Capítulo 14: Salvación

1848 Words
Intento quitarme de encima al vampiro para lograr cubrir a la señora Cromwell, y por desesperación hundo mis colmillos en el cuello de mi enemigo, quien alza un alarido de dolor. Cierro mi quijada enfocando todas mis fuerzas para lograr aprisionarlo, mientras que enrosco mis piernas en su torso y hundo mis garras en su cuello. Mi espalda es perforada por las suyas, y siento sus garras rozar mis costillas y mi columna con un frío espeluznante. El hedor a sangre y a pólvora ya es abrumador, y las náuseas junto con el inmenso dolor que me recorre todo mi pecho es demasiado para soportar. A pesar de tener su sangre en mi boca, simplemente las fuerzas no aparecen, esa euforia y la adrenalina se terminan por desvanecer, como si nunca hubiesen estado allí. La sangre me sabe a nada, mi lengua se reseca y mi garganta ya no siente la sed inmensa de sangre, como si mi lado humano estuviese apoderándose de mis sentidos por completo. Mis piernas se aflojan y él logra zafarse de un tirón, echándome al suelo como si fuese una muñeca de trapo. A mi derecha, segundos antes, Margot se había lanzado sobre aquel otro vampiro, impidiendo que lastimaran a María y a Julio, pero el vampiro logró derribarla dejándola tendida en el suelo, y por lo que veo parece inconsciente. El muro de humo termina por quebrarse en mil fragmentos de cenizas, cayendo al suelo de un segundo a otro como peso muerto. Intento con las pocas fuerzas que siento arrastrarme por el suelo de madera hasta posicionarme al lado de Cromwell y el señor Julio. Veo el considerable rastro de sangre que he dejado, y es ahí donde soy verdaderamente consciente de nuestra posición aquí, de que hemos perdido y que estamos a merced de los Errantis, de que ya no hay escapatoria. ‹‹Ángel, si estás escuchándome, por favor ayúdanos. Haz algo, lo que sea, haré lo que sea, por favor…›› ‹‹—Confía››. Esa simple palabra me deja un sabor amargo en la boca. ¿Cómo podría confiar? Ni un milagro nos salvaría de esto, ya no había tiempo de huir, ni posibilidad de pelear. En total nos emboscaron como unos treinta vampiros, y unos diez nos tienen rodeados, anunciando nuestro fin. ¿Cómo podríamos pelear contra diez vampiros fuertes y sedientos de muerte? Si los únicos que no quedamos inconscientes somos mi tío, María Cromwell y yo… ¿Qué podríamos hacer? Mis lágrimas comienzan a salir a borbotones, mi garganta se cierra con la angustia de lo que está por venir, sé que esto es mi culpa. Es todo mi culpa, por no poder ser mejor, por no poder controlar mi instinto o lo que sea que deba hacer para ser un arma, una verdadera arma para salvar a los que me importan. Porque así es como todos me ven, soy la maldita Dhampir que les da esperanzas de una victoria futura, de poder pelear y defenderlos a todos. ¿Pero cuál sería mi destino? ¿Cómo debería hacerlo? Si sólo logro mantener mi lado vampírico por un corto rato, por un mísero tiempo hasta que simplemente se desvanece, hasta que mi lado humano, débil e inútil, vuelve a tomar control de mi cuerpo. Me siento una marioneta, no, justamente eso soy, marioneta de mi propio instinto de presa, porque jamás fui la depredadora que tanto quieren, sólo soy una maldita presa. Presa de mi instinto. ‹‹Por favor, Ángel… No me dejes sola justo ahora››, pero con el corazón hecho pedazos, comprendo que realmente lo estoy. Ya no hay remedio para esto, ya no hay ayuda, ya nadie vendrá a salvarnos, ni a darme fuerzas para ser útil; Y ese siempre fue el problema, nunca pude ser útil por mí misma. —Vamos, estúpida —el vampiro que se había lanzado hacia Cromwell me observa con una sonrisa macabra, juntando sus manos ya humanas por detrás de su espalda, y parándose justo frente a mí—. Conviértete, anda. ¿O acaso no eras una “máquina asesina”? ¿Qué pasó con la feroz criatura de hace unos minutos? ¿Acaso no logras mantener tu transformación? Del otro lado de la habitación mi tío no deja de verme con desespero, con un terror impregnado en todo su rostro. A su lado Alessander y los Danvers siguen inconscientes, tan ajenos a toda esta desgracia. A nuestro inminente fracaso. —¡Contesta! —brama de nuevo, agachándose hacia mí y tomando con una descomunal fuerza mi brazo, agitándolo como si fuese basura— ¿Dónde están tus garras? ¿Dónde está tu fuerza y tu sentido de proteger a los tuyos? Todos los demás miembros de Errantis se acercan a donde estoy, alejándose unos metros de mi tío, y rezo para que logre levantarse con cuidado y para poder escapar con Alessander. Al menos podré servir de distracción. —Bien, si es así cómo quieres jugar. Y con un leve asentimiento de cabeza hacia el vampiro que lo acompaña –aquel que me desgarró la espalda como si fuese mantequilla y que aún sigue convertido en un monstruo bestial–, éste se acerca a paso lento hacia María, quien con la frente en alto cierra los ojos y se abraza firme a su viejo amigo que aún sigue inconsciente. —No, no, espera. ¡Por favor! Haré lo que quieras, lo que quieras, sólo déjalos ir, ellos no tienen nada que ver —balbuceo arrastrándome delante de mis compañeros, intentando cubrirlos con mi cuerpo. —Sí tienen que ver, porque si te hubiesen entregado por las buenas, los hubiéramos dejado ir pacíficamente —su sonrisa es aterradora, y una gutural risa se le escapa, retumbando en todo el vestíbulo. ‹‹—Sólo confía, ya lo entenderás››. Pero ¿entender qué? ¿Qué había algo más por hacer? Todo estaba perdido… —Pueden llevarme, sé lo que su líder planea, les sirvo con vida. Si me matan no les seré útil, y a Benedetto no le gustará eso —el rostro del vampiro líder se contrae con rabia, sus ojos vuelven a ese profundo color carmesí inyectados en un odio ciego, pero aprieta los labios en una delgada línea y cuadra sus hombros, viéndome con puro asco. —Sí, pero tus amiguitos no nos sirven —con horror presencio cuando fija su mirada en el vampiro bestial frente a mí, y con otra oscura sonrisa pronuncia mi peor pesadilla: —Mátenlos a todos. Un estruendo sacude la construcción del hotel por completo, como si una bomba hubiese explotado justo al lado. Las puertas de la entrada junto con las paredes se derrumban en un estallido dejando una nube compacta de polvo flotando en el aire. Y una delgada figura se logra ver a contraste de la intensa luz del exterior. —Pro Angelo, pro Daemone, pro Creatore, et ad bellum —una luz color índigo inunda el lugar, todos los vampiros se giran con los rostros desencajados del asombro, y comienzan a dar pasos hacia atrás con un terror inmenso en sus ojos, como conociendo a la persona que recita esas palabras en otro idioma—. Virtutem invoco, pronuntio et vindico, serviat mihi in hoc proelio —el humo se disipa lo justo para dejar ver a una chica de mi edad, de cabello largo y lacio color n***o, parada con porte desafiante mientras la luz índigo sale de sus manos como ondas de una densa energía poderosa, y con una sonrisa de lado observa al vampiro líder—, inimici mei ardeant. El fuego los rodea como si de combustión instantánea se tratara, consumiéndolos mientras sus gritos de pura agonía retumban en todo el hotel. Intentan correr hacia afuera, pero a los pocos segundos caen desplomados al suelo. En unos pocos segundos más todo queda cubierto de cenizas, con el asqueroso hedor a carne quemada. Volteo para ver a Cromwell, quien intenta levantar a Julio y le sonríe con confianza a la chica que nos ha salvado. Sin importarme más nada corro con la poca fuerza que me queda en las piernas hasta Alessander, en la otra punta de la sala, y caigo sobre su pecho, aferrándome con fuerza y ahogando un sollozo que me quiebra en dos. ‹‹Estamos vivos. Estamos con vida, a salvo…›› Me incorporo cuando Alessander comienza a despertar, y observo a mi alrededor viendo cómo mi tío ayuda al señor Danvers a ponerse de pie y a levantar a su hija, llevándola hasta la camioneta. Cromwell carga a Julio quien ya ha vuelvo a la conciencia, pero que se nota enfermizo y muy débil. Por otro lado, Nyx ayuda a caminar a Margot, y noto una conexión entre ellas, como si se conocieran y se tuviesen un gran aprecio, similar al de una madre con su hija. —Ellie… —su voz sale ronca, y su mano acaricia mi mejilla sobresaltándome— ¿Estás bien? —Todo acabó, ya estamos a salvo —intenta incorporarse y lo detengo cuando ahoga un quejido. La profunda herida de su costado aún no cierra, y sé que necesita sangre, al igual que mi tío y yo—. No te esfuerces, déjame ayudarte. —Pero te vez peor que yo —me sonríe de lado, y niego intentando no hacer una mueca. A pesar de haber pasado por esto aún se preocupa por mí. Con esfuerzo y apoyándonos en la pared logramos enderezarnos, paso su brazo por mis hombros y de a poco vamos saliendo, paso a paso, de aquella vieja construcción. Lo que antes parecía un hotel abandonado, ahora se ve como un montón de escombros, con un poco menos de la mitad del edificio derrumbado, y con el suelo cubierto de cenizas de c*******s y polvo. El escenario simula una película ambientada en un post apocalipsis, en donde fácilmente los c*******s representan a los zombis, siendo nosotros los supervivientes afortunados. Y realmente lo somos, sólo que tampoco podemos imaginarnos lo que vendrá luego, porque, después de todo, ganamos una batalla, pero aún no la guerra. Afuera el sol se siente de otro mundo, la cálida briza nos rodea, y si uno cierra los ojos se puede respirar un aire más limpio. Con pesadez y aún aturdidos, todos ingresamos a los coches, sin saber con certeza a dónde dirigirnos, porque la traición de los Danvers sigue siendo un problema, sin contar de que, seguramente, tendremos que ayudarlos a recuperar a la persona que los Errantis les han quitado. Alessander enciende el coche, y sosteniendo mi mano toma la palanca de cambio, entrelazando nuestros dedos y poniendo primera. Observo por la ventanilla el camino, vamos avanzando de vuelta a la ruta 376, y supongo que a alguna casa o refugio que la señora Cromwell tenga para este tipo de situación. Pero lo único que me importa es que estamos vivos y a salvo, aunque eso no será completamente posible hasta que no destruyamos a Errantis.
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