CAPÍTULO UNO
Caitlin Paine aceleró por la carretera West Side, estaba decidida a llegar a los Claustros antes de que cerraran. Su mente daba vueltas y vueltas mientras pensaba en todos los problemas que rodeaban a Scarlet -problemas que ningún adolescente debería tener. Caitlin estaba segura de que Scarlet estaba cambiando. Ya no era un simple ser humano, y cada día su condición estaba empeorando. Caitlin sintió que se estaba convirtiendo en lo que ella, Caitlin, una vez había sido: un vampiro.
Por supuesto, Caitlin no recordaba nada de cuando había sido un vampiro; pero por lo que había leído en el diario que había encontrado en el ático-su diario vampiro-sentía que todo era verdad. Si lo que decía el diario era verdad, y ella sentía que lo era, entonces en algún momento ella había sido un vampiro en el pasado; y, de alguna manera, había terminado allí, en el presente, con una vida normal y con una familia normal, pero no recordaba nada.
Pero la cosa era que su familia no era nada normal. Su vida no era nada normal. Su hija, de alguna manera, se estaba convirtiendo en lo que una vez ella había sido.
Por enésima vez, Caitlin deseaba nunca haber encontrado ese diario. Sentía que encontrarlo fue como si hubiera abierto una caja de Pandora, era lo que había provocado toda esa pesadilla. Desesperadamente, deseaba poder hacer que todo regresara a la normalidad.
Necesitaba respuestas. Tenía que saber a ciencia cierta que todo lo que decía el diario era verdad. Si no podía hacer que las cosas volvieran a la normalidad, por lo menos tenía que saber lo que le estaba sucediendo a Scarlet. Y averiguar si había alguna forma de remediarlo.
Mientras conducía, Caitlin volvió a pensar en los libros raros que había encontrado en la biblioteca de su universidad. Por encima de todo, pensó en el volumen raro, y su página rasgada. Pensó en la antigua ceremonia, la que estaba en latín, la que curaba el vampirismo. De nuevo, se preguntó si era real. ¿O era puro folclore? ¿Era un cuento de viejas?
Por supuesto, cualquier estudioso serio diría que lo era. Y una parte de ella también quería descartarlo. Pero otra parte se aferraba a ese libro, a esa última esperanza para salvar a Scarlet. Por enésima vez, se preguntó si podría encontrar la otra mitad de esa página. Venía de uno de los libros más raros que existen, e incluso si de alguna manera lograba localizar otra copia existente, ¿cuáles eran las posibilidades de que tuviera la otra mitad de la página? Después de todo, la página había sido arrancada, probablemente como una forma de ocultar lo que contenía. Pero, ¿ocultarla de quién? ¿De qué? El misterio se hizo más profundo en su mente.
Trató de concentrarse en su diario, en lo que había escrito hacía siglos, en su descripción de la cofradía de los vampiros debajo de los claustros. Había escrito sobre una cámara secreta que conducía a la cofradía, en el subsuelo, en un nivel inferior. Tenía que saber si era real. Si encontraba alguna señal, cualquier señal, entonces podría validar todo en su mente y eso le daría seguridad de lo que estaba haciendo. Pero si no encontraba ninguna señal allí, eso le quitaría credibilidad a su diario.
Caitlin salió de la carretera, serpenteó por Fort Tryon Park, y se dirigió a la entrada principal de los claustros. Condujo hasta una rampa estrecha y sinuosa y, finalmente, estacionó frente a la enorme estructura.
Al salir de su coche, se detuvo y miró hacia arriba; por alguna extraña razón, el lugar le era sorprendentemente familiar, como si hubiera sido un lugar importante en su vida. No sabía por qué, porque por lo que sabía, sólo lo había visitado un par de veces. A menos, por supuesto, que todo lo que decía en su diario vampiro fuera cierto. ¿Era real lo que estaba sintiendo? ¿O todo era una ilusión?
Corrió por la puerta principal, con forma de arco, hacia la estructura medieval de piedra, subió por una larga rampa, y se dirigió por un corredor largo y estrecho. Finalmente, llegó a la entrada principal, pagó la entrada, y se dirigió por el pasillo. Pasó un pequeño patio a su derecha con hileras de arcos de piedra; en el interior había un jardín medieval. Las hojas de otoño brillaban con el sol. Era una tarde de un día entre semana y el lugar estaba casi vacío, sentía como si lo tuviera para ella sola.
Es decir, hasta que oyó la música. Al principio, era sólo una voz -después escuchó varias voces. Era un canto. Un antiguo canto interpretado por un pequeño coro. Caitlin no lograba saber si era en vivo o si se trataba de una grabación mientras seguía allí, paralizada, escuchando las voces celestiales que hacían eco en todo el pequeño castillo. Se sintió transportada, como si hubiera llegado a otro lugar y a otro tiempo.
Sabía que tenía una misión que cumplir, pero tenía que ver de donde provenía la música. Dio vuelta en otro pasillo y siguió el sonido. Entró por una pequeña puerta arqueada medieval, y se encontró en una capilla con techos altos y vitrales. Allí, para su sorpresa, había un coro de seis cantantes, hombres y mujeres de edad avanzada, vestidos con batas blancas. Estaban en una habitación vacía, y mientras cantaban miraban hacia abajo, a las partituras.
Eran cantos gregorianos. Caitlin vio el anuncio, el enorme cartel del concierto de la tarde. Se dio cuenta de que había llegado a una interpretación en vivo. Sin embargo, ella era la única en la habitación. Al parecer, nadie más sabía del evento.
Caitlin cerró los ojos mientras escuchaba la música. Era tan hermosa e inquietante que le resultaba difícil irse. Abrió los ojos y miró a su alrededor a las paredes y muebles medievales, lo que la hizo perder aún más el contacto con la realidad. ¿Dónde estaba realmente?
Finalmente, la canción terminó, y ella se volvió y se apresuró a salir de la habitación mientras trataba de recuperar su sentido de la realidad.
Corrió por el pasillo y llegó a una escalera de piedra. Descendió hacia los niveles inferiores de los claustros mientras su corazón latía cada vez más rápido. Este lugar le resultaba inquietantemente familiar, como si hubiera estado antes allí. No lograba entender esa sensación.
Cruzó apresuradamente el nivel inferior, recordando la descripción del lugar que había leído en una entrada de su diario. Recordó que mencionaba una puerta, el portal secreto, que llevaba de la la planta baja a un nivel subterráneo, a la cofradía de Caleb.
Se sintió aun más emocionada cuando, a su izquierda, vio una zona acordonada. Detrás de la cuerda había una escalera medieval en perfecto estado de conservación. Subía pero sólo hasta el techo. No iba a ninguna parte. Era sólo un artefacto en exhibición. Era la misma que describía en su diario.
Pero la escalera también tenía una pequeña puerta de madera que ocultaba la mitad inferior y, detrás de ella, Caitlin no estaba segura si había escalones que llevaban hacia abajo, a otro nivel. Estaba acordonada, y nadie podía acercarse.
Ella tenía que saber. Si conducía abajo, entonces todo lo que había escrito era cierto y no era sólo una fantasía.
Miró a ambos lados y vio a un guardia de seguridad en el lado opuesto de la sala, parecía estar dormido.
Sabía que al cruzar la cuerda del museo se metería en un gran problema, tal vez incluso podrían arrestarla. Pero ella tenía que saber. Tenía que hacerlo rápido.
Caitlin pasó por encima de la cuerda de terciopelo en dirección a la escalera.
Inmediatamente, una alarma sonó, chillando, perforando el aire.
“¡Ey, señora!" el guardia gritó.
Él corrió hacia ella. La alarma emitía un sonido penetrante, y su corazón latía con fuerza en su pecho.
Pero ya lo había hecho. No podía dar marcha atrás. Tenía que saber. Estaba en contra de su naturaleza el pasar por encima de la cuerda, v****r una exhibición en un museo, hacer algo contra las reglas, sobre todo cuando se trataba de la historia y artefactos. Pero, no tenía otra opción. La vida de Scarlet estaba en juego.
Caitlin llegó a la escalera y agarró el mango medieval de madera. Lo jaló.
La puerta se abrió, y pudo a donde conducía la escalera.
A ninguna parte. Terminaba en el piso. Era una escalera falsa. Era sólo una pantalla.
Su corazón se colapsó, estaba devastada. No había ninguna cámara subterránea. No era una trampilla. Nada. Como lo mostraba la exhibición, era sólo una escalera. Nada más. Un artefacto. Una reliquia de la antigüedad. Todo era una mentira. Todo.
De repente, Caitlin sintió que unos brazos ásperos la agarraban por detrás y la arrastraban del otro lado de la cuerda de terciopelo.
“¿¡Qué cree que está haciendo !?", gritó otro guardia mientras se acercaba y también la jalaba.
"Lo siento," ella dijo, tratando de pensar rápidamente. "Yo ... um ... perdí mi arete. Se cayó y rebotó en el piso. Pensé que se había ido hacia allá. Lo estaba buscando".
“¡Este es un museo, señora!" el guardia gritó, con la cara roja. "No puede cruzar las líneas de seguridad. ¡Y no se pueden tocar las cosas!"
"Lo siento," dijo ella con la garganta seca. Oró para que no la fueran a arrestar. Sin duda, ellos podrían hacerlo, lo sabía.
Los dos guardias se miraron entre sí, como si estuvieron pensando qué hacer.
Finalmente, uno de ellos dijo, "¡Váyase de aquí!"
La empujó y Caitlin, aliviada, se fue corriendo por el pasillo. Vio una puerta abierta hacia una terraza inferior y salió corriendo por allí.
Estaba fuera, en la terraza inferior, en el aire fresco de octubre, su corazón todavía latía con fuerza. Estaba tan feliz de estar fuera de allí. Pero, al mismo tiempo, estaba muy angustiada. Allí no había nada. ¿Era mentira todo lo que decía su diario? ¿Nada era real? ¿Se estaba imaginando todo?
Pero entonces, ¿cómo podría explicarse la reacción de Aiden?
Caitlin cruzó la terraza de adoquines hacia otro jardín medieval lleno de pequeños árboles frutales. Siguió caminando hasta que llegó a una baranda de mármol. Se apoyó en ella y miró hacia afuera; en la distancia vio el río Hudson brillando bajo el sol de la tarde.
De repente se dio vuelta, esperando ver a Caleb a su lado. Por alguna razón, sentía que había estado allí antes, en esa terraza con Caleb. Eso no tenía ningún sentido. ¿Estaba perdiendo la cabeza?
Ahora, no estaba tan segura de ello.