Sara conducía a rumbo a la mansión, perdió la noción del tiempo gracias a Santiago después de aquella desagradable plática. Estacionó su coche y entró emocionada por ver a su familia. - Perdón por la tardanza, papá. – decía Sara, mientras abría la puerta principal. Se sorprendió un poco cuando observó las luces apagadas, así que decidió prenderlas. Dirigió su mirada a la sala y se encontró con el señor Smith tendido en el suelo. – ¡Papá! – dijo casi gritando, sintiendo un profundo hueco en su corazón, donde mil emociones recorrían por todo su cuerpo y de forma rápida fue a socorrerlo. Él estaba con los ojos cerrados, en sus manos sostenía un arma y en el suelo un charco de sangre lo acompañaba. Sara le tomó el pulso con la esperanza que estuviera vivo, pero nada pasó, nada sintió, su p