Seguí escuchando mis mariachis, cuando de repente veo nuevamente hacia el auto y no lo pude creer ¡Dios mío! Era Alberth el que se bajó del auto, fué mayor mi felicidad cuando lo ví.
—¡Alberth!— Exclamé con sorpresa y alegría a la vez.
Él venía con otro obsequio en sus manos y se acercó hacia mí y nos abrazamos fuerte mientras me felicitaba.
—No lo puedo creer Alberth, nunca esperé que vendrías para mí cumpleaños, gracias por todos los regalos, gracias por estar aquí.
—Más feliz estoy yo Fabiola de estar aquí, no podía dejar pasar este día tan importante para tí.
Mis hijas emocionadas cuando vieron a Alberth tampoco lo podían creer, se acercaron a saludarlo, lo abrazaron de alegría, mientras seguíamos escuchando la música que estaba tan bella, en eso Alberth se acercó a uno de los mar
