Abro la puerta trasera de la camioneta esperando que se siente, pero niega como una niña pequeña y toma mi mano para intentar halarme hacia sí. - No, quiero tocarte y ahí no podré – respiro con profundidad para llenarme de fuerzas y la llevo entonces de copiloto – No, ahí tampoco – no quiero pensar en que se estará imaginando realmente. - Por favor, señorita Harlow, entre – pido con paciencia sin poder esperar el momento en el que llegue a casa y pueda tomar un baño e intentar descansar un poco. Intentarlo, porque dudo mucho que pueda dormir con tantas cosas en la cabeza. - No me digas señorita Harlow, dime Venus, o bebé, todos me dicen bebé – empieza a balbucear no sé qué cosa, pero paciencia no tengo mucha y menos en este frio siendo visto por muchas más personas de las que quisiera.