Los acordes rebotan contra mi cabeza causando que me palpite, aunque seguro es porque está combinando el máximo volumen de mi iPod, con una carrera acelerada que hace rato dejó de ser trote ligero. No entiendo de dónde sale mi energía, normalmente logro motivarme con otro tipo de música y Paramore está en la lista de reproducción solamente porque me gusta una canción. Su ritmo es pegajoso para hacer los quehaceres. Cuando paso de largo la tablilla que señala los tres kilómetros, me doy cuenta que no es energía lo que me hace perder el ritmo de las zancadas, sino mi deseo inconsciente por terminar exhausta. Y otro poco, la ansiedad que me revuelve las entrañas todavía. El aliento me falta, obligándome a detenerme sobre la grava, me apoyo en las rodillas mientras boqueo en búsqueda de oxí