, al tiempo que la tomaba bruscamente del cuello, acercándose a sus labios rojos con la intención de devorarlos lo más rápido posible. Sus lenguas empezaron una guerra desgarradora de encuentros y roces húmedos y violentos de una duración de tres fogosos minutos, que concluyeron con Fany separándose cuando Daniel estrujó sus nalgas, buscando un poco de aire. ―Oh, joder. ¡No puedes soportar más, tan débil eres? Te creía más valiente, zorrita. La rubia intentó tomar una bocanada de aire, mientras sentía cómo el calor punzaba en su cuerpo, en las zonas más secretas. La escena ardiente entre Daniel y Fany continuaba en medio de la fiesta descontrolada. La música pulsaba en el ambiente, y el agua que los rodeaba añadía un toque sensual a la atmósfera. Daniel, con su actitud desenfrenada y provocadora, mantenía a Fany cautiva en sus brazos. ―Débil no, precioso. Solo estaba disfrutando del espectáculo. ―Fany le guiñó un ojo mientras sonreía juguetonamente. Se separaron por un instante, dejando que el agua gotease por sus cuerpos mientras se miraban con una mezcla de deseo y desafío. Fany, sin inmutarse, le devolvió una mirada desafiante. Había algo en ella que no dejaba ser dominada fácilmente, a pesar de la intensidad del momento. La noche prometía ser salvaje, y Daniel estaba dispuesto a aprovechar cada momento, pero no le apetecía hacerlo con ella. ―Vamos a continuar esto en otro lugar, ¿no crees? ―sugirió Fany, con una sonrisa traviesa. Tomó la mano de Daniel para que salieran del agua, pero Daniel la detuvo. Fany puso una expresión desorientada y observó al chico quien se quedó pensativo por unos segundos. ―Iré por unas latas de cerveza más, espérame aquí. ―Fany no supo como reaccionar, algo le decía que Daniel la estaba rechazando, pero ¿como era posible? Escuchó cómo la rubia de pechos enormes intentaba detenerlo, pero no la escuchó. A la mierda con ella. Detestaba cuando las mujer se lanzaban a él, tan desesperadas, le hacían perder por completo el interés. Era mucho mejor cuando se comportaban más interesantes, aunque supiera que en su interior morían por él. Daniel se apartó de la escena candente con Fany, ignorando sus intentos de retenerlo. La música resonaba en sus oídos mientras se dirigía hacia la mesa de bebidas, con la intención de refrescar su mente con unas cuantas latas heladas de cerveza. Mientras se ponía una camiseta sobre su cuerpo mojado, Daniel notó cómo algunas miradas femeninas lo seguían. No era ajeno a la atención que atraía, y le gustaba jugar con ello. Se movía con confianza por la fiesta, saludando a conocidos y disfrutando de la compañía de aquellos que buscaban compartir una noche de excesos. Las latas heladas de cerveza se convirtieron en su refugio temporal. Mientras bebía, su mente divagaba entre pensamientos fugaces y la intensidad de la fiesta que se desplegaba a su alrededor. No era un alcohólico, pero sabía cómo usar el alcohol para potenciar la diversión. Su cabeza le regañó, pero eso a él no le importó. Había bebido más de la cuenta y eso le hacía sentirse jodidamente libre. La música continuó sonando y los gritos se escuchaban con más fuerza. Se imaginó el rostro que sus padres pondrían si se enteraran que había convertido su jodida mansión, en un maldito club nocturno y no pudo evitar carcajearse a lo grande, mientras la visión se le empezaba a deformar y la adrenalina de su cuerpo incrementaba. Tosió un poco, caminando ágilmente hacia adelante para entrar a el interior de la casa. La mayoría de luces estaban apagadas, y el lugar era casi ajeno al ruido de afuera, aunque había aún algunas luces que estaban encendidas. Como la de la cocina. Se recostó sobre la barandilla de las escaleras, mientras las punzadas en su cabeza incrementaban y la visión se le hacía mierda. Estuvo al borde de sentarse cuando divisó algo moviéndose en el pasadizo; algo que tenía una bandeja de comida sobre sus manos y caminaba con la cabeza inclinada hacia adelante. Daniel se quedó sin respiración al saber de quien se trataba. Era Serena,. Sin dudar, el chico se dirigió hacia ella y la agarró bruscamente del brazo, arrastrándola hacia un rincón apartado detrás de las barandillas de las escaleras. La música ahogaba los gritos de Serena, y la desesperación se reflejaba en su rostro. Daniel la acorraló entre su cuerpo y la pared, disfrutando de la sensación de poder y control. Serena, con los ojos cerrados y los labios oprimidos, luchaba contra la contención de su respiración. La visión de su prima aterrorizada solo intensificó el placer de Daniel. Bajo la influencia del alcohol, su comportamiento se volvía más agresivo y dominante. No pensaba en las consecuencias, solo se dejaba llevar por sus impulsos. Todos los invitados eran ajenos a lo que se estaba desarrollando en ese momento, mientras dentro de la mansión, Daniel ejercía su propio dominio. Creía que no podía parecer más hermosa y eso hizo que le gustara todavía más. Su gelatina de fresa y limón se estaba deshaciendo en temblores frente a sus ojos, así que solo atinó a soltar una breve carcajada, mientras escuchaba sus nerviosas súplicas entrecortadas. Oh, mierda, la cabeza le estaba estallando. ―¿Qué sucede, nena, todavía no estás durmiendo? Serena subió un poco la mirada y observó cómo el aire que llegaba a colarse por la casa golpeaba en todo el cuerpo a Daniel y su camiseta se le adhería mucho más a su cuerpo húmedo aún por el agua. ¿Por qué la puta música simplemente no se acababa?, pensó Daniel. El chico se mordió el labio levemente, mientras sus oscuros ojos se centraban en esos labios rojos y gruesos y en esa carita tan jodidamente delicada. ―Me gustan tus labios ―masculló Daniel, mientras no podía alejar su atención de la boca de Serena―. Me gustan tus labios. Mucho, Serena. Las palabras de Daniel parecieron provocar una reacción intensa en Serena, cuyo cuerpo entró en convulsión. Mientras ella le pedía que la soltara y se alejara, Daniel ignoraba sus súplicas, disfrutando de su posición de control. La risa de Daniel resonaba en la atmósfera cargada de la mansión, sumergida en la caótica fiesta. La noche, impregnada de alcohol y desenfreno, continuaba su curso, y Daniel no mostraba signos de retroceder en su actitud dominante. Los efectos del alcohol comenzaron a pesar fuertemente sobre Daniel, manifestándose en su capacidad para mantenerse despierto y enfocado. Su percepción se volvió borrosa y desorientada. ―Esos labios están siendo reservados para mí. ―reafirmó Daniel, aunque sus palabras sonaban más desvanecidas, afectadas por el alcohol y la confusión en su mente―. Siempre han sido reservados para mí, ¿no? El entorno parecía moverse y vibrar, y la percepción de Daniel se nublaba. Intentó mantenerse en pie, pero su cuerpo cedía ante la embriaguez. Sintió como si estuviera siendo empujado repetidamente. De repente, los ojos de Daniel se enfocaron en los de Serena, que aparecían borrosos y cerrados, con rastros de lágrimas. Su ceño se frunció ante la sorpresa de ver a su prima en tal estado. Maldiciendo, Daniel se apartó un poco, observando cómo Serena corría lejos, desapareciendo de su vista en cuestión de segundos. Con la mano sobre los ojos, trató de calmar la confusión que se apoderaba de su mente. La combinación de alcohol y emociones estaba teniendo un fuerte impacto en él. Daniel se apoyó contra la barandilla de las escaleras, sintiendo cómo la cabeza le daba vueltas de manera descontrolada. El ruido de la fiesta fuera de control seguía resonando a su alrededor, pero él se sentía desconectado de la realidad. ―¿A dónde te estás yendo, nena? ―masculló. Una sensación de vacío se apoderó de él mientras miraba el espacio vacío donde Serena había estado momentos antes―. ¿Por qué mejor no vienes conmigo a la cama? La vamos a pasar de lujo, ¡¿dónde carajos estás?! Estuvo al punto de moverse, pero fue detenido por una mano sosteniéndole fuertemente en el brazo. La rubia lo observó con la mirada encendida y una pícara sonrisa en los labios. La temperatura del momento ascendió rápidamente cuando sus ojos se encontraron. ―¿Con quién hablabas, Daniel? Yo te estoy esperando donde dijiste, ¿estabas buscándome? Daniel se mordió el labio, mientras su cabeza se ladeaba hacia un lado. El puto mundo estaba conspirando contra él, ¿podría alguien detenerlo? Sin ser consciente realmente de lo que hacía, tomó a la rubia con ímpetu del cabello y sus lenguas empezaron a unirse en una tortura rápida y salvaje nuevamente. La pregunta de Fany sobre con quién hablaba y la sensación de vacío por la ausencia de Serena se filtraron en la conciencia de Daniel. En medio de la pasión y el caos, algo en su interior titubeó, pero la corriente de la noche lo arrastraba implacablemente. ―¿Vamos arriba, Daniel? ―susurró Fany en la boca de Daniel, mientras lo retenía con fuerza. ―No, vamos a tu departamento, tú eres la más necesitada, o ¿no?.. Soltó una carcajada, mientras los brazos de la rubia parecían ahogarlo con un deseo exagerado. Fany sonrió. La diversión recién empezaba y estaba seguro que esa noche sería muy larga.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD