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1237 Words
David no podía creer que Liam hubiera aceptado tan fácilmente su invitación a salir. ¿Acaso lo que parecía un tono de celos en su voz había tenido algo que ver? No sabía si lo estaba interpretando bien, pero sea lo que sea que lo hubiera hecho decir que sí, definitivamente era prueba de que el destino estaba ayudando. Ya era hora. Se quedó como un idiota, no sabía por cuánto tiempo, con el brazo extendido donde aún sostenía el sobre, mirando hacia el pasillo por donde Liam había desaparecido, dándole una muestra de su perfecta pasarela mientras se despojaba de su gabán, llevándolo sobre su hombro en un giro perfecto, dejando ver el conjunto sastre color azul que llevaba debajo y que acariciaba su cuerpo al ritmo del contoneo de sus caderas. —¿Señor Olson? —la voz cantarina de Mary lo sacó de su estupor. —David o Dav, habíamos acordado dejar los formalismos —le recordó a la mujer con una sonrisa, pero ella parecía haber levantado todos sus muros. —Eso fue antes de que el Señor Maxwell marcara su territorio —la chica sonrió sin mucha gracia—. ¿Me da los datos para anotar su cita? —¿De qué estás hablando? —preguntó David, ignorando la última pregunta. —Ya escuchó al señor Maxwell, hora y lugar exacto, y cualquier otro dato que crea que puede ser impor… —Sabes a lo que me refiero, Mary. —Okey —Mary bajó la voz como si fuera a decirle un secreto a pesar de que estaban solos—. No me gusta inmiscuirme en los asuntos personales de mi jefe, pero me has caído bien. Escucha, toda esa danza del pavo real tiene su razón de ser, y Liam no la hace con cualquiera. Es todo lo que diré. Si eres un chico inteligente, lo entenderás —Mary retomó el tono de su voz—. Así que, señorita Watson de aquí en adelante. Hora y lugar, señor Olson. David tomó un bolígrafo y anotó en el sobre los datos junto a su número de teléfono, dejándoselo a la chica. Nada podría borrar la sonrisa en el rostro de David después de escuchar eso; al parecer la causa no era perdida y había un destello de esperanza al que aferrarse. Ahora solo quedaba esperar que todo saliera bien en aquella cita. ... David permaneció sentado por más de dos horas en el restaurante Miracles, donde había citado a Liam. Al principio no se desesperó, pues sabía que a su hermoso chico de oro le gustaba hacerse esperar, y aunque estaba nervioso, era más por las ansias. Pero poco a poco, aquella llama de esperanza que se había encendido, empezaba a extinguirse. —Señor, ¿ya desea ordenar? —Era la tercera vez que la camarera se acercaba a preguntar, lo que hizo que el ánimo de David decayera un poco más. —Esperaré diez minutos más, gracias —la chica asintió, con cara de “quien sería la estúpida para dejar plantado a este bombón”, y se marchó. David sacó su teléfono y revisó una vez más por si Liam había llamado. ¿A quién quería engañar? Sabía perfectamente que no lo había hecho, pero aun así insistía. Su teléfono timbró y sobresaltado se apresuró a responder al número desconocido. —¿Liam? —Su corazón parecía querer salirse de su pecho; solo necesitaba saber que estaba bien, que no le había sucedido nada malo. —Lo siento —una voz de mujer respondió al otro lado de la línea—. Te habla Mary Watson. —¿Mary? ¿Pasó algo con Liam? —No pudo evitar preocuparse. —David, no debería estar haciendo esto, pero no me parece justo contigo. Liam no va a llegar a su cita. —¿Por qué? —Solo… mmm… se le presentó una cita con alguien más. Un baldado de agua fría cayó sobre el cuerpo de David. Lo que sospechaba finalmente sucedió. Liam solo estaba jugando. —¿Quién? —preguntó cuándo encontró su voz. —No puedo decir nada más, solo, no quería que siguieras esperando. Lo lamento. —No es tu culpa, gracias, Mary. La llamada terminó sin más palabras. El nudo que tenía David en la garganta y la punzada que tenía atravesada entre el pecho y la espalda le impedían hablar o pensar con claridad. David se levantó y dejando unos billetes en la mesa, junto a las rosas rojas que había pensado darle, se retiró del lugar. Subió a su jeep y se dio dos ligeros golpes en la frente contra el volante, sus puños apretados alrededor de él. Trataba de aclararse, quería entender qué había pasado. Pensó que Liam, por lo menos, había pensado en darle la oportunidad de conocerlo un poco más, pero al parecer las cosas eran desechables para el modelo. En ese momento, decidió dejar de forzar al destino y dejarlo seguir su curso. Se disponía a girar la llave y ponerse en marcha cuando su teléfono volvió a timbrar. Era un estúpido por siquiera estar temblando, aunque odiaba admitirlo, aún tenía la esperanza de que fuera Liam. Sacó el dispositivo de su bolsillo y vio en la pantalla el nombre de su amigo. Suspiró profundamente y respondió. —Hola. —Hola, Dav, ¿cómo has estado? —He estado mejor, pensó para sí. —Bien, adaptándome nuevamente a la vida aquí. —Te escuchas un poco desanimado, ¿sucede algo? ¿Todo está bien con tu padre? Taylor siempre tan perceptivo. —Mi padre está bien, nada que el descanso y ejercicios apropiados no puedan curar. Mamá y yo estamos cuidándolo bien. Más bien cuéntame a qué se debe tu llamada —giró la conversación para evitar las preguntas de Taylor. —Oh, sí, bueno, aparte de querer saber cómo seguía tu padre, quería recordarte la invitación a mi fiesta de cumpleaños. Será dentro de una semana, el sábado, en el departamento de Jaison y Chris. —¿Por qué en su departamento y no en el tuyo? —Cosas de Jaison. Es él quien está organizando la dichosa fiesta y, pues, mejor allí que en el club —ambos rieron—. ¿Vendrás, cierto? —No me lo perdería por nada del mundo —trató de sonar emocionado, pero la verdad es que sabía que sería inevitable encontrarse con Liam allí. Pero no se preocuparía por eso; se ocuparía llegado el momento. … La semana transcurrió tortuosamente lenta, el tiempo pensando en Liam y esperando una llamada que nunca llegó hacía parecer que las horas no corrían. Pero como no hay plazo que no se venza, ni fecha que no llegue, el día en que tendría que volverlo a ver había llegado. Mientras conducía hacia el condominio de Jaison, se preguntaba cómo reaccionaría, qué diría, o tal vez sería mejor mantener la distancia. Tal vez sería mejor mantener todo neutral, hacer como si nada hubiera pasado. Joder, nada había pasado después de todo. David no sabía aún por qué seguía rebanándose la cabeza con esas estúpidas ideas, cuando era posible que Liam ni siquiera se acordara de él. Tal vez era el momento de pasar la página y escribir el final de este cuento. Después de todo, el príncipe y el ogro nunca quedan juntos, ¿cierto? Colorín colorado, este cuento se ha acabado.
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